Un café pendiente

Pagar un café por adelantado para que otra persona, que no puede costearlo, lo pase a tomar después. En eso consiste esta tradición italiana que está ahora cobrando popularidad en cafeterías de Chile y de todo el mundo.




Paula 1148. Sábado 24 de mayo de 2014.

Pagar un café por adelantado para que otra persona, que no puede costearlo, lo pase a tomar después. En eso consiste esta tradición italiana que está ahora cobrando popularidad en cafeterías de Chile y de todo el mundo.

Un hombre en situación de calle entra a una cafetería y le pregunta al cajero si le queda algún café pendiente. El encargado le dice que sí, y lo invita a acomodarse en una mesa donde un garzón le sirve una taza humeante. Después de tomarlo, se despide y se va del café sin pagar un centavo. Esa es la idea de esta iniciativa mundial que llegó a Chile el año pasado y que supone que cualquier persona deje pagado anticipadamente un café para alguien que no puede costearlo, a menudo personas de bajos recursos o en situación de calle. Se trata de una tradición centenaria en Italia que se popularizó en 2008 con el libro del escritor italiano Luciano de Crescenzo El café en suspenso: sabiduría cotidiana en pequeños sorbos y comenzó a implementarse de a poco en diferentes restoranes y cafés de todo el mundo, desde Europa, Estados Unidos y Canadá hasta Argentina y México.

A Chile llegó de la mano de la pareja Marcelo Giglio y Damari Vergara, que supieron del proyecto y, junto a su amiga María Paz Mandiola, comenzaron a convocar a cafés y bares, y a correr la voz en las redes sociales. En abril del año pasado lanzaron Café Pendiente Chile (www.cafependiente.cl) y hoy ya son 18 cafeterías que lo implementan –desde Copiapó hasta Chiloé– y hay otras 10 en proceso de sumarse. "No queremos simplemente dar café, sino que esto es una excusa para fomentar la integración de gente que la sociedad ha dejado de lado. Es un pequeño primer paso para avanzar en otras cosas", dice Giglio, y cuenta que aún se dan situaciones de discriminación inversa, donde un beneficiario prefiere llevarse el café en lugar de tomarlo en el local. "Eso da cuenta de una carga social: se sienten discriminados de antemano. A veces hay que insistirles para que entren a tomarlo. Ojalá esto ayude a que la gente busque estar en contacto con las demás personas", agrega.

Uno de los desafíos más grandes es lograr que la gente se entere del proyecto, para ello se comunica la iniciativa en centros comunitarios, iglesias y organismos sociales con ayuda de voluntarios que colaboran en la difusión reforzando el "boca a boca", mientras otros se dedican a convocar a nuevas cafeterías. En la última

reunión de voluntarios en enero pasado, el testimonio de Mauricio, uno de los beneficiarios, les dio la pauta de que van por buen camino: "Los felicito por esta obra. A mí me gusta venir porque me siento integrado y bien atendido, hasta con servilletas y todo".

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