¿Cómo dijo? Consejos para prevenir la sordera y los problemas de audición

Cerca del 30% de los adultos mayores sufren pérdida auditiva y con ello aumenta su aislamiento social, baja autoestima, depresión, e incluso la posibilidad de desarrollar demencia. Tres especialistas explican cómo identificarla y de qué manera prevenirla.




Exitoso pero aislado del mundo pasó sus últimos inviernos Ludwig Van Beethoven, con el suicidio rumiando permanentemente en alguna esquina de su cabeza. Uno de los compositores y genios musicales más importantes de todos los tiempos debió padecer una especie de infierno antes de subir al olimpo, el 26 de marzo de 1827, cuando la muerte lo encontró a los 56 años.

La raíz de sus males habría estado, principalmente, en una creciente sordera, que se comenzó a manifestar cuando el alemán era aún un veinteañero, aprendiz de composición radicado en Viena, donde pasaría la mayor parte de su vida. Un músico sordo, un colmo vergonzoso que lo superaba y lo tenía al borde de la desesperación, pero del que supo mantenerse estoico durante su juventud y con el que consiguió lidiar a escondidas en la adultez.

Pero la vejez acrecentó su problema, al extremo de que sólo pudo mantener relación con algunos cercanos por medio de cuadernos de conversaciones. No pudo terminar su Décima Sinfonía, pero alcanzó a presentar la portentosa Novena, antes de que la cirrosis hepática pusiera fin a su trabajo.

Su obra es inmortal, dicen los entendidos, pero los oídos de Beethoven resultaron ser tan mortales como cualquiera. Como el 30% de la población adulta mayor, al menos, que según la Organización Mundial de la Salud sufre de sordera e hipoacusia. Y tal como ocurre en la mayoría de estos casos, el alemán conoció las consecuencias de este mal: aislamiento social, soledad, frustración, depresión.

La gran diferencia entre hoy y entonces es que actualmente existen tanto métodos de prevención como herramientas para sobrellevarla la sordera y mantenerse activos a nivel social cuando los sonidos dejan de percibirse.

Síntomas que van en aumento

Según los registros de la OMS, más de 466 millones de personas en el mundo, cerca del 5% de la población, padece hipoacusia o sordera en un grado discapacitante. Y el pronóstico no es bueno: se espera que para 2050 los casos se extiendan a más de 900 millones.

Se comienza a sospechar de hipoacusia cuando una persona presenta un umbral de audición menor a 20 decibeles (dB), que es la unidad con la que se mide la intensidad del sonido. Si tienes problemas para seguir el hilo de una conversación, sobre todo en ambientes ruidosos, dificultades para diferenciar sonidos agudos, percibes los sonidos más fuerte en un oído que en otro o sientes un zumbido molesto en uno o ambos oídos, puede que tu audición esté en riesgo. Lo mismo en el caso de niños y niñas que presentan retraso en el desarrollo del habla y el lenguaje.

Relaciones que dañan

Algunas horas de televisión bastarán para toparse con alguna publicidad sobre pastas dentales, con un dentista sermoneando sobre la importancia de mantener una buena higiene bucal. Una lección que se comienza a implantar en cuanto aparece el primer diente de leche.

También te enseñan que los ojos son órganos sumamente sensibles y lo mismo ocurre últimamente con la piel. ¿Sobre las orejas? No hay comerciales ni lecciones repetidas hasta el cansancio que alerten sobre su delicadeza. Lo único que aprendimos de las orejas es que te las podían tironear si te portabas mal, una especie de institución del castigo que por suerte viene en retirada.

Es posible que esta poca empatía hacia nuestras orejas provenga de esta antigua relación basada en el maltrato. Una pequeña prueba de ello: Álvaro Romero, neurólogo de la Clínica Indisa, dice que una de las maneras más comunes en que hacemos daño a nuestros oídos es, paradójicamente, cuando los limpiamos.

“Al usar cotonetes empujamos la cera y tapamos el conducto del oído. Así, paulatinamente, podemos ir perdiendo la audición”, comenta. Lo que habría que hacer, en cambio, es visitar a un otorrino con cierta periodicidad —cada dos o cuatro años—, aún cuando no se sientan molestias o pérdida de la audición, para hacerse un lavado de forma segura, sin arriesgar un trauma acústico, como podría pasar si se utiliza erróneamente una jeringa de agua, por ejemplo.

Exponerse frecuentemente a ambientes ruidosos, por sobre los niveles que el oído humano puede tolerar y sin la protección correspondiente, aumenta considerablemente el riesgo de sufrir un trauma acústico que derive en el desarrollo de hipoacusia. Romero dice que en ambientes laborales ruidosos —por sobre los 50 db—, los trabajadores deberían utilizar protección auditiva.

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¿Pero cuántos decibeles son muchos decibeles? En la siguiente tabla hay ejemplos de cada rango, siendo 0 db el umbral mínimo de audición y 140 db el del dolor auditivo ocasionado por mucho ruido.

DecibelesEjemplo
0 dbSilencio
10 dbRespiración tranquila
20 dbBiblioteca
30 dbLluvia
40 dbConversación voz baja
50 dbTráfico ligero
60 dbReunión de personas
70 dbAspiradora
80 dbTren
90 dbTráfico de autopista
100 dbPerforadora eléctrica
110 dbConcierto/Estadio/Discoteca
120 dbMotor de avión al despegar
140 dbUmbral del dolor/Fuegos artificiales
160 dbExplosión/Escopeta
180 dbDespegue de cohete

Exponerse a altos decibeles de manera constante puede traer traumas acústicos como el infame tinnitus, una afección que tiene entre sus víctimas a músicos como Pete Townshend —de The Who— o Phil Collins. Décadas de giras y conciertos les han provocado un daño en la audición que se manifiesta en un zumbido constante en uno o ambos oídos. La situación es tan desagradable como discapacitante: tanto el guitarrista como el exvocalista de Genesis han anunciado en reiteradas ocasiones su retiro. Sólo la porfía les hace volver.

Este tipo de afecciones no sólo amenaza a quienes hacen música, sino también a quienes la escuchan a volúmenes por sobre lo tolerable, particularmente por medio de audífonos. Alejandro Paredes, otorrinolaringólogo de la Clínica Alemana, sostiene que este efecto negativo es acumulativo, aunque “exposiciones de muy alta intensidad por poco tiempo también son capaces de producir daño por trauma acústico”.

¿Cuál es un volumen prudente para escuchar música? Según el especialista – y a modo referencial–, es aquel que “permite oír sonidos ambientales con los audífonos puestos”.

De la pérdida de audición a la demencia

Por si fuera poco perder la audición, los riesgos de este daño van más allá de escuchar más o menos. Así lo estableció recientemente el Centro para la Investigación sobre la Enfermedad de Alzheimer de la Clínica Mayo. Según su director, el neurólogo Ronald Petersen, la presbiacusia —pérdida de audición relacionada a la edad— podría estar relacionada a un mayor deterioro cognitivo, lo que aumenta el riesgo de desarrollar demencia u otras enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

Petersen incluso recomienda que las personas que “tienen dificultad para seguir una conversación o desarrollan problemas con la su memoria deberían hacerse revisar la audición”.

Los especialistas chilenos respaldan esa tesis. Álvaro Romero ha observado que los pacientes con trastornos auditivos “comienzan con un déficit de memoria más temprano”. Patricio Sandoval, neurólogo de la Red de Salud UC CHRISTUS, asegura que hay investigación nacional en la misma línea, pero que hay que tener en cuenta factores que se prestan para la confusión, “como los son la ruralidad, la escolaridad baja y el bajo nivel socioeconómico, todos conocidos factores de riesgo para la demencia”. Estos, además, “influyen en no corregir oportunamente la presbiacusia”.

¿Por qué la pérdida de audición podría estar relacionada a enfermedades neurodegenerativas o trastornos mentales como la demencia? Las causas parecen ser múltiples. Para comprenderlo mejor, hay que considerar que los cinco sentidos del ser humano (oído, olfato, gusto, vista y tacto) convergen en el cerebro en “inputs sensoriales” —como conceptualiza Sandoval—, los cuales se integran con nuestra experiencia y emociones, permitiendo dar un significado cognitivo y afectivo a lo que se percibe.

“El sonido percibido por el oído no solo ‘enciende’ la corteza auditiva, lugar donde el cerebro ‘escucha’ esa palabra, sino que también estimula y se conecta con otras áreas cerebrales, lo que permite comprender y relacionar lo percibido auditivamente”, complementa.

Es así, ejemplifica Álvaro Romero, que pacientes que presentan pérdida de memoria parecieran padecer problemas de audición, cuando en realidad lo que tienen es dificultades para comprender lo que se les dice. Asimismo, el deterioro de la audición podría implicar un daño en el lóbulo temporal del cerebro, que también se encarga de participar en el proceso de la memoria y el lenguaje.

Un círculo vicioso

Así como Beethoven, los problemas que genera la pérdida de la audición se acrecientan a medida que se acerca la vejez. En los jóvenes la situación es más variable, ya que la plasticidad cerebral y la reserva cognitiva es mayor.

En adultos mayores, en tanto, la sordera tiende al aislamiento social, a la sensación de soledad y a problemas de ánimo como la depresión, aumentando aún más el riesgo a desarrollar demencia. Y con la falta de comunicación y de práctica del lenguaje oral se agrava la incapacidad de comprender lo que habla el resto, provocando mayor aislamiento. Es un círculo tan vicioso como silencioso.

“Considerando la implicancia social de este problema, Clínica Alemana inició un programa de apoyo al Servicio de Salud Norte, realizando evaluaciones a pacientes de Colina en lista de espera para evaluación, diagnóstico e implementación de audífonos”, comenta Alejandro Paredes.

Prevención

La pérdida de la audición puede ser irreparable, por lo tanto el foco debe estar puesto en la prevención. Según la OMS, mientras antes se detecte el problema más probabilidades hay de tratarlo. “Se podría reducir la incidencia de la hipoacusia a través del cribado —pruebas de diagnóstico a personas sanas— y las intervenciones tempranas en la infancia, en particular con el uso de tecnologías de asistencia u opciones quirúrgicas. Por otra parte, el cribado puede ayudar a prevenir el uso de fármacos nocivos en casos de alto riesgo”, dicen desde el organismo global.

Un mejor trato al oído es también una manera de prevenir. Evitar ambientes ruidosos y utilizar la protección adecuada es esencial. En el caso de la escucha de música, se recomienda no hacerlo a un volumen exagerado. ¿Hay audífonos más convenientes que otros? Paredes dice que los audífonos circumaurales permiten una buena experiencia de escucha sin necesidad de subir tanto el volumen.

Es importante visitar a un otorrino cada dos o tres años para un lavado de oídos: muchas veces los problemas de audición son por el cúmulo de cerumen y solo basta una limpieza para solucionarlo. Tampoco hay que minimizar las enfermedades o infecciones que afecten al oído, sobre todo en personas que cuentan con antecedentes familiares de sordera.

Las enfermedades cardiovasculares también son un factor de riesgo, por lo que un estilo de vida sano significa cuidarse en ambos frentes. Paredes, en tanto, sostiene que el rol de la familia es sumamente relevante, considerando las implicancias sociales que podría tener la pérdida de la audición. En ese sentido, es fundamental “el reconocimiento del problema por parte del paciente y un apoyo familiar antes de que este genere consecuencias anímicas o deterioro en su funcionalidad”.

Esto no puede decir que no lo escuchó.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 4 de agosto de 2022. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.

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