La columna de Juan Ignacio Eyzaguirre: “LSD”

La columna de Juan Ignacio Eyzaguirre: “LSD”.

"Decenas de startups de biotecnología han levantado millones en capital de riesgo para usar drogas psicodélicas, como hongos o cactus alucinógenos, para tratar la depresión o la ansiedad".


Lucy in the Sky with Diamonds cantaban John Lennon y Paul McCartney en 1967. La composición sobre la joven con ojos de caleidoscopio sería una oda al LSD, una de las populares drogas psicodélicas de la contracultura de los sesenta.

Las drogas alucinógenas caracterizaron los excesos y euforias de esos años. Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Janis Joplin son solo algunos ejemplos de íconos culturales que dejaron el mundo a los 27, víctimas del desenfreno y las drogas.

Desde entonces, los alucinógenos quedaron relegados a reducidos espacios de hippies postmodernos u otros círculos. Sin embargo, en los últimos años, cientos de millones de dólares han sido canalizados para investigar el uso de estas drogas para tratamientos de salud mental.

Decenas de startups de biotecnología han levantado millones en capital de riesgo para usar drogas psicodélicas, como hongos o cactus alucinógenos, para tratar la depresión o la ansiedad.

Inicialmente, estas iniciativas contaron con respaldo de inversiones controversiales como Peter Thiel o Mike Novogratz, ajenos a las presiones de lo políticamente correcto. Sin embargo, inversionistas institucionales de la talla de Tamasek, el fondo soberano de Singapur, se han sumado dando escala y solidez. De hecho, más de 50 emprendimientos vinculados al desarrollo médico de los psicodélicos se han listado en el Nasdaq de Nueva York.

La contundencia de los datos, los promisorios avances regulatorios y algunos éxitos comerciales han sido alucinantes.

En 2018, el reputado periodista Michael Pollan publicó How to Change your Mind: What the New Science of Psychedelics Teaches Us About Consciousness, Dying, Addiction, Depression, and Transcendence. El autor, periodista y profesor de Harvard explora, en primera persona, el uso de estas drogas. Su interés dice relación con interesantes datos de investigaciones clínicas. Por ejemplo, los resultados iniciales de algunas de estas nuevas aplicaciones han curado desórdenes de estrés post traumático en más de dos tercios de los individuos. Otras aplicaciones han logrado curar la depresión de un cuarto de pacientes que no se había sanado con tratamientos tradicionales.

Una de las aplicaciones más avanzada está en la última fase de aprobación por parte de la FDA, la diligente y dificultosa autoridad sanitaria estadounidense, luego de la cual podría comercializar abiertamente sus tratamientos. Aún más avanzado es Spravato, un spray nasal de Johnson&Johnson para tratar la depresión en base a una molécula psicodélica. Es una de las drogas de mayor crecimiento de J&J y pronto alcanzaría los mil millones de dólares en ventas.

Estas impresionantes cifras, develan la desoladora realidad de la salud mental. Se estima que un tercio de las mujeres y un quinto de los hombres experimentan una depresión en sus vidas y que entre 2 y 6% de la población sufren de ansiedad o depresión en un determinado año. Chile no es excepción. En una encuesta de 2019, casi el 40% de los chilenos declaraba haber sufrido en algún momento de sus vidas este flagelo. Y las medicinas tradicionales, como los antidepresivos, generalmente dejan bastante que desear.

Pareciera que Lucy y la joven de ojos de caleidoscopio volverán a cantar, ahora bajo el manto de la legalidad y la ciencia médica. Más allá de la curiosidad e interés que generan estas nuevas tendencias, debiésemos pensar en las vidas que llevamos, pues ni esos hippies sesenteros en sus alucinaciones más alocadas hubiesen pensado que llegaríamos a usar drogas de estos calibres para luchar contra la epidemia de salud mental que nos asola.

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