La norteamericanización de los deportes europeos parece inevitable

Florentino Pérez es ahora presidente del Real Madrid y, al mismo tiempo, presidente de la nueva Superliga Europea, que amenaza a la UEFA Champions League.
Florentino Pérez es ahora presidente del Real Madrid y, al mismo tiempo, presidente de la nueva Superliga Europea.

Los planes para la Superliga están fallando totalmente, pero una reorganización al estilo de Estados Unidos beneficiaría tanto a los espectadores como a los grandes clubes.


El audaz plan de los grandes clubes de fútbol de Europa para formar su propio torneo al estilo estadounidense está hecho pedazos apenas unos días después de su lanzamiento. Pero eso puede que no frene la eventual norteamearicanización del deporte más popular del mundo.

Los seis clubes ingleses que habían apoyado la nueva Superliga Europea se retiraron el miércoles, casi sellando el destino del proyecto. La propuesta de una liga “cerrada” inspirada por las franquicias estadounidenses, con enfrentamientos semanales entre poderosos equipos que no podrían descender, habría torpedeado la actual Champions League dirigida por el organismo rector del fútbol europeo, la UEFA. Esto desató la indignación inmediata de las ligas nacionales, los clubes, los fans y los gobiernos.

Lo que la casi universal crítica pasó por alto es lo inadecuado del status quo, y no solo para los multimillonarios dueños de los clubes más populares. El colapso de la Superliga puede que no le quite mucha presión a la UEFA para que solucione los problemas que no ha abordado durante décadas.

Aunque el fútbol tiene más fans a nivel mundial que cualquier otro deporte, la Liga Nacional de Fútbol (NFL, por sus siglas en inglés), la Liga Mayor de Béisbol (MLB, por sus siglas en inglés) y la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés) registraron más ingresos que cualquier competición europea de fútbol en 2019. Esto es en parte porque la MLB y la NBA tienen más partidos por temporada. Pero aún así, la NFL recaudó US$ 60 millones por partido, comparado con unos US$ 25 millones en la Champions League.

Más de la mitad de esos ingresos proviene de empresas de medios de comunicación como Sky —propiedad del gigante estadounidense Comcast— que paga por los derechos de transmisión de fútbol. La Superliga apuntaba a que un formato más popular duplicara el valor de estos derechos, ayudando a los clubes de fútbol a tapar los agujeros financieros causados por la pandemia.

Los inversores de los pocos clubes que cotizan en bolsa, como el Manchester United en el Reino Unido y la Juventus en Italia, no deben hacerse ilusiones de que el dinero por sí solo puede mejorar un modelo de negocio defectuoso: los fondos adicionales tienen un historial de terminar en los bolsillos de las estrellas en lugar de accionistas. Además, si las emisoras empujan más por una Superliga, es posible que paguen menos por las competiciones nacionales, razón por la que la Premier League inglesa en particular estaba en pie de guerra.

Aún así, es probable que la Champions League deje mucho dinero sobre la mesa al ofrecer un producto deficiente. Su formato de grupos y eliminatorias significa que muchos de los enfrentamientos más populares no ocurren en un torneo determinado, o incluso durante años. Los cambios anunciados recientemente por la UEFA no solucionan ninguno de los problemas clave, lo que sólo subraya la necesidad de una reforma más profunda.

Sea cual sea el resultado de la apuesta por la Superliga, es probable que al final se celebre un torneo en el que los mejores equipos europeos se enfrenten regularmente, porque eso es del interés de los clubes, las emisoras y, sí, de los espectadores. El analista de la industria de medios, Ian Whittaker, sugiere que un acuerdo más comercial podría ayudar a incorporar a los gigantes del streaming estadounidenses como Amazon.com y Disney, probablemente incluso si se abandona el polémico formato “cerrado”.

Los críticos de la comercialización del fútbol hacen poco sentido con sus apelaciones a las raíces del juego en el barrio, que ya ha sido marginado por los altos precios de las entradas y la televisión de pago, horarios que perjudican la asistencia a los partidos en favor de la audiencia en el extranjero y, sobre todo, las enormes desigualdades financieras. Una franquicia como la Superliga, con un reparto de ingresos y topes de gasto al estilo estadounidense, al menos abordaría los desequilibrios en la cima.

El fútbol europeo ha sido durante mucho tiempo un producto que simplemente ha sido mal gestionado. Parece inevitable que el sentido del espectáculo estadounidense finalmente lo altere.

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