Recaudar billones de dólares podría ser la parte fácil del plan de Sam Altman para los chips

Sam Altman, CEO de OpenAI, en el Capitolio de EE.UU. este año; en las últimas semanas se ha reunido con el Secretario de Comercio de EE.UU. y otros funcionarios para hablar de sus ambiciones. FOTO: REUTERS/Carlos Barria

El CEO de OpenAI se enfrenta a obstáculos como el personal, un mercado cíclico y la falta de fabricantes de chips viables. Ahora sólo hay tres empresas en el mundo capaces de fabricar los chips más avanzados -incluidos los procesadores utilizados para alimentar los sistemas de IA- en grandes volúmenes: Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), Samsung Electronics e Intel.


El plan de Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, para remodelar la industria mundial de semiconductores prevé invertir grandes sumas en un reto que es mucho más complicado que el dinero.

La fabricación de chips requiere mucho capital. También es una de las industrias más complejas del mundo, con un historial de fuertes oscilaciones cíclicas que ha hecho que las empresas desconfíen de una expansión radical.

Los fabricantes de chips más avanzados del mundo tardaron décadas en alcanzar sus niveles actuales. Algunas empresas de chips flaquearon durante una de las notorias recesiones del sector, como a principios y mediados de la década de 2010. Otras dejaron de desarrollar chips de vanguardia por el camino, recelosas de los elevados costos y el alto riesgo de fracaso.

Ahora sólo hay tres empresas en el mundo capaces de fabricar los chips más avanzados -incluidos los procesadores utilizados para alimentar los sistemas de IA- en grandes volúmenes: Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), Samsung Electronics e Intel.

Altman ha mantenido conversaciones con los fabricantes de chips sobre la posibilidad de unirse a ellos y utilizar billones de dólares para construir y explotar nuevas fábricas, junto con inversiones en energía y otras infraestructuras de inteligencia artificial (IA). Muchas de las mayores empresas de chips del mundo, incluida Nvidia, diseñan sus chips, pero subcontratan su producción a empresas como TSMC.

Construir una fábrica de chips de última generación suele costar al menos US$ 10.000 millones. Pero incluso con eso, la escala de la que habla Altman es extrema: Stacy Rasgon, analista de Bernstein Research, calcula que se ha gastado algo más de US$ 1 billón en equipos de fabricación de chips en toda la historia de la industria.

Sin embargo, el dinero no es el único ingrediente necesario para triunfar en una de las formas de fabricación más complejas que existen.

Los ejecutivos del sector afirman que existen incertidumbres a la hora de encontrar los ingenieros necesarios para poner en marcha un aluvión de nuevas fábricas, obtener la maquinaria necesaria para llenar las plantas y conseguir suficientes pedidos para justificarlas. El gobierno chino invirtió capital durante décadas en la construcción de una industria de chips, pero su progreso se vio obstaculizado por algunos de esos otros factores.

“A la industria de semiconductores no le falta financiación”, aseguró Jimmy Goodrich, experto en el sector y asesor principal de Rand Corp. “Fíjese en China: han invertido más de US$ 150.000 millones en su industria y no ha funcionado. El reto fundamental es que esta tecnología es increíblemente difícil”, planteó.

Aunque se construyera un gran número de nuevas fábricas de chips, esto no resolvería necesariamente el problema a corto plazo de Altman: la escasez de chips de IA necesarios para producir sistemas como ChatGPT, de OpenAI. El mayor estancamiento en la producción de los chips de IA de Nvidia se ha producido en el empaquetado, un paso de fabricación que se produce después de imprimir los circuitos en el silicio.

Altman también se ha quejado del costo de los chips de Nvidia, otro problema que, según Srini Pajjuri, analista de Raymond James, podría no resolverse con más fábricas de chips.

“Para que los precios de los chips de IA bajen, necesitamos más competencia a Nvidia”, afirmó.

Se están construyendo más fábricas. Todos los grandes fabricantes de chips están invirtiendo decenas de miles de millones de dólares en ellas, acelerando sus expansiones ante las expectativas de que las ventas mundiales de chips superen el billón en 2030. TSMC ha pasado de producir unos 10 millones de obleas de silicio al año en 2016, a US$ 16 millones el año pasado.

Si el plan de Altman tuviera éxito, los expertos en chips sostienen que es probable que se produjera un exceso de oferta en el mercado, lo que haría bajar los precios y llevaría a las empresas a tener fábricas muy por debajo de su capacidad de producción, lo que supondría un golpe mortal para el sector debido a sus elevados costos fijos.

“Ahora están invirtiendo y, a medida que se conectan, la demanda desaparece”, afirmó Rasgon, de Bernstein, explicando cómo la industria crece a rachas. “Siempre ocurre así, porque muy a menudo resulta que la demanda para la que se está construyendo no era real en un principio. De ahí el ciclo interminable”, agregó.

Los gobiernos de todo el mundo, conscientes de la importancia de los chips para su supremacía tecnológica, económica y militar, están contribuyendo al auge actual de la industria. Estados Unidos está invirtiendo US$ 39.000 millones en subvenciones para nuevas plantas tras la aprobación de la Ley de Chips hace dos años, con el fin de reconstruir una industria que se ha ido a Asia en las últimas décadas.

El volumen de financiación que contempla Altman eclipsaría los incentivos que se ofrecen en Estados Unidos y otros países, como China, Taiwán, Corea del Sur y Japón.

Altman se ha reunido en las últimas semanas con la secretaria de Comercio de EE.UU., Gina Raimondo, y otros funcionarios estadounidenses para hablar de sus ambiciones, según personas familiarizadas con las conversaciones. Raimondo supervisa la distribución de subvenciones en el marco de la Ley Chips.

Tras un aluvión de interacciones recientes con empresas de chips, Altman tiene previsto comparecer en un acto a finales de este mes para el negocio de fabricación de chips por contrato de Intel. Se espera que Intel sea uno de los principales beneficiarios de las subvenciones de la Ley de Chips que se concederán en las próximas semanas.

No está claro cómo encontrará Altman el talento necesario para dotar de personal a docenas de nuevas fábricas. La Asociación de la Industria de Semiconductores prevé la creación de 115.000 puestos de trabajo de aquí a finales de la década, de los cuales el 58% corre el riesgo de no cubrirse. Y no es seguro que pueda conseguir suficientes equipos de fabricación en un plazo razonable. Los plazos de entrega de algunos equipos de fabricación de chips rondan los dos años.

La fabricación de chips plantea retos diferentes a los que Altman se ha enfrentado en sus primeras empresas, dicen los conocedores del sector, muchos de las cuales han tenido que ver con ordenadores y software.

“En el mundo del software, todo es posible, sólo es un problema de dinero y programación”, señaló Goodrich. “Sin embargo, en el mundo de la tecnología dura, hay que enfrentarse a las leyes de la física. Hay que pensar en el mundo real y en los retos de la ingeniería, y estas cosas son difíciles de hacer”, concluyó.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.