Angela Merkel paga el precio del desgaste por la negociación política en Alemania

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La incapacidad de formar un nuevo gobierno ha puesto la continuidad de la canciller alemana en duda. Si la formación de una coalición con los socialdemócratas falla y la canciller no logra resucitar la opción de una alianza con los verdes y los liberales, entonces no le quedaría más que aceptar que se repitan las elecciones.




La mujer más poderosa del mundo ya no lo es tanto. Lo que era impensable hasta hace pocos meses en Alemania hoy ya ocurre: la élite avizora el fin de la era de Angela Merkel. Hasta antes de la elección general de septiembre quienes planteaban públicamente la necesidad de un cambio de Canciller eran muy pocos, rápidamente criticados; aunque en los pasillos de Berlín, Munich y Fráncfort se reconociera que el gobierno de Merkel estaba afectando a la democracia del país.

Alemania tiene tradición de gobiernos democráticos largos. Helmut Kohl gobernó 16 años, y Konrad Adenuer 14. Merkel quería superar a sus maestros, ambos democratacristianos. Pero tras 12 años en el poder, su estilo, bautizado como "Merkelismo" por el influyente semanario Die Spiegel, comienza a mostrar que tiene fecha de caducidad.

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"Merkel puede comenzar a imaginar la política alemana sin ella", sentenció Die Spiegel en su editorial la semana pasada, en lo que fue interpretado como un mensaje de la élite del país a la Canciller. El editor del diario Die Welt, Thomas Schmid, la tituló "la mujer de ayer".

La Canciller es acusada de ser la responsable de que tres meses después de las elecciones aún no haya un nuevo gobierno. Y la tarea puede demorar aún más. Recién el 7 de enero la Unión (CDU/CSU) democratacristiana de Merkel iniciará las conversaciones con los socialdemócratas (SPD) para repetir la "Gran Coalición", que gobierna actualmente, a estas alturas como interinos hasta que se inaugure una nueva administración. Las conversaciones deberán durar seis días, luego, si hay acuerdo, este deberá ser sometido a las bases de los tres partidos.

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"Hay un 50/50 probabilidad de una nueva Gran Coalición. Una gran parte del SPD no quiere una nueva coalición… y en la Unión la idea es aceptada a regañadientes, solo por evitar tener que (en un gobierno de minoría) negociar constantemente con el riesgo de dar ventajas al (partido de derecha) AfD", afirma el analista político y profesor de la U. de Dresden, Werner Patzelt.

Merkel tampoco quiere correr el riesgo de que, por ejemplo, en el tema migratorio, su partido se vea alineado con el partido de derecha conservadora Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag. De ahí que quiere evitar un gobierno de minoría parlamentaria. Pero si la formación de una coalición con los socialdemócratas falla, y Merkel no logra resucitar la opción de una alianza con los verdes y los liberales, entonces no le quedaría más que aceptar que se repitan elecciones.

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"Por el momento está manejando la transición a un próximo gobierno. No tiene otra alternativa, porque muchos legisladores de su partido no quieren arriesgar sus escaños con nuevas elecciones. Pero su futuro está abierto y depende de si aparece un sucesor con buen perfil", afirma el politólogo y profesor de la U. de Bonn, Tilman Mayer.

En la prensa, donde hasta hace poco era raro encontrar críticas tan directas a Merkel, hoy no son extraños los editoriales y artículos planteando que Merkel retire su opción como Canciller para el próximo gobierno.

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Casos similares

No es algo fácil de resolver. A diferencia de Adenuaer en 1961 o Kohl en 1994, Merkel se ha encargado de no tener ningún sucesor al que el partido pueda orientarse. "Merkel ya alcanzó el zenit de su poder en 2013… Se la puede acusar de muchos errores debido a su forma de hacer política, pero se le debe reconocer que es dura y estratégica, como para mantenerse por un buen tiempo en el poder", asegura el politólogo Hans Jörg Hennecke.

El "tipo de hacer política" al que se refiere Hennecke es su exacerbación de la política de consensos que Die Spiegel, en su editorial, acusa como la razón del deterioro de la democracia alemana. Merkel es famosa por recluirse en el centro del espectro político, siendo capaz de cambiar radicalmente sus decisiones, según el ánimo de la opinión pública, aunque esto implique hacer propias banderas de otros partidos. Un ejemplo fue la repentina decisión de poner fin al programa de energía nuclear del país, en 2011, apenas seis meses después de haber anunciado su fortalecimiento para abaratar costos y mejorar la productividad. La decisión le valió el aplauso de la izquierda verde y un alza de su aprobación en las encuestas, después de todo, el temor ciudadano por Fukushima estaba a flor de piel.

Pero su política más controvertida es la migratoria. La decisión de abrir las fronteras del país a más de un millón de indocumentados en septiembre 2015 generó una serie de problemas internos y con los socios europeos. Tras el atentado en el mercado de Navidad de Berlín en 2016, cometido por un terrorista islamista tunecino que se hizo pasar por refugiado sirio y que tenía orden de deportación, Merkel cambió su discurso, defendiendo mayores controles e incluso apoyando acelerar las deportaciones. Ya cerca de las elecciones, Merkel adoptó un discurso aún más duro desdiciendo su "política de la bienvenida", en un intento por frenar el ascenso del nacionalista AfD. Fue tarde.

"Su autoridad se debilitó… Su inmanejable política migratoria condenó al país a varios años de problemas de integración, conflictos y desafíos a la seguridad nacional", afirma Patzelt, quien coincide con quienes también señalan a Merkel como responsable del ascenso del AfD.

La llegada del partido de derecha al Bundestag, el primero desde la II Guerra Mundial, desestabilizó el escenario del poder, y establece un nuevo desafío a la hora de proyectar las alianzas de gobierno.

Por ahora son pocos los que apuestan por un fin del gobierno de Merkel en el corto plazo. Aunque Hennecke pronostica: se formará una gran coalición con dificultad, y esta fallará prematuramente.

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