Riqueza y prosperidad

JAVIER PINTO UANDES2

Por Javier Pinto. Los recursos económicos son fundamentales para la prosperidad, pero a veces la riqueza mal entendida puede hacernos perder prosperidad del mismo modo que la pobreza.




La formación de los ingenieros comerciales gira en torno no sólo a la adquisición de habilidades técnicas, como las que se enseñan en disciplinas fundamentales como las finanzas, la econometría o el marketing, entre otras. Sino también a ciertas habilidades que son de orden más humanista. En este último aparecen las consideraciones acerca de la finalidad de la carrera profesional, el sentido social de la empresa y el comercio, la ética empresarial y la misma vocación del ingeniero comercial, entre otras.

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Ahora bien, el asunto de la vocación es fundamental, no sólo por razones de motivación, sino también de ética. En estricto rigor, sin una vocación clara, la ética profesional no tiene arraigo posible. Pero ¿cuál es la vocación del ingeniero comercial? En el caso de los médicos, por ejemplo, hay una opinión común o tiende a comprenderse de modo general, que es la salud de los pacientes. Para los abogados, también, pues se considera en general que es la justicia en las relaciones civiles. En el caso de los ingenieros comerciales, podemos decir que -por definición negativa- la vocación no puede ser el dinero. Entre otras razones, el dinero no puede ser un elemento vocacional, porque tiene una naturaleza meramente instrumental, reviste características de un medio de tipo material y nadie puede sensatamente tener vocación por un objeto (eso es más bien un fetiche, una forma de adoración al becerro de oro, pero no una vocación en el sentido más estricto). Sin la intención de profundizar en la naturaleza de la vocación del ingeniero comercial -que esencialmente es el trabajo- querría referirme a un aspecto de ella que tiene una relevancia no menor: la riqueza.

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Aunque uno crea lo contrario, no es la mayoría de los alumnos de ingeniería comercial los que definirían su vocación cómo la búsqueda de la riqueza, pero sí una buena parte de ellos. Ahora, el asunto relevante no es una consideración estadística -el porcentaje de futuros ingenieros comerciales que buscan la riqueza como una cuestión vocacional-, sino la misma definición de riqueza que reclama una discusión como esta.

La riqueza es básicamente la acumulación de activos personales y se relaciona con la categoría de millonario. Ahora, en estricto rigor, la riqueza no tiene un carácter de fin -no es un fin último-, sino que es instrumental, sirve para conseguir algo distinto de ella. Casi nadie quiere ser rico porque sí, sino para vivir bien. La riqueza se ordena más bien a una calidad de vida esperada o, dicho de otro modo, a una forma de prosperidad, más que a una cuenta corriente particularmente abultada.

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Lo interesante de esto es que cada cual puede definir su forma de prosperidad de modo muy distinto. Es absurdo sostener que toda persona vivirá realmente bien cuando tenga US$1 millón. Cómo se vive bien es una decisión personal y muy variada. Ahora, si lograr vivir bien, teniendo los recursos necesarios para ello, es prosperidad, entonces cada cuál definirá sus estándares de prosperidad. Unos se considerarán prósperos con más, otros con menos. Quizás lo que yo necesito para "vivir bien" no es lo mismo que necesita mi vecino. La prosperidad es una cuestión relativa a la propia cultura, la historia personal y familiar, el propio carácter, etc.

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Pero, aunque es relativa a cada cual, la prosperidad tiene algunos elementos generales o comunes. Uno de ellos se traduce en una forma de vida tranquila y en paz. Quien vive prósperamente tiene un pasar sin sobresaltos y logra dedicar parte importante de su tiempo a las actividades que lo desarrollan. Es próspero quien tiene tiempo para su familia y sus amigos, quien tiene acceso a la cultura y el entretenimiento, quien puede instruirse y educarse, quien puede descansar en el período de vacaciones, quien tiene una vivienda que le permite hacer una vida familiar o personal con comodidad. Lo interesante de esto es que todo lo anterior requiere recursos económicos, pues en la pobreza no hay naturalmente una forma de prosperidad. Pero también es cierto que un exceso de riqueza -o una búsqueda desenfrenada de ella- también nos hacen menos prósperos. Quien tiene muchos bienes que administrar, quien busca enriquecerse de manera exagerada, puede pasarse la vida viviendo muy mal, nunca en paz, sin tiempo para su familia o sus amigos, sin posibilidades de descansar, sin acceder a la cultura y la entretención, etc. En fin, los recursos económicos son fundamentales para la prosperidad, pero a veces la riqueza mal entendida puede hacernos perder prosperidad del mismo modo que la pobreza. Cuando distinguimos entre riqueza y prosperidad podemos pensarnos mejor cómo queremos vivir nuestra vocación, de lo contrario corremos el riesgo de pasarnos la vida en búsqueda de una quimera, y eso no es vida -ni prosperidad- para nadie.

*El autor es profesor de Ética Empresarial Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales Universidad de los Andes.

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