Bruno Bimbi, activista LGBT+: “Para combatir la homofobia no alcanza con decir que estás en contra de ella”

Bruno Bimbi

El escritor y periodista argentino, y autor de los libros Matrimonio igualitario y El fin del armario, estuvo en Chile realizando charlas. En esta entrevista comparte reflexiones sobre la nueva Constitución, sus aprendizajes en lucha de derechos y un diagnósticos del Chile moderno.


Sentado desde su habitación de hotel, Bruno Bimbi dice: “Imagina si tuviéramos una máquina del tiempo y pudiéramos llevar a un joven homosexual del siglo 17, al siglo 19. Cuando llegara, su vida como joven homosexual no habría cambiado nada. Pero, si en vez fuera un joven de la década del 60 y lo trajéramos a nuestros días, en un lapso mucho menor de tiempo, se encontraría con que realmente hay muchas cosas que han cambiado en estas últimas décadas. Sin embargo, esos cambios fueron desiguales”.

Comienza hablando el activista por los derechos LGBT+, que ha coordinado campañas electorales en Brasil, trabajó como community manager de Petra Costa, directora de un documental nominado al Oscar. Y dentro de sus acciones más destacables y que lo llenan de orgullo, fue uno de los responsables por las campañas que permitieron la conquista del matrimonio igualitario en Argentina y Brasil, y ayudó a organizarla en Ecuador.

Ayer se presentó ayer en la librería Catalonia para dar un conversatorio sobre su libro El fin del armario y profundizar en el cambio de época y dificultades de las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y más, en cuanto a derechos.

Bimbi comenta que a Chile “le costó más tiempo comenzar el cambio”, dando como ejemplo la Ley de Matrimonio Igualitario, que entró en vigencia 12 años después que Argentina, en marzo de este año.

Sin embargo, pese a este retraso, Bimbi considera y recalca que la nueva constitución es una oportunidad para Chile de ser pionero en cuanto a derechos LGBT+.

El argentino, experto en estas temáticas, estuvo en el país y entre sus actividades se reunió con el ministro de Educación, Marco Ávila y el asesor de subsecretaria de Derechos Humanos, para hablar de políticas de educación respecto a inclusión de disidencias y minorías, salud mental y posible ley contra incitación al odio.

¿Cómo nace tu interés por el activismo?

Yo tenía una militancia política desde muy chico. Estaba en el centro de estudiantes cuando estaba en secundaria. Milité en un partido político de izquierda en Argentina y mi militancia era más partidaria. En los movimientos de derechos humanos participé durante mucho tiempo de las asambleas de Memoria, Verdad y Justicia. Y en determinado momento, cuando yo hacía poquito tiempo que había salido del armario, conocí en Brasil a Pedro Zerolo. Él estaba dando una charla en el Foro Social Mundial, cerca del Puerto Alegre, y estaba contando con muchísimo orgullo que ese año, era 2005, por fin las parejas del mismo sexo se iban a poder casar en España.

En ese momento hablar de matrimonio igualitario en España parecía algo muy difícil y era mucho más difícil hablar de matrimonio igualitario en América Latina. Pero Pedro estaba seguro de que la ley se iba a aprobar. Lo decía con orgullo y dijo ‘ustedes tienen que ser los próximos, Argentina tiene que ser el próximo país, porque si Argentina logra aprobar el matrimonio igualitario, eso le va a abrir la puerta a Brasil, Chile, Uruguay y otros países. Vamos a poder desde ahí irradiar una onda de esperanza, de cambio’. Y tenía razón.

Después María Rachid y Esteban Paulon me convocaron a formar parte de la Federación Argentina LGBT, de la que fui secretario de las instituciones y prensa, portavoz en frente a los medios de comunicación. Y bueno, es la causa que tiene que ver con nuestra vida, que tiene que ver con nuestros derechos civiles y con nuestra felicidad. Es algo que me enorgullece mucho, que en Argentina hayamos podido dar ese primer paso que ayudó a otros países de América Latina.

¿De qué tratan tus libros Matrimonio igualitario y El fin del armario?

El fin del armario es un libro muy distinto a Matrimonio igualitario, porque Matrimonio igualitario cuenta una única historia, con muchísimo detalle, de cómo se llegó al matrimonio igualitario desde las primeras reuniones, cuando éramos tres gatos locos en la casa de María Rachid, imaginando algo que parecía absolutamente imposible, como cambiar la ley de matrimonio civil en Argentina.

El fin del armario no es un libro que cuente una única historia. Es un libro que trata de reflejar un cambio de época de la vida de las personas del siglo 21, y que para hacerlo aborda esa vida desde distintos ángulos. Por un lado contando varias historias ocurridas en distintos lugares del mundo. Por otro, tiene varios capítulos que son más explicativos, que tratan de abordar muchas dudas que mucha gente tiene sobre distintas cuestiones relacionadas a la vida de las personas LGBT. También cosas quizás un poco más complejas, como hablar sobre las investigaciones genéticas en torno de la orientación sexual y la homosexualidad. O hablar de cuestiones históricas, contar cómo nació el orgullo, el avance y los derechos en distintos países del mundo.

Es un libro que también trata de abordar de manera un poquito más teórica a veces el origen de los prejuicios. Hablar, por ejemplo, de religión, hay un capítulo entero que se dedica a estudiar lo que dice la Biblia y cómo distintos pasajes bíblicos son utilizados por líderes religiosos para justificar su homofobia, falsificando el texto, cambiando las traducciones, interpretándose de manera totalmente descontextualizada, ahistórica, agregándole cosas que no tendrían sentido en el tiempo en el que esos textos fueron escritos.

Es decir, es un libro en ese sentido bastante diverso. Y diverso también porque habla de lesbianas, de bisexuales y trans, aunque lo hace desde la mirada de un hombre gay y con las limitaciones de quien no vive otras realidades.

Bruno Bimbi junto a ONG Todo mejora

Desde tu trayectoria y estudios en derechos LGBT+, ¿Cómo encuentras que está Chile?

A mi me parece que Chile es un país al que le costó más tiempo comenzar el cambio. Recuerdo cuando iniciamos la campaña por el matrimonio igualitario en Argentina, hablando con activistas de Chile, ellos lo veían como algo mucho más lejano. Nos decían que es una sociedad más conservadora, que la derecha extrema tiene un peso político mucho más grande que en Argentina, en el que la Iglesia católica todavía es muy fuerte y conservadora.

Y Chile tardó un poco más, pero hubo un momento que fue quizás un marco: el asesinato de Daniel Zamudio, que impactó a la población chilena de manera general y que mostró de la manera más horrible, cruda y más espantosa de lo que significa la homofobia.

Y que para combatir la homofobia no alcanza con decir que estás en contra de ella, sino que hay que aprobar leyes, hay que generar políticas, hay que hacer cosas concretas para que eso se acabe.

Hoy Chile tiene matrimonio igualitario, tiene un asunto de identidad de género, todavía le faltan muchas cosas y me parece que hoy el debate que están teniendo sobre su nueva Constitución es una gran oportunidad, que yo espero que no se desperdicie.

¿Qué destacas de la nueva Constitución?

He leído los capítulos de la propuesta de la Constituyente y creo que va a ser un gran paso adelante. Me interesa muy particularmente la propuesta sobre educación sexual integral con perspectiva de género e inclusión de las diversidades en las escuelas. Me parece que es el paso más importante que falta para combatir la homofobia.

Creo que Chile está avanzando y creo que hoy tiene oportunidad, porque hay un cambio político con una nueva generación, más joven, con ideas más próximas al siglo 21. En ese sentido, veo con bastante simpatía la propuesta del gobierno de Boric y creo que representa a una izquierda más contemporánea, que ve toda una serie de agendas y problemas que la izquierda del siglo pasado no veía. Que tienen que ver con los derechos de la mujer, con las cuestiones ambientales, con los derechos LGBT+. Y me parece que eso es una oportunidad para Chile también.

Por ejemplo están los artículos que hablan de la protección de la familia, de todas las familias, dejando en claro que todas las configuraciones familiares tienen que estar protegidas de igual manera por el Estado. O el capítulo en el que se habla de la discriminación, y explícitamente la Constitución prohíbe la discriminación por orientación sexual e identidad de género, algo que pocas constituciones del mundo tienen. Muy poquitas. O el capítulo el que habla de la educación sexual y dice que todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a recibir educación sexual integral, con perspectiva de género, con inclusión de las diversidades. A lo que no sé si hay alguna constitución del mundo que ya lo tenga. Es una oportunidad extraordinaria y espero que los chilenos aprueben la nueva Constitución.

¿Y cómo se presenta Chile en comparación con otros países de la región?

Es evidente que hay algunos países donde la situación es mucho más lenta y mucho más difícil, inclusive porque en algunos países de América Latina la discusión sobre los derechos de las personas LGBT+ es una discusión que polariza los dos hemisferios del sistema político. O sea, hay una izquierda que mayoritariamente los defiende y hay sectores de derecha extrema, y yo diría que es el caso de Brasil y Chile, que se oponen a las leyes y las utilizan como un enemigo a ser enfrentado.

Hay otros países donde el avance si bien fue impulsado principalmente por sectores de izquierda progresistas, contó con el apoyo de sectores de derecha, como fue el caso de Argentina. Y hay algunos países donde se da el extremo opuesto, y tanto los partidos de derecha como los de izquierda, por lo menos los más importantes, están en contra de los derechos LGBT+. Y es el caso, por ejemplo, de lo que sucedió en Perú recientemente, en las elecciones en la que se enfrentaban una candidata de extrema derecha y un candidato supuestamente extrema izquierda, que ambos tenían discursos profundamente homofóbicos y eran contrarios a los derechos de la población LGBT+, o a los derechos de la mujer y sus derechos sexuales y reproductivos.

O se da el caso de Nicaragua o de Venezuela que tienen dictaduras, autoproclamadas de izquierda o progresistas y que en realidad no son muy diferentes de lo que sería una dictadura militar clásica, o de lo que es el gobierno de Bolsonaro en Brasil. Quizás el presidente más parecido a Bolsonaro que hay en este momento en América Latina sea Nicolás Maduro y en esos países los derechos LGBT+ no avanzan.

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