Columna de Rodrigo Astorga: “Los Límites Planetarios: un llamado urgente a repensar el desarrollo”


En los estudios de sustentabilidad, comúnmente las causas y consecuencias de los cambios ambientales son estudiadas a través del marco analítico de “límites planetarios”. Estos límites definen el espacio operativo seguro para la humanidad con respecto al sistema terrestre, y están asociados a los subsistemas o procesos biofísicos del planeta. Se representan nueve áreas clave a través de umbrales en las que la actividad humana está teniendo un impacto significativo, y que, al exceder estos límites, corremos el riesgo de desencadenar cambios drásticos y potencialmente irreversibles en los sistemas naturales de la Tierra.

El cambio climático no es el único límite planetario que estamos sobrepasando. Imaginemos que estamos haciendo un chequeo médico sobre el estado de salud de una persona, y para ello contamos con nueve indicadores de su condición: lesiones, potenciales enfermedades hereditarias, estilo de vida, contaminación en el lugar en que vive, exámenes de sangre, etcétera.

Teniendo esto en cuenta, tenemos tres momentos del tiempo en que hemos revisado el estado de salud de nuestro planeta. ¡Los resultados son alarmantes, y nos muestran que actualmente excedemos 6 de los 9 parámetros! Estamos en una situación seria, y por lo mismo, debemos informarnos bien y hablar sobre las opciones de tratamiento. En primer lugar, hagamos un desglose de los límites siguiendo nuestra metáfora médica.

1. La crisis climática representa una grave amenaza para nuestro planeta. Las emisiones desmesuradas de gases de efecto invernadero están calentando el planeta, lo que a su vez altera los patrones de precipitación a nivel mundial y aumenta la frecuencia de eventos meteorológicos extremos. Este fenómeno también intensifica sequías, incendios e inundaciones, así como el derretimiento de los glaciares. Es comparable a una infección que provoca fiebre, y no estamos tomando las medidas necesarias para mejorarnos.

2. La contaminación química es otro desafío crítico. Controlar la liberación de sustancias tóxicas en nuestro entorno es crucial. Consumir estas sustancias puede tener efectos desde leves, como dolores de cabeza o náuseas, hasta graves, como convulsiones o coma. En los casos más extremos, la intoxicación puede ser letal. Prácticamente todos los productos químicos pueden actuar como tóxicos si la concentración es lo suficientemente alta.

Foto: Reuters

3. El agotamiento de la Capa de Ozono es un problema que surge de la disminución crítica de esta capa protectora, la cual nos defiende de la radiación ultravioleta del sol. Este fenómeno se debe al uso de compuestos como los CFCs y halones. Su impacto es equiparable a no usar protector solar en la playa, lo que aumenta el riesgo de quemaduras solares y cáncer de piel.

4. La carga de aerosoles en la atmósfera está estrechamente vinculada a la calidad del aire y está teniendo consecuencias adversas en la salud humana y en el equilibrio climático. Residir en una ciudad con altos niveles de contaminación en el aire incrementa el riesgo de infecciones respiratorias, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer de pulmón.

5. La acidificación del océano indica el nivel de acidez del agua marina, resultado del exceso de absorción de dióxido de carbono. Esto afecta directamente a la vida marina, especialmente a los organismos que poseen conchas o esqueletos de carbonato de calcio, lo que repercute en los arrecifes y, por ende, en toda la cadena alimentaria. Esta situación puede compararse con el consumo excesivo de azúcar, que puede desencadenar obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes, depresión, entre otras.

6. La gestión adecuada de los ciclos biogeoquímicos es crucial, especialmente en lo que respecta al nitrógeno y fósforo utilizados en la agricultura. Estos nutrientes, en los ciclos naturales del planeta, terminan en los mares, generando eutrofización, un exceso de nutrientes que puede desencadenar la proliferación excesiva de algas con la consecuente disminución de oxígeno, o intensificar fenómenos como la marea roja. En una analogía con el cuerpo humano, consumir excesivamente alimentos ricos en colesterol aumenta el riesgo de enfermedades cardiacas.

7. El uso de agua dulce se refiere a la cantidad de agua proveniente de fuentes naturales (como ríos, lagos y acuíferos) que se extrae y se utiliza para diversas actividades humanas, como consumo humano, riego agrícola, industria y generación de energía. El término “agua azul” se utiliza para describir el agua superficial almacenada en ríos, lagos y acuíferos que es accesible para el uso humano. Esta es la forma de agua más comúnmente utilizada en las actividades diarias. El término “agua verde” se refiere al agua que se almacena en el suelo para las plantas. Aunque no se utiliza directamente por las personas, es esencial para el funcionamiento de los ecosistemas naturales y para mantener la vegetación y los ciclos hidrológicos saludables. La importancia del agua en un cuerpo humano es transcendental, consumir suficiente agua diariamente radica en sus diversas funciones, como el transporte de nutrientes a las células, la colaboración en el proceso digestivo y en la circulación sanguínea, así como en la contracción de los músculos y la flexibilidad de los tejidos. Además, interviene en el funcionamiento óptimo del cerebro y los nervios, entre otras funciones vitales. ¡El agua es vida!

Foto: Reuters.

8. Evitar la alteración excesiva de los ecosistemas naturales debido a actividades humanas como la deforestación y la urbanización es esencial para prevenir el cambio en el uso del suelo. Imaginemos un cuerpo lleno de lesiones, magulladuras y traumas graves a causa de un accidente de tránsito, lo que afectaría su funcionamiento normal.

9. La pérdida de biodiversidad es un llamado urgente para evitar la extinción masiva de especies y preservar la diversidad biológica. Mantener una variabilidad genética suficiente en una población es esencial para adaptarse a los cambios ambientales y prevenir la consanguinidad. Este concepto evoca la historia de los Buendía en “Cien años de soledad”, cuando el niño nace con una cola de chancho como prueba de la corrupción familiar. Este desenlace trágico presagia el fin definitivo de la línea Buendía.

Siguiendo con la metáfora, nuestro hogar actualmente se encuentra con fiebre, intoxicado, con altos niveles de colesterol, deshidratado, machucado y con cola de chancho; nos hemos excedido completamente. Terminar en la UTI no se producirá necesariamente de la noche a la mañana, pero en conjunto los límites marcan un umbral crítico del estado de salud de nuestra biósfera. Los límites son procesos interrelacionados dentro del complejo sistema biofísico de la Tierra; esto significa que centrarse únicamente en el cambio climático -bajar la fiebre- no es suficiente para aumentar la sostenibilidad. En cambio, comprender la interacción e interdependencia de los límites, particularmente el clima y la pérdida de biodiversidad, es clave desde una perspectiva científica y práctica.

El imperativo de construir un mundo más resiliente y justo

Es evidente la necesidad de replantear y reformular nuestras métricas económicas en el contexto actual de desafíos ambientales y limitaciones planetarias. Para lograr una verdadera prosperidad, es imperativo dejar de considerar el crecimiento económico como métrica única, sino también la salud y la integridad de los sistemas naturales que nos sustentan, y sociedades más cohesionadas. Esto implica la formulación de objetivos comunes y metas claras para indicadores clave de bienestar humano y ambiental, así como la orientación de políticas públicas y acuerdos amplios hacia la consecución de estos objetivos.

Requerimos un cambio fundamental en la forma en que concebimos y medimos el éxito de una sociedad, instándonos a adoptar estrategias de desarrollo que promuevan la regeneración de los ecosistemas y una distribución más justa de las cargas ambientales, y los costos/beneficios del modelo de desarrollo. El objetivo es que nos ubiquemos dentro del espacio operativo seguro, donde podamos encontrar prosperidad dentro de nuestras capacidades reales.

Foto: Agencia Uno.

Para lograr un desarrollo económico equilibrado, sostenible y justo, es esencial integrar una perspectiva de corto y largo plazo junto con la consideración de los límites planetarios y la desigualdad. En el corto plazo, se deben priorizar inversiones que promuevan el crecimiento económico mientras se respetan los límites ambientales: el éxito de la mitigación y adaptación a la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua dulce, etcétera, vendrá determinado por el tipo de inversiones que se realicen hoy y su relación con los objetivos socioeconómicos. Además, políticas que impacten la desigualdad económica deben ser parte integral de las medidas a corto plazo. En muchos sentidos el futuro es el resultado de las decisiones que tomamos en el presente.

A mediano y largo plazo, debemos poner atención en la investigación y desarrollo de tecnologías para la transición socioecológica, la educación, la generación de empleos verdes, la promoción de una economía circular, la protección de los ecosistemas terrestres y marinos, y la reducción de las especies invasoras, entre otros. Esta combinación estratégica busca no solo una mayor prosperidad económica, sino también el respeto y la protección de los recursos finitos de nuestro planeta y la promoción de una sociedad más justa.

Un modelo de desarrollo significa establecer instituciones –reglas del juego- centradas en la consecución de determinados objetivos sociales, a menudo basados en la mejora del bienestar de todas las personas y la gestión adecuada de los recursos naturales. Esta arquitectura institucional implica a un conjunto diverso de actores, entre los que se incluye el Estado, organizaciones multilaterales, organizaciones no gubernamentales, pequeñas, medianas y grandes empresas, organizaciones comunitarias y vecinales, voluntarios locales, etc. ¿Somos capaces en Chile de reimaginar -en conjunto- un modelo de desarrollo que contemple los límites planetarios y que busque el aporte virtuoso de la sociedad en su conjunto hacia una prosperidad colectiva? Creo que todavía no tenemos una respuesta que satisfaga a todos. No obstante, existen algunas pistas que nos permitan reimaginar un nuevo modelo de desarrollo en mayor armonía con la naturaleza.

Sostenibilidad y Desarrollo: Abordando Desafíos de Chile en el Siglo XXI

La fundación Heinrich Böll busca contribuir a la emergencia de un pensamiento económico transformador, que integre las dimensiones medioambientales, sociales y económicas, dado el escenario de límites planetarios y estrategias de desarrollo actuales a las que claramente les ha llegado su fecha de expiración.

En primer lugar, es capital continuar con la transición energética hacia fuentes limpias y renovables, al igual que la electrificación de la economía, e invertir en tecnologías y prácticas que promuevan la eficiencia energética. Esta transición no solo mitigaría los efectos del cambio climático, sino que también reduciría la contaminación local, mejorando la calidad de vida de las comunidades. Es trascendental que el enfoque de la transición energética sea de generación distribuida bajo lógicas de ordenamiento territorial. Dicha generación serviría para el autoconsumo de electricidad, y permitiría la inyección del excedente al Sistema Eléctrico Nacional. El objetivo podría ser tener costos y precios de la electricidad cercanos a cero, seguridad energética, una restricción externa más holgada (entre un 15% y 20% de todo lo que importa Chile en un año son combustibles fósiles) y un costo marginal del uso del capital cercano a cero. Esto sería un estímulo para la formación bruta de capital fijo y la reconversión de nuestra economía.

Asimismo, la promoción de una economía circular es esencial. Esta perspectiva implica la maximización de la eficiencia en el uso de recursos, la reutilización y el reciclaje de materiales e insumos, y la reducción de la generación de residuos. Al adoptar prácticas de producción y consumo más responsables, se puede mitigar el agotamiento de recursos naturales y disminuir el impacto ambiental de nuestras actividades económicas. Debe estar en el centro de la estrategia la gestión regenerativa de nuestros recursos naturales. Es decir, avanzar hacia modelos de negocio en que se busque un equilibrio entre el uso de los recursos y la capacidad de regeneración de los mismos, asegurando así un flujo constante de beneficios a lo largo del tiempo. La gestión responsable del agua, así como el cuidado de nuestros glaciares, se revela como un pilar estructural en la transformación hacia una economía sostenible.

Evidentemente hay desafíos inherentes a la extracción de recursos no renovables debido a los impactos ambientales y sociales asociados; debemos lograr que las compañías trabajen para implementar prácticas responsables y tecnologías más limpias para minimizar sus impactos negativos en la producción. En el contexto de la minería, la tasa óptima de producción debe equilibrar la maximización del valor presente neto de los recursos extraídos, considerando los costos de extracción, las externalidades y los precios proyectados, con la necesidad imperante de preservar la sostenibilidad a largo plazo. Debemos conciliar la viabilidad económica con la responsabilidad ambiental y social inherente a la actividad minera. Un piso mínimo en el cual necesitamos avanzar es el uso de evidencia científica y mecanismos tripartitos en las rendiciones de cuenta, promoviendo la transparencia y el acceso abierto a la información pertinente. Además, la regulación y fiscalización efectiva son esenciales para establecer un marco que incentive a las empresas a reducir la conflictividad socioambiental.

La conservación de la biodiversidad y la protección de los ecosistemas también deben ser prioridades. Esto incluye la gestión y financiamiento de nuestras áreas protegidas, así como la restauración de hábitats degradados – por ejemplo, zonas de sacrificio-. La salud de los ecosistemas es fundamental para nuestra propia supervivencia, ya que proveen servicios vitales como la polinización, la purificación del agua y la regulación del clima. Podemos crear una marca país al igual que Costa Rica –Pura Vida-, que se caracteriza por su enfoque en el turismo sostenible. Costa Rica cuenta con una red extensa de parques nacionales (más del 25% del territorio) y reservas biológicas que protegen su biodiversidad única. Por su parte Chile, a pesar de no ser el país con más biodiversidad de la región, cuenta con 88 de los 110 tipos de ecosistemas presentes en el planeta, y tiene sobre un 21% del territorio continental protegido. Sin embargo, somos uno de los países que menos recursos destina a la conservación en la región. Si bien nuestra superficie de áreas protegidas terrestres y marinas ha ido aumentando en los últimos años, no lo ha hecho en la misma proporción los recursos destinados a la administración, gestión y cuidado de las mismas. Recientemente se aprobó el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, todavía hay que montar el sistema y queda espacio para enormes avances.

La redistribución es crucial para promover la justicia social al brindar oportunidades más equitativas. Al reducir la pobreza y la desigualdad, se fomenta la estabilidad social y política, se estimula la economía y se contribuye a una sociedad más inclusiva y cohesionada. Además, la redistribución fortalece la legitimidad del sistema político y económico al asegurar que los beneficios y las cargas se compartan de manera más equitativa entre los diferentes estratos de la sociedad. Es esencial implementar una reforma tributaria que aumente la progresividad del sistema impositivo, gravando de manera proporcional a los ingresos y patrimonios más altos, al igual que generando incentivos económicos en la transición socioecológica. Pero también se debe invertir fuertemente en la calidad de la educación, desde la educación inicial hasta la educación superior. La educación es una poderosa herramienta al brindar más oportunidades y fortaleciendo económica e intelectualmente a las personas. Permite construir talentos y capacidades que luego tienen un impacto significativo en la economía, y fomenta la participación activa de la sociedad en su conjunto en la toma de decisiones.

Los que piensan en el largo plazo ganan una maratón. Por ejemplo, políticas educativas y laborales con visión de futuro crean las cualificaciones necesarias a largo plazo para que la gente invierta en nuevas tecnologías: desde especialistas en bombas de calor, a expertos en reciclaje de baterías de litio, pasando por instaladores de sistemas solares. Es crucial promover políticas que estimulen la creación de empleos dignos y bien remunerados, junto con políticas de protección social y seguridad social robustas. La transición debe incorporar elementos de reconversión laboral; nadie debe quedar atrás. Avanzar en equidad de género es un imperativo moral.

Otra dimensión vital se refiere a la productividad. En Chile, esta quebró su tendencia desde los años 90′s, con leves repuntes en cortos periodos. Tomando la idea de Schumpeter, requerimos acelerar el proceso de creación destructiva, es decir, el proceso de mutación industrial que incesantemente revoluciona las estructuras económicas desde dentro, destruyendo las viejas y creando las nuevas. Alcanzar metas de sustentabilidad requiere un recambio del capital y los métodos de producción; las empresas en Chile tienen mucho margen de progreso. Con menor poder de mercado y mayor competencia, los precios disminuirían y se mejoraría la asignación de recursos, se impulsaría la productividad y el cambio tecnológico. Otorgar mayores atribuciones a las instituciones que regulan la competencia es esencial y contribuiría a generar incentivos para que el sector privado se concentre en invertir e innovar.

Como partimos diciendo, nuestro hogar y país se encuentran en riesgo porque nos hemos excedido completamente. La clave para mejorar nuestro estado de salud es establecer un relato político, cultural, económico y social en cuanto a la oportunidad que tenemos para cambiar de hábitos y someternos a tratamiento. Requerimos que distintos actores sumen sus miradas para definir un relato que fije la visión en torno a lo posible, y que este relato sea desarrollado y compartido por la mayoría de los actores de la sociedad. Nadie dice que será fácil, es complejo tener acuerdos y continuidad, es decir, un enfoque estratégico y coherente en el tiempo. Superar la vieja discusión de Estado versus mercado; una vez definidos objetivos comunes podemos resolver qué instrumentos resultan más efectivos.

La política tiene la capacidad de formular una visión que marque el rumbo. Al fijar los objetivos sociopolíticos a los que debe contribuir la economía, la política crea claridad sobre dónde realizar inversiones valoradas socialmente. La economía puede desarrollarse a través de la inversión si se crean certezas, y si el Estado logra canalizar las expectativas sociales, creando así confianza en que también habrá nuevos modelos de negocios durante y finalizada la transición. El marco que proporcionan los compromisos claros de los gobiernos y las políticas de Estado liberan el poder de soluciones reales basadas en el mercado. ¿Seremos capaces de implementar un plan bien pensado teniendo en consideración nuestros límites? Partamos por reimaginar juntos nuestro futuro.

*Rodrigo Astorga Hering es economista especializado en Medio Ambiente y Coordinador del Programa de Transición Socioecológica de la Oficina Santiago de Chile de la Fundación Heinrich Böll.

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