La joven venezolana que vino a Chile a realizar su transición

Valentinna

Valentinna Rangel, publicista de 26 años, cuenta los momentos más oscuros de su vida y cómo salió adelante perseverando cumplir la meta que se propuso a los 15 años: comenzar la transición al sexo femenino.


Hace tres años la venezolana Valentinna Rangel llegó a Chile, debido, entre otras cosas, a la crisis económica y humanitaria que vive su país. Sin embargo, su foco estaba en comenzar una vida nueva, una en la que nadie conociera su pasado y así ella pudiera cumplir el sueño que se propuso hace más de diez años: comenzar su transición al sexo femenino.

Estudió publicidad en Venezuela y, actualmente, está terminando un magister en Gerencia Estratégica de la Comunicación en la Uniacc, donde ya cambiaron su nombre legal por su nombre social, Valentinna.

Además de eso, tiene una activa presencia en redes sociales, las que usa para mostrar el proceso por el que tienen que pasar las personas trangénero. "La sociedad solo muestra a los que ya son hombre o mujer, pero no muestra la transición de un género al otro, que es lo más difícil. Decidí hacer esto para empoderarme", dice.

Rangel cuenta que siempre supo su identidad de género, siempre se sintió mujer a pesar de haber nacido biológicamente con el sexo masculino. "Antes tenía miedo de decir que soy transgénero, a pesar de saber que mi familia me apoyaría. Tenía miedo de que no haber podido estudiar o tener un empleo, de quedarme sin familia y sin amigos. En Venezuela está el estigma de que las trans son todas están solas y son prostitutas. Yo no quería tener esa etiqueta".

Es por eso que cuando tenía 15 años decidió hacer un plan de vida: estudiar mucho, ganar dinero e irse de Venezuela para comenzar su transición.

Pero su vida allá no fue fácil. En 2002, murió su madre. "Una madrugada comenzó a convulsionar, la llevaron al hospital y le dijeron que tenía un tumor en el cerebro. Lograron sacarle una parte del tumor, pero quedó en estado vegetal. Le dieron 48 horas para que despertara, pero no lo hizo. De hecho, mi nombre tiene doble "n" por mi mamá, Neida, que es lo más importante en mi vida".

Los papás de Valentinna se separaron cuando ella tenía dos años y no tuvo mucho contacto su padre. Por eso, cuando su mamá murió, se fue a vivir con su abuela y, en la casa, de al lado se ubicaron sus tres hermanos. Pero su abuela falleció dos años después de esto, yéndose a vivir con su tía.

¿Acaso no quieres ser mujer?

Tenía 20 años cuando se normalizó como gay, sabía que había algo que no encajaba en ella y pensó que tal vez era eso. Pero cuando se lo contó a su tía, ella le pregunto: "¿Pero es que acaso no quieres ser mujer?".

"Ahí comprendí que identidad de género no es lo mismo que orientación sexual. Mi tía me contó que a los cinco años mi mamá me llevó al psicólogo porque yo era muy femenina y no me gustaba que me vistieran con ropa de chico. Me hicieron un examen hormonal, que claramente no sirvió para conocer mi identidad de género, así que mi mamá investigó sobre el tema y preparó a mi familia. Les dijo que yo siempre iba a ser diferente y que tenían apoyarme", dice Valentinna.

En 2014, otra tragedia llegó a su vida. Su hermano murió asesinado en Venezuela cuando intentaban robarle su teléfono, algo que Rangel dice, es muy común allá. Años después, su mejor amiga murió de cáncer. Valentinna cuenta: "Necesitaban de albúmina humana, para mantener viva a mi amiga. Sus papás compraron la medicina en Colombia, pero no dejaron que el remedio ingresara al país. Se quedaron con todas las cajas de albúmina que los padres había comprado y mi amiga murió en la UCI el primero de enero de 2015".

Rangel explica que ha salido adelante porque tiene una filosofía de vida que implica mucho humor. "Hace poco me asaltaron, me robaron el teléfono, y me lo tomé con humor, porque de qué me sirve apegarme a un teléfono. Mi vida es muy simplista, no me enrollo con las cosas. Creo que en nuestra región del mundo nos han enseñado a apegarnos demasiado, pero a mí la vida me enseñó a no apegarme. Con cada cosa que me va pasando, mientras más simple vea las cosas, menos voy a sufrir. El hecho de ser simplista me ayudó aguantar 10 años queriendo hacer la transición y no poder hacerla".

La llegada a Chile

Valentinna cuenta que se vino a Chile porque acá vive su mejor amigo y parecía que habían más oportunidades de trabajo que en Venezuela. Quería vivir en un lugar lejos de su hogar, donde pudiese comenzar desde cero para hacer su transición tranquila.

"Cuando comencé a independizarme aquí y a lograr las cosas que me propuse, Valentinna quiso salir. Me costaba, me daba miedo. En ese momento estaba subiendo de cargo en la empresa en que trabajaba y estaba avanzando en el postgrado. Así que decidí aguantar un poco más, y a deprimirme al mismo tiempo", cuenta.

A inicios del año pasado, Rangel cuenta que comenzó a somatizar todo con jaquecas, nauseas y terminó en el otorrino porque tenía una gran inflamación. El doctor le dijo que eso era tensión muscular y que debía ir al psiquiatra. "Cuando fui al psiquiatra le conté que quería comenzar mi transición. Me preguntó por qué quería comenzar el reemplazo hormonal y le dije que, simplemente, era para seguir viviendo".

Por esas cosas de la vida, comenta Valentinna, terminó en el Hospital Barros Luco, uno de los lugares donde está el proyecto de salud trans. "Contamos con acompañamiento psiquiátrico, psicológico y endocrino. Voy a cumplir seis meses con tratamiento hormonal. No creo que haya nacido en el cuerpo equivocado, solo que no me siento conforme. Así como también hay personas que se arreglan la nariz, se ponen senos o se inyectan botox porque no se sienten bien con su físico".

"Sin querer victimizarme, es duro ser migrante, ser mujer y transgénero", confiesa. Cuenta que en Chile le ha costado salir a la calle y no sentir miedo a que le pueda pasar algo o a que alguien la golpee. "Desde que di el paso, he visto cómo la gente hace comentarios y hay momentos incómodos. Creo que lo más terrible es que los prejuicios son personales y eso habla más mal de esas personas que de mí".

Valentinna dice que en Chile ha aprendido a tener un hogar, ya que en Venezuela nunca tuvo esa base. Vive con su novio, que también es venezolano, con su gato y sus plantas, que la hacen sentir parte de una familia.

Respecto a cómo ha sido la aceptación que ha tenido la sociedad chilena frente al tema de la diversidad sexual, Rangel dice: "Pienso que en Chile estamos en dos ferrocarriles que no van a la par. En uno tenemos el apoyo en términos de salud y de legislación en identidad de género. Pero en el otro está una sociedad que no nos acepta. Creo que hacen falta más campañas de educación, porque a mayor educación, menos ignorancia, y por ende, más inclusión. Son dos ferrocarriles que van a distinta velocidad y que tenemos que igualar".

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