El nuevo narco: de la esquina al Grindr

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Nació como una aplicación de citas anónimas ideada para la comunidad LGBT+ y se ha reconvertido en una suerte de oficina para los microtraficantes. Con 18 casos investigados a la fecha, Grindr se transformó, también, en una amenaza que logró cambiar el paradigma del tráfico de drogas.


Son las 23.28 del viernes. Hace poco más de media hora que F.I. bajó Grindr, se hizo una cuenta, terminó su perfil y le habló a un tipo que, en su presentación, prometía marihuana "fina". ¿De cuánto buscas, hermano?, le pregunta el desconocido. ¿De cuánto tienes?, contesta F.I. lo más rápido que puede. Un gramo a 10 pesitos (10 mil pesos), le dice. Está buena, agrega un minuto más tarde, convincente.

Todo comenzó hace un par de semanas, en un tercer tiempo, tras un partido de baby. Un compañero de equipo, sentado en el pasto, exhausto, sugirió fumarse un porrito para sacarse la rabia. Otro contestó rápido a la jugada: busquemos en Grindr. ¿Por qué Grindr?, preguntó F.I. ¿La app de citas?

No sabía mucho más. Pero ese viernes entendió todo lo que estaba pasando.

—Ya, poh. ¿Dónde estás? —le dice finalmente al vendedor.

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El exfiscal Luis Toledo, hoy jefe de la Unidad de Drogas del Ministerio Público, se toma unos segundos y hace memoria. Cree que los paradigmas comenzaron a cambiar durante el 2015. Fue entonces que les llamó la atención un dato: la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana informaba una considerable disminución en la venta de droga en los barrios y en las esquinas. En 2015, precisamente, un 43% de los entrevistados aseguró nunca haber visto una transacción de este tipo cerca de su casa, mientras que el 11,2% optó por la opción casi nunca. Los resultados fueron calcados un año más tarde: un 40,9% dijo que nunca; un 14,3%, casi nunca. ¿El problema? Toledo, dice, el narcotráfico no disminuía. Al contrario.

—Fue un hallazgo, nosotros no lo habíamos observado, salvo por descripciones que se hacían en el extranjero —explica—. Cuando empezamos a investigarlo seriamente, a través del Observatorio del Narcotráfico dentro de la fiscalía, nos llamó la atención la forma de estas transferencias a través de plataformas de internet. El punto de partida fue Facebook.

K.S., de 28 años, es uno de los miles de jóvenes que, durante esos años, utilizaron la red social de Mark Zuckerberg para conseguir marihuana.

—Un amigo me contó que había un grupo para comprar, se llamaba "Leer sobre Diosito". La gracia del grupo es que era secreto y seguro hasta cierto punto: si lo buscabas no te salía, solo podías unirte por invitación. Te llegaba la convocatoria y el administrador te aceptaba. Había miles de hueones y de todo Chile. Recuerdo haber visto mensajes de Pucón, por ejemplo.

La dinámica resultaba muy cómoda: los consumidores posteaban qué droga necesitaban y dónde estaban ubicados. Pocos segundos después, la caja de respuestas acumulaba varias decenas de estas. Incluso, había quienes se adelantaban y mandaban mensajes directos para coordinar la venta más rápidamente. Existía esa suerte de competencia.

—Vendían hongos, LSD, marihuana, cocaína, encontrabai de todo. Hasta 'anfetas'. Pero después el grupo empezó a divulgarse mucho y cagó. Parece que funaron a un par de personas, no sé, pero desapareció —dice K.S.

Para Mauro Mercado, coordinador nacional del Plan Microtráfico Cero de la Policía de Investigaciones, Facebook hacía mucho más fácil la investigación: les entregaba más antecedentes respecto del vendedor, podían acceder a su perfil, ver su círculo, amigos, familiares y también sus fotos. Sin embargo, explica, el microtraficante siempre busca la manera de ir evolucionando sus métodos: dirá que en este período se han encontrado con tipos vendiendo la droga a través de pequeños canastos, donde el consumidor dejaba su dinero en un cesto común y corriente y, minutos después, le entregaban la droga en el mismo recipiente. Que también fue muy común el uso de casillas de correo, donde solicitaban drogas a un mail en particular y esa persona redireccionaba los mensajes a distintos dealers para confundir. Que ahora existen cada vez más intermediarios. Y que la nueva tendencia es Grindr.

—La primera operación que tuvimos con Grindr fue a contar de 2016. Fue la primera alerta que tuvimos en cuanto a la oferta de drogas en la aplicación —recuerda Mercado—. Ellos manejan una nomenclatura distinta, por lo que tuvimos que aprender a leer eso e investigar.

—Yo supe hace poquito de Grindr, ¿unos siete meses? Esperaba que legalizaran la marihuana pa' comprarla en quioscos, no sé…, pero un amigo ingeniero que cacha harto de redes me habló de una aplicación en la que comprabai súper fácil. Yo no le creía, porque es ilegal, poh. ¿Cómo vai a comprar por una app? —dice K.S.

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Grindr, al igual que Tinder, nació en 2009 como una aplicación de citas anónimas. Pero lo que la diferencia del resto es que se diseñó destinada principalmente al público homosexual: hoy, de hecho, es considerada la mayor red social LGBT+, con varios millones de usuarios en 192 países. Pero, al parecer, poco queda de eso: en los últimos años, el murmullo, el boca a boca, la fue transformando, también, en un espacio ideal para las transferencias de drogas. Basta con deslizar el pulgar un par de minutos a través de la interfaz: hay tantos hombres buscando parejas, como emojis de manos, pastillas, dulces, hojas y narices.

El miércoles 16, la Fiscalía de Ñuñoa logró la detención de Saúl Sánchez Muñoz, a quien se le detectó vendiendo cocaína precisamente a través de Grindr. Fueron seis los envoltorios que le encontraron, en el sector del Parque Bustamante, en Providencia. Fue formalizado por el delito de tráfico de drogas en pequeñas cantidades. Según informó el fiscal de la zona Ñuñoa-Providencia, Gonzalo Monterríos, es el cuarto detenido desde que comenzaron la investigación, en febrero de 2018.

De nuevo: ¿Por qué Grindr?

Luis Toledo y Mauro Mercado coinciden en que el uso de esta plataforma virtual cambió todo: los microtraficantes encontraron en ella la forma más fácil de evitar las esquinas, las casas, los lugares estáticos, como ocurría antes. Estar en constante movimiento, sin comunas fijas, en lugares que ellos seguramente conocen, atentos a las posibles arremetidas policiales, dificulta una posible captura.

—Además, si los controlan sin una investigación detrás, lo más seguro es que en su bolsillo encuentren una dosis de consumo o dos. Por lo tanto, a esa persona, como no tenemos una investigación detrás suyo, no podemos someterla a un control de detención —explica el coordinador del Plan Microtráfico Cero.

K.S. dice que el hecho de que la aplicación esté orientada a un público homosexual fue fundamental para que los microtraficantes se insertaran: "Le daba una connotación más clandestina, más underground; muchos cacharon que los pacos no se metían ahí, había más tranquilidad". Además, la plataforma, a diferencia de Tinder, por ejemplo, es más amigable: no requiere de un match, de que otro usuario te acepte para poder conversar. En el chat están todos disponibles.

Mercado explica que el perfil del tipo que trafica a través de Grindr está cifrado entre los 20 y los 35 años. Los más cercanos a los 35, por lo general, son profesionales o técnicos que en la actualidad están desempleados y que encontraron en la aplicación una buena manera de sumar ingresos. Su modus operandi consiste en conseguir varios gramos de la droga que desean vender, la cortan, la amplifican un poco y allí sacan las ganancias.

La nomenclatura resulta evidente, en clave de emojis: un caramelo o una pastilla emula a las anfetaminas; la hoja, a la marihuana, y la nariz se utiliza para la cocaína. Las drogas que más se ofertan en la aplicación. Luis Toledo suma también, en menor medida, LSD y éxtasis y descarta únicamente la pasta base: "Es lo único que no se ve. La pasta base está relegada a un sector de mayor carencia socioeconómica, en las poblaciones más vulnerables. Hasta en esto se va segmentando el país".

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Los perfiles que hoy abundan en Grindr, con hojas, narices y manos acompañando los mensajes.[/caption]

K.S. compró por última vez la semana pasada. La transacción, dice, se llevó a cabo bien entrada la noche: era con delivery, otra de las "novedades" que presenta este sistema. La aplicación, que también funciona con GPS, indica cuántos metros de distancia separan a los usuarios. Su pedido, en esta ocasión, llegó hasta la puerta de su casa en no más de cinco minutos.

La comunidad LGBT+, por su parte, también se pregunta el porqué. Tras las detenciones por tráfico con la aplicación móvil, en Twitter se concentraron los descargos. Acusan a los "héteros" de desvirtuar y arruinar el que consideraban su espacio. Saben que cada vez son más los que lo utilizan con otros fines.

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La batalla, en el último tiempo, se volvió especialmente dura. Durante la investigación, los especialistas de la PDI dieron cuenta de otro elemento: detectaron que son varias las agrupaciones que actualmente operan en Grindr. Y muchas veces el tipo que oferta la droga resulta no ser uno, sino varios: desde el Plan Microtráfico Cero estiman que son pequeñas bandas que se escudan en un solo perfil y que van rotando la venta, arriendan como base un departamento y funcionan mediante turnos. Mercado dice que esa ha sido su mayor dificultad.

—Sabemos que hay que mejorar la estrategia. Hay que detectar las debilidades que estamos teniendo, porque es difícil una persecución o una investigación en contra de una plataforma digital. Nosotros no podemos denunciar a Grindr. Tenemos que denunciar a la persona, al pseudónimo. Pero se ha hecho complicado, porque no hay solo una persona, son cuatro o cinco tipos que se van turnando —reconoce.

Otra práctica a la que recurren habitualmente los microtraficantes es cambiar de cuenta: se las elimina la propia aplicación o, lisa y llanamente, las borran ellos mismos para mantener la clandestinidad.

Pese a todas las dificultades que se han presentado en el camino, el coordinador nacional del Plan Microtráfico Cero es optimista y, asegura, han sumado grandes resultados en los últimos meses.

—Nosotros llevamos, desde 2016, 18 casos con resultados positivos, también con detención de personas. Y actualmente estamos con otros tantos más en un proceso de evolución. Hay bastante avance, precisamente, en uno de ellos. Yo creo que de aquí a fines de febrero podríamos tener muy buenas novedades. Y no solamente en la Región Metropolitana: tenemos en regiones un par de operaciones bastante maduras. Nuestra misión es, además de conocer a los vendedores, llegar a los distribuidores, y en eso nos ha ido bastante bien —asegura Mauro Mercado.

—¿Y cómo llegan hasta los microtraficantes?

—Hemos logrado afinar la investigación y acá tienen un valor sumamente relevante los agentes encubiertos y reveladores: ellos son los que nos están dando las llaves para poder identificar a los grupos de personas dentro para poder, junto a la fiscalía, detenerlos.

—¿Cuáles son las posibles sanciones?

—Hay mucha gente que piensa que, como venden poca droga, la justicia al momento de capturarlos no va a tener el alcance para poderlos detener o condenar. Y se equivocan, porque nosotros ya estamos encima de ellos. En Grindr hemos hecho bastantes operaciones, causado estragos, y ellos, si son primerizos, se arriesgan a una pena de tres años y un día hacia arriba. Si son reincidentes, por sobre los cinco, hasta los 11 años.

K.S. dice que se nota que hay más miedo, que se está fiscalizando más. Antes, cuando compraba, por ejemplo, era normal pedir una foto de la droga que iba a recibir. Hoy, en la mayoría de las ocasiones, los vendedores se niegan. Ahora desconfían.

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Pasaron poco más de 15 minutos desde que hicieron el contacto. El trato se cerrará en otros 10, a 900 metros según Grindr, frente a un reconocido bar-restorán de San Pablo. Esas fueron las instrucciones del vendedor. Antes, F.I. le preguntó si hacía delivery, ofreciéndole un poco más de plata, pero respondió que no podía, que ya había guardado el auto.

Faltan cinco minutos para las 12, hora del encuentro, y el dealer aún no está a la vista. F.I. está junto a un amigo, afuera del local, que está repleto de autos: adentro se presenta un grupo de cumbia noventero. Abre el chat y le pregunta qué pasa, dónde está. De pronto, sale un tipo alto, gordo, con un jockey blanco, que no parece tener más de 25 años. Lo reconoce rápido, son los únicos afuera.

—Buena, hermano. Ya, acá está —le dice, antes de sacar de su polerón un paquete pequeño donde se encuentra la marihuana.

Rápidamente, el compañero de F.I. se da cuenta de que el paquete es muy chico, que difícilmente contiene el gramo que prometió en la previa. Pero el dealer asegura que sí. Frente a las dudas, saca otro paquete, prácticamente igual, y dice que ese es de 0,5 gramos, que cuesta cinco y que lo venderá en un rato más. Que vieran las diferencias.

Mejor no tener problemas. F.I. le pasa el billete y cierra el trato. Pero antes de que se vaya, le habla.

—Oye, ¿y muy peludo vender por acá, no has tenido atados?

—Hermano, yo no he tenido dramas, pero está brígido. Cada vez están paqueando más, ¿cachái?

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