El difícil equilibrio del PS

En la discusión de la reforma laboral, los socialistas se vieron relegados a un segundo plano, y enfrentados a la disyuntiva entre apoyar al gobierno y defender su agenda histórica. Presionada desde el flanco interno, su presidenta, Isabel Allende, salió a defender el proyecto.




La directiva del Partido Socialista (PS) tomó esta semana una de sus decisiones más complejas desde que Michelle Bachelet retornó a la Moneda. Las opciones eran dos: ser obsecuentes con el proyecto de reforma laboral del gobierno o tratar de velar por una causa que ha identificado históricamente al partido:el derecho de los trabajadores. Ante un escenario en que el proyecto se estaba impregnando de matices impuestos por la Democracia Cristiana, la alerta vino enseguida. Había que actuar. Y eso lo hizo sentir un emblemático socialista, el vicepresidente Camilo Escalona, al plantear el conflicto entre dos almas: un proyecto débil de Bachelet versus la histórica lucha sindical.

Así, desde un principio, se avizoró que esta reforma iba a traer problemas con sus socios de coalición. Cuando el proyecto estaba por ingresar, en 2014, el entonces presidente DC, Ignacio Walker, hablaba de "agenda laboral", mientras que el entonces jefe socialista, Osvaldo Andrade, hablaba derechamente de reforma.

Esta sutil, pero profunda diferencia semántica, revela las distancias no sólo conceptuales, sino que ideológicas entre las que nació este proyecto, que ya está en sus últimas etapas de tramitación en el Congreso.

Dentro de este escenario, los actores oficialistas han cumplido diferentes roles. En julio de 2014 la DC, comandada por el senador Andrés Zaldívar, hizo debutar la llamada "cocina", haciendo notar sus reparos y matices a la reforma tributaria. El gobierno cedió y logró aprobar un proyecto diametralmente opuesto al original. Hoy, al inicio de un nuevo "segundo tiempo" anunciado por el gobierno (otro más), la situación ha ido cambiando de focos y los matices se corrieron hacia la izquierda. Todo ello tras la fuerte arremetida socialista que, cuando vio peligrar este proyecto en su corazón (particularmente en los temas referidos al reemplazo en huelga y a la titularidad sindical) sacó la voz para no perder la guerra, una vez más.

Que quede en el acta

La presidenta del PS, Isabel Allende, recibió llamados a la acción desde dos importantes flancos. Por un lado, el vicepresidente de la colectividad, Camilo Escalona, expresó en en el programa "Mejor Hablar de Ciertas Cosas" del Canal 24 H que el PS estaba en una disyuntiva: "Al partido se le produce un conflicto de lealtades insolucionable (sic), porque no puede ir en contra del gobierno ni contra los dirigentes sindicales. Es una de las decisiones más difíciles de tomar en 25 años", expresó. Para muchos al interior del partido este fue un emplazamiento directo a Allende, quien hoy aparece como uno de sus principales liderazgos presidenciales.

El segundo llamado fue de otro peso pesado, el diputado y ex ministro del Trabajo Osvaldo Andrade. El parlamentario señaló que si el proyecto quedaba tal como estaba, con las últimas indicaciones ingresadas el 2 de marzo por el Ejecutivo, el PS debía votar en contra de varios artículos. Incluso en una sesión de la comisión del Trabajo del Senado llegó a calificar de "atrocidades" las indicaciones al proyecto.

Sus motivos son variados. Un legislador oficialista afirma que lo que busca es derechamente quitarle el peso a Allende. Otra fuente del partido apunta más bien a que este es un proyecto emblemático para Andrade, pues los temas laborales son "derechamente lo suyo".

Las presiones de ambas figuras de la Nueva Izquierda, sector disidente a la mesa que dirige Allende, también fueron vistas como un intento por traspasarle todos los costos del "zapato chino" en que el gobierno puso al PS, a Isabel Allende.

Así, quien quedó con la llave para abrir el cerrojo en el socialismo fue el presidente de la comisión del Trabajo del Senado, Juan Pablo Letelier, aliado de Allende, quien hasta último minuto antes de ser aprobado el proyecto reclamó al Ejecutivo aclarar cada frase de las indicaciones, con el fin de que nada quedara en duda, ni con un atisbo de opción de ser cambiado. "Para que quede en el acta", fue la frase que reiteraba una y otra vez al gobierno y a sus asesores, quienes imprimían una y otra vez los artículos, especialmente el 363 sobre negociación colectiva del sindicato interempresa. El motivo: asegurarle al senador su completa obligatoriedad. El Ejecutivo cedió y logró la redacción adecuada que dejaría conforme al senador PS.

Así, las declaraciones de prensa de Andrade y Escalona ya se estaban transformando en acciones. Allende tomó nota y llevó a cabo sendas reuniones con la bancada, que incluyó también encuentros con el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, en el Congreso, con el fin de aunar las posturas, pero con un eje: defender el texto original sin lugar a matices de la DC. Esta vez no había espacio para eso.

En una de sus pocas intervenciones en el hemiciclo del Senado en la maratónica sesión del miércoles y madrugada del jueves, la senadora defendió la reforma y uno de sus artículos sobre prácticas antisindicales, recibiendo el aplauso cerrado de un auditorio colmado de dirigentes sindicales. "Hay un mundo de represión, persecución hacia nuestros trabajadores. Tenemos que defender la dignidad de los trabajadores", expresó en encendidas palabras. El PS comenzaba a responder la duda de Escalona y se alineaba hacia el mundo sindical.

En ese plano, en la Nueva Mayoría y en la oposición observan otro actor influyente en esta arremetida socialista: la CUT. Como se queja un parlamentario de la Nueva Mayoría: "Acá había un acuerdo en septiembre, ratificado por el PS, y ahora lo borran con el codo, porque recibieron las presiones de la CUT, ante lo cual no podían quedar mal. Y ahora dejaron el desorden completo".

Desde el PS niegan que sea la CUT la que los esté presionando, aunque admiten contactos con varios movimientos sindicales.

EQUILIBRIO PRECARIO

En el gobierno lamentan el difícil trámite de la reforma laboral: "Ha costado encontrar los equilibrios", dicen en off. En ese sentido, muchos al interior de la Nueva Mayoría observan esta disputa entre el PS y la DC (representados por los senadores Andrés Zaldívar, Manuel Antonio Matta y los hermanos Patricio e Ignacio Walker) como una pugna que se resolverá por otros medios. Desde varios sectores acusan que el gobierno ha actuado con falta de decisión, porque la presidenta sabe que esta reforma dejará heridos.

En ese plano, se interpreta que la mandataria prefirió no enemistarse con el PS y dejar a la DC menos satisfecha y luego concederle otros puntos en otros proyectos, como el aborto. Incluso hay quienes relacionan esto con la permanencia del ministro DCJorge Burgos en Interior.

Las presiones de Escalona y Andrade, ambas figuras de la Nueva Izquierda, sector disidente a la mesa que dirige Isabel Allende, también fueron vistas como un intento por traspasarle todos los costos del "zapato chino" en que el gobierno puso al PS, a la senadora.

Se anticipa que la última carta se verá en la comisión mixta. El senador PSAlfonso de Urresti, por su parte, confía en que el proyecto va a salir de mejor manera gracias a la presión ejercida por su partido.

Aunque, advierte, aún faltan elementos para completar una reforma que los satisfaga completamente: "El PS ha hecho su trabajo. Ha llevado adelante esta reforma que es fundamental para los intereses de los trabajadores. Hemos puesto en el debate la reforma laboral. Quedan temas pendientes importantes, como la negociación ramal. El partido, escuchando y dialogando ha podido sostener sus posiciones;no todas, pero es un avance".

De Urresti, eso sí, no comparte el diagnóstico de Escalona: "El estar fuera del Parlamento no lo hace mirar bien las cosas. El PS y su presidenta, Isabel Allende, han podido conducir esto, en respaldar al gobierno y también ser fieles a lo que hemos pregonado históricamente. Este es un gobierno de coalición y el proyecto no identifica 100% al PS y lo entendemos, porque estamos en coalición", indicó.

Pero en esta novela también hay un actor secundario: el Partido Comunista. Desde el partido de Teillier han visto con aprobación la radical postura que comenzó a tomar el PS, pues va en su propia línea. El PC ha sido, sin embargo, un actor silencioso, pues no tiene representación en el Senado. En las próximas semanas, cuando el texto vuelva a la cámara, confían en ganar mayor protagonismo.

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