Un muerto sin paz

En el primer aniversario de la muerte, el nuevo Gobierno se muestra muy interesado en la evolución del caso. Macri recibió esta semana a las dos hijas de Nisman y les prometió "hacer justicia con la memoria de su padre". El oficialismo también dijo presente en el acto público celebrado para reclamar celeridad en la investigación judicial.




A un año de que el cadáver de Alberto Nisman fuera hallado en el baño de su casa con un balazo en la cabeza, el ya célebre fiscal sigue siendo el muerto más incómodo de la Argentina. En estos doce meses, la clase política hizo uso y abuso de su muerte y de sus múltiples interpretaciones, pero la Justicia fue por ahora incapaz de esclarecer si Nisman se suicidó, si lo asesinaron o si lo indujeron a matarse. En las últimas semanas, sin embargo, la investigación dio un notorio vuelco que parece ir al compás del cambio de era en la Casa Rosada. Tras la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, los movimientos judiciales en torno a la causa congelaron la hipótesis oficial del suicidio que había primado hasta ahora. Otra vez se instala la idea de que Nisman pudo haber sido víctima de un homicidio o de algún tipo de extorsión insoportable. Y otra vez se abre un interrogante que nadie con sentido de la cautela se anima a responder: ¿a quién le convenía ver muerto al fiscal?

En el primer aniversario de la muerte, el nuevo Gobierno se muestra muy interesado en la evolución del caso. Macri recibió esta semana a las dos hijas de Nisman y les prometió "hacer justicia con la memoria de su padre". El oficialismo también dijo presente en el acto público celebrado para reclamar celeridad en la investigación judicial. Días atrás, el mandatario argentino ordenó desclasificar toda la documentación de dependencias públicas que contenga información sobre Nisman y, en particular, sobre la polémica denuncia que éste había hecho contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Cabe recordarlo: el fiscal apareció muerto cuatro días después de haber imputado a CFK y a otros dirigentes por un supuesto pacto espurio para encubrir a los funcionarios y ex funcionarios de Irán acusados por la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de 1994, en la que murieron 85 personas. Con el apoyo tácito del kirchnerismo, Nisman había sido durante una década el investigador del atentado y el principal promotor de la teoría sobre la culpabilidad de Irán. Hasta que, a principios de 2013, CFK firmó un criticado acuerdo con el gobierno iraní para que Teherán facilitara la indagatoria de sus acusados. Desde ese momento, Nisman rompió con los K y comenzó a investigar en secreto las motivaciones de un tratado que finalmente calificó como un "plan criminal".

La remoción de Fein supone un triunfo parcial para Arroyo Salgado. Su colega Palmaghini tomó las riendas del caso para sacarlo de una "virtual paralización" y ordenó más de cuarenta nuevas medidas de prueba para esclarecer si fue un suicidio, un asesinato o un suicidio inducido.

Paradójicamente, el memorándum de entendimiento con Irán y la denuncia de Nisman contra CFK corrieron la misma suerte: ambos fueron desechados por la Justicia. El acuerdo se descartó por anticonstitucional y la denuncia del fiscal, por inconsistente. Ahora, sin embargo, el macrismo busca darle nuevo impulso a la acusación contra la ex presidenta: en el Gobierno argentino abrigan la esperanza de que los documentos recién desclasificados –entre los cuales hay informes sobre las conversaciones confidenciales con los iraníes– aporten nuevos elementos que permitan revitalizar la causa contra Cristina Kirchner.

En paralelo, la Justicia investiga las circunstancias de la muerte de Nisman. Apenas una semana después de la asunción de Macri, la jueza a cargo del caso, Fabiana Palmaghini, pateó el tablero al remover de la causa a la fiscal Viviana Fein, quien hasta entonces había sido la cara visible de la investigación. Fein se inclinaba por la hipótesis del suicidio, avalada por los peritajes criminalísticos oficiales que concluyeron que, en el momento de la muerte del fiscal, no había nadie más en el baño junto a él. La postura de Fein la llevó a enfrentarse públicamente con la ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien en su condición de querellante defiende la tesis de que su ex marido fue asesinado.

La remoción de Fein supone un triunfo parcial para Arroyo Salgado. Su colega Palmaghini tomó las riendas del caso para sacarlo de una "virtual paralización" y ordenó más de cuarenta nuevas medidas de prueba para esclarecer si fue un suicidio, un asesinato o un suicidio inducido. Las pesquisas se centran ahora en dilucidar si, en los días previos a la muerte de Nisman, hubo movimientos extraños en los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad. Lo que la magistrada pretende saber es si el fiscal era espiado y si existían "fallas" en el dispositivo de custodia que se suponía que debía protegerlo. La jueza tiene la lupa puesta sobre un entrecruzamiento de llamadas que probaría que, durante el fin de semana que murió el fiscal, hubo intensos e inusuales contactos entre funcionarios del anterior gobierno, hombres del aparato de inteligencia y jefes policiales y militares.

A su vez, el giro en la causa vuelve a darle protagonismo a un personaje crucial en la trama: el ex espía Horacio Antonio "Jaime" Stiuso, ex hombre fuerte de los servicios de inteligencia y alter ego de Nisman en la investigación sobre el atentado a la AMIA. Hombre de confianza de la CIA y el Mossad, durante años Stiuso trabajó codo a codo con el fiscal en el seguimiento de la pista iraní. Aunque no está claro qué papel tuvo el ex espía en la denuncia de Nisman contra CFK, sí se sabe una cosa: Nisman presentó su acusación pocas semanas después de que el gobierno kirchnerista rompiera con Stiuso y lo desplazara de la conducción de la ex Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). Los K afirman que la acusación de Nisman fue una venganza de Stiuso por su remoción. Y no faltan quienes sostienen que el ex espía le soltó la mano al fiscal apenas éste hizo pública su denuncia. Ahora, Palmaghini lo citó a declarar y Stiuso prometió que lo hará en febrero.

La gran pregunta es qué implicancias tendría que se probara que Nisman era espiado antes de morir, y de qué manera podría vincularse aquello con su trágico final. El sentido común sugiere que a CFK no le convenía la muerte del hombre que acababa de denunciarla: hubiera sido demasiado evidente. Sin embargo, si se comprobara que Nisman estuvo bajo el espionaje ilegal de algún sector de los servicios de inteligencia –ya fuera de Stiuso o de los espías que se mantenían alineados con los K–, se explicitaría el desmanejo que reinó en la ex SIDE durante la era kirchnerista. Ni que hablar si se demostrara que la custodia del fiscal, a quien el gobierno K debía proteger a toda costa, estuvo implicada en las circunstancias que llevaron a su muerte. Todo ello sería una bendición para el macrismo, que dispondría de un arma más para disparar contra CFK. Por estos días, casi todo en la Argentina se lee en esa clave política. Incluso la incómoda muerte del fiscal.

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