Antonella Honnorat: "Soy un mural"

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Viendo su cuenta de Instagram, vi que había empezado otro mural y me reconocí en la chica. No lo esperaba para nada. Me imaginaba que las fotos que me había sacado las iba a usar sólo como prueba y error, no para una obra.


Esta historia es muy loca, porque yo no esperaba nada de lo que pasó. Hace un año y medio fui a sacarme fotos con unos amigos. Yo necesitaba fotos para mi book de modelo, una amiga necesitaba fotos de su maquillaje y tocados de novia, y mi amigo que saca fotos muy lindas nos iba a ayudar. Son geniales estas sinergias en el mundo de la moda, te juntas con gente con la que lo pasas bien y que son secos en lo que hacen.

Uno de ellos hizo el contacto para sacar las fotos en el centro Leñería de Seminario, donde el artista Javier Barriga también tiene su taller. Es una casa como la vecindad del Chavo, con varias oficinas, como un co-work a la antigua. Por fuera solo se ve la puerta principal y dos ventanas, pero adentro hay un mundo con plantas y pisos de colores.

Estuvimos toda la mañana sacando fotos. Los que estaban trabajando en las oficinas se asomaban a mirar. De repente apareció Javier y nos quedamos hablando un rato. Me preguntó si me podía sacar un par de fotos, porque siempre necesitaba modelos para sus bocetos y yo justo estaba con el outfit perfecto: una malla como de bailarina, maquillada y peinada. Le dije que no había problema, que pasaría por su taller cuando terminara. Me contó que le era muy difícil encontrar gente para luego pintarla. Yo altiro pensé: "¿A quién no le gustaría que un pintor te pinte o te utilice para algunos de sus bocetos?

Cuando entré a su taller fue un shock fuerte, pensé "qué onda el taller del siglo XVI". Estaba lleno de cuadros: algunos ya empezados, otros a la mitad, todo lleno de pinturas. Me sentí como en el taller de Miguel Ángel, y lo digo porque es uno de los principales artistas del Renacimiento y eso es lo que Javier pinta. Al fondo había una tela gigante y justo arriba una ventana abierta que era la única entrada de luz. Me paré ahí y Javier me pidió que fuera lo más natural posible para las fotos. Mientras conversaba con mis amigos, alternaba poses de frente y de espalda. Al principio me costó posar para él: lo más importante era la naturalidad y yo inconscientemente posaba.

Estuve unos 20 minutos en su taller. Cuando terminamos, me dijo: "Anto, la verdad es que no sé si las voy a pintar o no, pero esto me ayuda mucho en mi trabajo". Eso básicamente porque tiene que hacer copias de ellas; todo el trabajo del Renacimiento está enfocado en la figura humana y cuanto más detallada, mejor. Le pedí que igual me las mandara. Luego subí varias a mis redes sociales, porque, al ser tan naturales, eran preciosas.

Leí del Renacimiento porque no conocía mucho esa época. El taller de Javier me generó una sensación de nostalgia. Es muy loco que él sea un pintor de esa época, donde los reyes competían para ver qué ciudad era la más bonita. Lo empecé a seguir en Instagram, me gustó lo que pintaba. Vi su mural de la chica de las trenzas, ese bien conocido que está en Santo Domingo con Miraflores. Me encantó.

Tiempo después vi en su Instagram que había empezado otro mural y me reconocí en la chica. No lo esperaba para nada. Me imaginaba que las fotos que había sacado las iba a usar como prueba y error, para practicar él. Nunca pensé que iba a ser la foto para una obra.

Seguí las etapas del proceso en Instagram y él aparecía con mi foto en su mano, pintando. Sabía que había un mural con mi foto en la Plaza Las Lilas, pero no fui enseguida a verlo. No sé por qué. Hasta que me animé y fui en noviembre del año pasado. Al verlo, supe que la foto era perfecta para el lugar donde está. Es una pose muy natural, encaja muy bien con el entorno, está en un café ambientado en el arte y me encanta que no se vea mi cara. Eso ayuda a que uno se pase la película de quién es ese personaje. Te da la posibilidad de imaginarte a la persona, igual que la chica de las trenzas. La primera vez que vi ese mural me preguntaba cómo sería su cara, cómo sería la chica, en qué contexto le habrían tomado la foto, qué habría estado mirando. Poder imaginarte cosas es lo bonito del arte.

Mis amigas me preguntan dónde está el mural. Si lo ves no te das cuenta que soy yo, pero cuando les muestro las fotos de ese día, se convencen de que sí. Es impresionante que esté pintado con spray y la gran similitud que hay entre la foto y el mural. Está muy bien pintado. Se diferencian muy bien las sombras, la espalda, todo. Él es un crack.

¿Qué siento al verme en el mural? Nada. Son como esos recuerdos lindos que siempre vas a guardar. No sé si el mural dure toda la vida, pero es bonito saber que pintaron mi foto. No lo digo por el ego, sino por el minucioso y delicado trabajo de plasmar esa imagen en una pared. Además, me gusta que no sepan que soy yo, ni mi nacionalidad, ni la edad que tengo, ni el color de mis ojos, nada. Aunque debo reconocer que esa postura es muy propia de mí. Pero es verdad: no pienso que es mi foto o mi cuadro, como tampoco Javier debe pensar que es su mural. Una vez que lo pintas, ya pasa a ser de todos.

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