Columna de Andrés Benítez: Satisfaction

LOS ROLLING STONES Y MARTIN SCORSESE LLEGAN AL ESTRENO DE LA PELÍCULA 'SHINE THE LIGHT'
Foto: EFE

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Keith Richards nunca le tuvo miedo a la vejez. Por una razón simple: nunca pensó llegar a viejo. Siendo su vida la encarnación más perfecta del sexo, drogas y rock, el mítico guitarrista ocupó por muchos años el primer lugar de la lista de quien sería el próximo en morir. Hoy, a los 74 años, confiesa la decepción que inicialmente le provocó salir de ese ranking.

Porque si alguien debe recibir el título de sobreviviente, ese es Richards. Ha superado todo: sus excesos, el paso del tiempo y la fama, que parece no extinguirse nunca. Incluso se puede decir que ha trascendido a Rolling Stones, convirtiéndose en un carácter en sí mismo, esa imagen mítica del viejo rockero que nadie encarna mejor que él, ni siquiera Mick Jagger, su compañero y rival de este viaje interminable.

De ambos abundan leyendas. Que no se soportan, que no se hablan, que se quieren matar a diario. Richards le quita dramatismo. "Es cierto, con Mick ya no somos amigos. Hay demasiado desgaste para eso. Pero somos un par de hermanos muy unidos y nada podrá separarnos".

Nada de mal para un par de jóvenes que se toparon en 1961 en una estación de tren de Dartford y que al año siguiente fundan la que algunos consideran la banda de rock de todos los tiempos. Keith Richards tenía 19 años.

Llegar a los 74 años fue una odisea. En algunos momento de su vida, muchos pensaron que se quería matar por sobredosis de alcohol, drogas o ambas. En los sesenta terminó convirtiéndose en un verdadero laboratorio de prueba de todo lo que se le cruzaba. "A ver esto por la nariz, a ver esto por la vena, a ver esto por la boca". Pero, en un momento determinado, hacia a fines de los setenta, decidió que el experimento había llegado demasiado lejos. Tan lejos, que mucho tiempo después confesaría que aspiró una parte de las cenizas de su propio padre, algo que todavía permanece en carácter de leyenda.

Ahora, una cosa es llegar a viejo y otra muy distinta es llegar bien. Porque Richards, después de lo mal vivido, debiera estar postrado y sin memoria; no tocando y saltando en los escenarios como lo hace hasta ahora, como lo demostró hace pocas semanas en su última gira con los Rolling Stones -No Filter-, la que recorrió once ciudades europeas, con larguísimas presentaciones y un éxito pocas veces visto. Y la energía seguía ahí. "Hay médicos de todo el mundo esperando examinar mi cuerpo cuando deje de funcionar", dice él con humor.

Pero, en serio, ¿cuál es el secreto? No hay misterio en esto, aclara Richards. La clave es la vigencia, la idea de que uno todavía puede aportar. Y tiene razón, porque si bien el hombre es un virtuoso de la guitarra y un gran compositor, sabe que el que todavía sean miles los que esperan ver tocar a los Rolling Stones tiene algo de milagroso. O, a lo mejor, "es simplemente porque todos creen que será la última vez que podrán vernos", dice como buscando una explicación.

Bueno, yo mismo viajé con esa sensación a Londres el 2013 para ver el concierto de la banda en Hyde Park. Porque si había que despedir a los Stones, tenía que ser en ese lugar, donde todo había comenzado. Claro, cuando me tocó verlos nuevamente en Santiago el 2016, llegué a la conclusión de que eran inmortales.

El año 1965, Richards y Jagger escriben "(I can´t get no) satisfaction", que es considerada la mejor canción de la banda y la que catapultó su fama a nivel internacional. Hasta el día de hoy muchos alaban el sentido de los tiempos de la letra, que es el retrato de un adolescente atormentado por una frustración general, como gran reflejo del mundo de los sesenta. Era la época en que Richard gritaba "si llego a los 30 me pego un tiro".

Pese a ello, en sus memorias (2010) se muestra reconciliado con la vida. Y sorprendido de estar encantado de ser un adulto mayor. "Hacerse viejo es un asunto fascinante. Cuanto mayor te haces; más mayor quieres ser", escribe. Bueno, para un hombre que ha hecho y probado de todo, no deja de ser un gran sentimiento. Por eso, quizás ahora el título de la canción sería simplemente: Satisfaction.

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