Radiografía al mundo de catsitters: las personas que cuidan gatos cuando sus dueños no están

Romina Díaz, Fernanda Espinoza y Valentina González son catsitters.

Ante lo problemático que puede ser dejar a los gatos solos en el hogar, un grupo de personas ofrece sus servicios para velar por el bienestar y seguridad de los felinos. Son conocidas como catsitters y es un oficio que se ha ido incrementando en el último tiempo en Chile, a raíz de la importancia que se le ha puesto a la tenencia responsable de mascotas.


Hace ocho años que Romina Díaz (32) entró a un mundo que quizás no tiene vuelta atrás: comenzó a tener gatos y se volvió una apasionada de ellos. Poco a poco iba aprendiendo más sobre sus comportamientos y cómo estar atenta a su cuidado y bienestar. Hasta que, por una casualidad, supo que existía el servicio de catsitter.

Para ese momento, Romina llevaba trabajando nueve años trabajando como periodista y pensó que en algún momento ese servicio podría convertirse en una fuente de ingresos adicional. Por un tiempo, dejó el pensamiento en pausa.

“Me causaba curiosidad. Después decidí renunciar a los trabajos de oficina y mientras estaba viendo qué podría hacer me dije: ‘Esto es muy para mí’. Y así comencé”, cuenta a La Tercera. De eso ya ha pasado poco más de un año y hoy, Romina trabaja a tiempo completo como catsitter en Santiago.

¿Y qué es ser catsitter? En términos sencillos, es quien se dedica al cuidado de gatos a domicilio mientras sus dueños no están. El motivo por el que más se requiere es por vacaciones, aunque también hay quienes lo piden cuando están fuera del hogar por trabajo.

La presencia de los cuidadores de gatos se vuelve clave en esos momentos, pues no solo asisten a los felinos en todas las necesidades básicas que pueden tener durante esos días, sino que también les entregan cariño y compañía para que no se sientan solos.

Cuando Romina se inició en esto, principalmente iba a ver gatos de sus amigos y conocidos: “Se pasaban el dato y así se fue expandiendo, hasta que en un momento tuve que empezar a armarme una rutina”. Sus registros en TikTok sobre cómo es el mundo de los catsitters fueron el impulso para que aumentaran considerablemente las solicitudes.

“Para mí es reemplazar momentáneamente a la persona que tiene su rutina de cuidado con su gato y lo ama con todo su corazón. Es algo mucho más emocional. Una lo hace desde ese punto de vista”, explica.

En redes sociales, Fernanda Espinoza (31) es conocida como “La Karen del Bruno” debido a una cuenta de Instagram que dedicó a su gato Bruno y que tiene más de 30 mil seguidores. Es comunicadora audiovisual, pero nunca ha sentido mucha cercanía con su profesión.

“Toda la vida he tenido gatos, lo veía como algo tan natural porque sé bien cómo tratarlos. Como estuve media desempleada un tiempo me pregunté qué otra cosa podía hacer. Ahí vino la idea de ser catsitter y me animé a hacerlo, total no tenía algo que perder”, dice a La Tercera.

Fernanda sumó gatitos a su cuidado rápidamente. Al recordar los tiempos de su partida, cree que lo que más la ayudó fue que la gente que la seguía desde la cuenta de su mascota y sentía mucha cercanía con ella. Eso le permitió emitir más confianza al público al ofrecerse como catsitter, un aspecto fundamental para los que están empezando en esta área.

“Mucha gente me llama por lo mismo, porque soy la ‘Karen del Bruno’. Siento que la gente de verdad confía mucho en mí, aún sin conocerme en persona. Ahora es mi trabajo prácticamente a tiempo completo”, afirma.

Cómo es la rutina de una catsitter

En el universo de los gatos, cada uno tiene su propia personalidad y puede responder de diferente manera ante los estímulos o personas desconocidas. Están los que tienen un carácter tímido en toda circunstancia, los “regalones y sociales” y también los que podrían tener un comportamiento más complicado de abordar.

Por lo mismo, antes de iniciar el trabajo algunas catsitters realizan una reunión previa para conocer a las personas que necesitan el servicio, sus hogares, y lo más importante, al felino que atenderán. Durante esa conversación la cuidadora debe conocer qué rutinas tiene el gato, las cosas que le gustan y las que eventualmente podrían causar molestia.

Los elementos esenciales que deben estar en el día de la visita -que generalmente dura una hora- son los alimentos, arena y snacks. Al llegar a la casa, la catsitter tiene que preocuparse de asistir en las necesidades básicas de un gato: renovar su alimentación, el agua y limpiar su arenero. Realizar el aseo en esas zonas específicas, cepillar al “minino” y entregarle medicamentos si es que lo necesita también son actividades que podrían estar incluidas.

“El resto del tiempo es para jugar con ellos, regalonearlos o solo acompañarlos”, dice Valentina González (36), arquitecta, quien se dedica desde hace casi 6 años a ser catsitter también en Santiago, lo que también le ha tomado gran parte de su agenda.

Desde su infancia que Valentina había estado ligada a los animales. Cuando llegó a Santiago a estudiar en la universidad, empezó a participar en rescates de animales y luego quiso ser hogar temporal, lo que sigue haciendo hasta el día de hoy. Pero sentía que algo le seguía faltando y quiso colaborar en algo más.

Eso, hasta que en 2017 descubrió lo que era ser cuidadora de gatos. El inicio fue por recomendaciones, pero ahora Valentina cree que su cuenta de Instagram también ha sido clave para expandir el público que está buscando un tutor momentáneo para sus felinos.

Cuando la están contactando por su servicio, prefiere solicitar que los gatos que serán visitados sean indoor, es decir, solo estén dentro de la casa. Si es que los departamentos no tienen mallas, las ventanas y ventanales deben estar cerrados durante los días que ella asistirá. “En el fondo es por riesgo de que le pueda pasar algo”, dice.

Romina coincide en eso y asegura que ha optado por no cuidar a felinos que puedan tener acceso al exterior: “Prefiero evitar cualquier reacción que pueda tener el gato mientras estoy yo, porque soy una tercera persona. Es parte de la gran responsabilidad que tiene este trabajo”.

Valentina González es catsitter desde 2017. Foto: Cedida.

Una práctica común entre las catsitters es que mientras realizan la visita o están por terminarla, envían una abundante “evidencia” a los dueños de los gatos para asegurarles de que todo está en orden y que han cumplido con lo acordado.

“Por lo general unos 5 o 10 minutos antes de irme les escribo, les mando fotos y videos de cómo está su gatito, si es que comió, jugó o cómo se portó, si estuvo cariñoso o no. Es un reporte”, cuenta Fernanda.

Para quienes están más ansiosos con dejar a sus mascotas, la catsitter también ofrece a sus clientes un servicio optativo: arrienda cámaras de vigilancia para instalar dentro de la casa mientras ellos no estén y así podrán estar atentos a cada comportamiento que tenga su gato.

Cuántos gatos puede llegar a cuidar una catsitter en un día

Las tarifas de una cuidadora de gatos pueden ir desde los 10 mil hasta los 20 mil pesos, ya que va a depender de varios factores como la comuna, la experiencia de la cuidadora, si se añade el valor de movilización y si es que es requerido durante la semana o fin de semana.

Los tiempos en que se pide este servicio también es cambiante, dicen las catsitters. Lo que más se solicita es una visita diaria, pero hay personas que requieren que esta sea extendida para que el gato no se sienta abandonado, por ejemplo, por tres horas. Hay otros casos en que, como el gato necesita recibir medicamentos cada 12 horas, necesita ser visitado mientras se cumpla ese período de tiempo.

Quienes han hecho de esto su trabajo a tiempo completo coinciden en que los meses de verano sintieron cómo la demanda aumentaba explosivamente. Si bien en el resto del tiempo también tienen gatitos por cuidar, la demanda se normaliza incluso hay días en que podrían no tener ninguno.

“Tengo una agenda de promedio de 8 a 10 gatitos en temporada alta. Por alta demanda he tenido que sumar a mi pareja, entonces somos dos personas cuidando gatitos. En verano podemos cuidar hasta 16 diarios y nos repartimos”, asegura Valentina.

Romina recuerda que durante su primer verano como cuidadora de gatos, es decir este año, también podía ver a 8 gatos en promedio. Su rutina partía a las 7 de la mañana y podía extenderse hasta las una de la mañana. En los meses intermedios, explica que lo normal “son tres a cuatro visitas al día, porque depende del lugar donde se va”.

La periodista y catsitter está segura que es un buen momento para realizar este trabajo, debido a que desde hace un tiempo que se le viene dando más importancia al rol que las mascotas cumplen en nuestras vidas y que ahora son consideradas como un miembro más de la familia, por lo que su cuidado es una prioridad.

Fernanda Espinoza y su gato Leonidas.

“Siento que tal vez si lo hubiera hecho 8 años atrás, cuando comencé a tener gatos, no hubiese sido tan prolífico como ahora”, cuenta. En esa misma línea, un factor clave que ha jugado en el área de las catsitters es que muchas personas han decidido volcarse hacia la tenencia indoor o puertas adentro, lo que también significa que cuando no estés en el hogar, alguien debe estar pendiente del bienestar y seguridad de la mascota.

“Antes se pensaba que el gato era para cazar los ratones y dormía afuera. Ahora no, uno se preocupa del cariño y la compañía, a veces ni siquiera es tan necesaria la comida porque la tienen por montones, pero es importante que tengan el contacto con las personas”, enfatiza Fernanda.

El lado complejo

Aunque las catsitters y apasionadas por los “mininos” están seguras de que aman esta labor, al mismo tiempo tienen claro que una dificultad en esto es compatibilizar los horarios con la vida privada. Aún más, porque las visitas pueden ser en horarios muy diferentes entre sí y las solicitudes crecen en feriados o vacaciones.

Valentina, por ejemplo, desde hace tres años que le cuesta celebrar un cumpleaños, Navidad o Año Nuevo, porque siempre tiene su agenda de cuidados ocupada durante esos días: “A veces es sacrificado estar trabajando en épocas festivas. En ese sentido es un plus tener la posibilidad de tener trabajo en esas fechas importantes, pero también uno quisiera tener tiempo libre. Es una por otra. Yo feliz de aportar a los gatos cuando lo necesiten”.

Otro punto complejo de abordar, especialmente cuando se está iniciando en esto, es estrechar lazos de confianza. Las catsitters cuentan que esta es la base para empezar a impartir el servicio, ya que las personas están abriendo la puerta de sus hogares y su mundo privado a personas que quizás no conocen tanto.

“Es pasar las llaves de tu casa vacía para el cuidado de tus gatos, sin saber si esta persona va a ir a intrusear. Entonces hay que tener mucha confianza con la persona”, apunta Fernanda.

Por otra parte, algo que podrían enfrentar las catsitters son los prejuicios de un trabajo que aún es poco conocido entre la población. No es lo habitual, pero pueden venir de personas que no comprenden bien de qué se trata o no lo valoran. Sin embargo, quienes tienen felinos y desean que estén bajo custodia siempre, saben que es una labor valiosa.

“Me ha pasado que me dicen ‘¿Pero cómo trabajas de eso?’. La gente se sorprende de que es un servicio que se necesita y también porque cambié de un día a otro estudiando otra cosa, porque ser catsitter y arquitecta son cosas totalmente diferentes. Al final uno en el camino se va dando cuenta, toda la vida había cuidado gatos y hecho rescates, así llegué a esto”, comenta Valentina.

Para Romina, este trabajo puede parecer liviano a simple vista, pero la realidad es que conlleva una gran responsabilidad. “Cuando estás con el gato ves que tiene muchas necesidades y te puedes topar con situaciones que requieren tu atención, como sus síntomas o si hay algo que podría generarle un riesgo dentro de la casa”.

Pese a los obstáculos que podrían surgir, las catsitters saben que seguirán en esta travesía de velar por el bienestar y seguridad de “mininos” que están momentáneamente solos en la casa. Ya dejó de ser un ingreso adicional y se proyectan a futuro en este empleo.

“Trabajé un montón de tiempo como periodista y podría volver a hacerlo, pero hasta el momento ser catsitter me apasiona y me ha llenado espiritualmente mucho más que otros trabajos que he tenido. En este momento al menos me proyecto en esto, para mí da muchas gratificaciones si es que eres un amante de los gatos y creo que lo más bonito es la tranquilidad que le das a las personas que finalmente confían en ti”, dice Romina.

Fernanda cuenta que incluso está tomando cursos para entregar un servicio más completo y saber qué cosas básicas debe hacer en casos de que el gato que cuida presente un síntoma anómalo.

Si bien destaca que es un nicho que está partiendo en Chile y que no es tan expandido como en otros países, ha podido ver que la oferta de catsitters solo ha ido aumentando en Santiago. En regiones aún falta, pero hay personas que la han contactado por redes sociales para saber cómo empezar.

“Es algo en lo que me veo a futuro. La gente lo necesita si se preocupa por sus animales de compañía. También es por la forma en que se vive actualmente, por ejemplo, hay personas que han optado por tomar la decisión de no ser padre o madre y prefieren adoptar un animal”, dice Valentina.

“Al final es súper gratificante, hay muchas personas que me dicen ‘Vale, es el trabajo soñado’. Yo les digo ‘sí, es el trabajo soñado’”, sentencia.

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