¿Universitarios malcriados?: Se abre el debate

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"Malcriando a los jóvenes estadounidenses" es el libro con que el abogado Greg Lukianoff y el sicólogo Jonathan Haidt abren un debate sobre los universitarios. Analizan lo que consideran una excesiva sobreprotección a los jóvenes y cómo eso los hace frágiles, inhabilitándolos para enfrentar la adversidad y el debate. Los autores plantean que la Generación Z -nacidos después de 1996- está camino al fracaso. ¿Y en Chile ocurre lo mismo? Las opiniones difieren. Mientras, Haidt defiende aquí su postura.


En mayo de 2014 Greg Lukianoff y Jonathan Haidt se juntaron en el barrio Greenwich Village de Nueva York para conversar sobre una inquietud que Greg llevaba años dando vueltas. Lukianoff es abogado y cabeza de la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación. Al trabajar en una institución que busca defender la libertad de expresión en los campus universitarios, había visto que la mayoría de los llamados de censura venían desde la administración. Sin embargo, en los últimos años algo salía de lo común: ahora eran los estudiantes los que pedían que se removiera material académico porque las palabras se percibían como fuente de peligro y podían gatillar traumas o emociones negativas. Haidt, por su parte, es doctor en sicología social y profesor de la Universidad de Nueva York (NYU); y en ese encuentro compartió la inquietud de Lukianoff. Incluso, a él en clases lo habían denunciado por lo mismo.

Ese año, una estudiante acusó al sicólogo frente al decano de la Escuela de Negocios Stern de NYU por enseñar un ejercicio que la hizo sentirse ofendida. Éste era el experimento de Stanley Milgram, un método que en la década del 60 ponía a prueba la moralidad de las personas enfrentándolas a una situación de obediencia a la autoridad. Con el ejercicio, Haidt explicaba el actuar de los nazis que cometieron crímenes contra la humanidad por obediencia. El profesor había realizado este ejercicio docenas de veces con cientos de alumnos, pero esta vez la estudiante lo tomó mal y lo acusó de decir que los nazis no eran malos, cuando en realidad Haidt buscaba evidenciar cómo la sicología social explica que casi cualquier persona podría ser presionada a cometer actos de maldad.

Ante estos nuevos escenarios, ambos académicos decidieron entrar a un análisis más profundo de los centennials o "Generación Z", nacidos desde 1996 y actualmente universitarios. El 11 de agosto de 2015 publicaron en el sitio web de la revista The Atlantic el ensayo The coddling of the american mind (Las malcriadas mentes norteamericanas). "Algo extraño está sucediendo en los colegios y universidades de Estados Unidos. Está surgiendo un movimiento, dirigido e impulsado en gran medida por los estudiantes, para limpiar los campus de palabras, ideas y temas que puedan causar incomodidad u ofender", dice el primer párrafo del texto. Los autores proponían como tesis central que estamos ante un nuevo clima universitario, donde la sobreprotección de los padres ha afectado de manera negativa  la integridad de esta generación que autocensura su desarrollo académico, invalidando y expulsando posiciones contrarias a las ideas establecidas y consideradas correctas.

Categóricamente, hablan de "estudiantes frágiles": que no pueden tolerar opiniones adversas, sino que las erradican para no enfrentarlas y protegerse en nombre del bienestar emocional. Según Lukianoff y Haidt, estas prácticas pueden llegar a generar problemas sicológicos como ansiedad y depresión. "El nuevo proteccionismo puede estar enseñando a los estudiantes a pensar de forma patológica", plantean.

La publicación pasó a ser uno de los cinco artículos más vistos en la historia de la web de The Atlantic. Semanas más tarde, el entonces presidente Barack Obama se refirió al texto durante un discurso donde alabó el valor de la diversidad de ideas, diciendo que los universitarios "no debían ser consentidos ni protegidos de los diferentes puntos de vista". Entonces  Lukianoff y Haidt decidieron continuar profundizando y bajo el mismo nombre del artículo escribieron un libro, que en Chile acaba de ser traducido por la Fundación Para el Progreso como Malcriando a los jóvenes estadounidenses: Cómo las buenas intenciones y las malas ideas están preparando a una generación para el fracaso.

El libro

Lukianoff y Haidt, en el libro, insisten en que la cultura de sobreprotección interfiere con el desarrollo emocional e intelectual de los jóvenes que han resultado ser frágiles, hipersusceptibles y maniqueos. Según ellos, no están preparados para enfrentar el conflicto, la democracia, ni el debate. "Esto los guía al fracaso", dice Haidt en entrevista con Tendencias.

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FOTO: Daniela Clementi[/caption]

-¿Cuáles son las características principales de la Generación Z?

-Primero, sufren tasas mucho más altas de ansiedad y depresión, especialmente las niñas. Segundo, pasan más de cuatro horas al día en sus dispositivos; muchos más de seis horas al día, lo que significa que a menudo no desarrollan otras habilidades, como la interacción cara a cara, y por último son una generación más frágil y fácilmente desanimada que la generación millennial (nacida antes de 1996).

-¿Cómo sería el fracaso al que están destinados?

-Me temo que la Generación Z no está lista para participar en una democracia, donde no se puede "bloquear" a los ciudadanos. Tienes que comprometerte con ellos y trabajar en la misma oficina que ellos, incluso si tienen valores que odias. Me temo que a la Generación Z esto le resultará difícil.

"La moral ata y ciega", señala el estadounidense refiriéndose a uno de los principios de la sicología, que según él afecta la habilidad de pensar críticamente, por confiar en las emociones. En la misma línea, plantea que las redes sociales han fomentado esta cruzada moral donde los nativos digitales expresan solidaridad y apuntan a los traidores. El sicólogo asegura que así se desarrolla un "pensamiento distorsionado", con una generalización excesiva y emocional, que explica el aumento de enfermedades mentales.

Según el libro, el actual movimiento universitario trata de transformar los establecimientos en "espacios seguros", donde los jóvenes vivan protegidos de palabras e ideas que les incomodan. "Esto subraya la finalidad de proteger a los estudiantes de todo daño sicológico", menciona el texto, que luego levanta la idea de "estudiantes frágiles". Es decir, que se autoprotegen porque no están preparados para enfrentar la adversidad.

-¿Cuál es la causa de esta fragilidad?

-Greg y yo creemos que hay dos causas principales. Uno, gran sobreprotección en la infancia, incluida la pérdida de juego libre, o sea sin supervisión antes de los 10-12 años; y dos, entrada demasiado temprana al mundo en las redes sociales, con sus constantes comparaciones con otros y su fácil ciberacoso.

Haidt asegura que los mismos académicos y administrativos de las universidades han sido quienes han permitido que esta tendencia se masifique; y los llama a hacerse cargo de este "desastre". "¿Qué estamos haciendo con nuestros estudiantes si les damos pie para que desarrollen una piel excesivamente delgadas justo antes de que salgan de la protección del adulto?", cuestiona.

-¿Pero asumir la responsabilidad, en la universidad, de impartir valores no sería también sobreproteger? Los universitarios son adultos que buscan desarrollarse como profesionales.

-No estoy de acuerdo con que los jóvenes de 18 años en EE.UU. sean adultos. Hace 30 años estaban al comienzo de la adultez, pero ahora no lo son.

-¿Por qué no?

Los niños maduran lentamente cuando están bajo constante cuidado y supervisión. Maduran más rápido cuando se les da autonomía. Nosotros redujimos la autonomía de los niños y adolescentes en los 90. Como resultado, un adolescente que cumple 18 no ha tenido tanta experiencia de vida. Jean Twenge dice que los jóvenes que hoy tienen 18 años han alcanzado el desarrollo que, hace tres décadas, tenían los de 15 años.

También se plantea el concepto de "cultura de denuncia"; una especie de "caza de brujas" donde el mínimo acto que atente contra la moral imperante será castigado. "Además, hay una extendida prohibición de 'echar la culpa a la víctima' en los círculos académicos", dice el texto.

-¿Pero esta "cultura de acusación" que usted critica no afecta a veces  de manera positiva? Ahora por ejemplo las mujeres se atreven más a denunciar abusos sexuales.

-Sí, esto sería un desarrollo muy positivo.

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Autores: Jonathan Haidty Greg Lukianoff Editorial: FPP Páginas: 512 Precio: $11.900 en librerías[/caption]

"Los niños nacidos después de los 80 -millennials- recibieron un mensaje de los adultos: la vida es peligrosa, pero haremos todo para protegerlos del daño, no sólo de los extraños, sino que entre unos y otros", argumentan los autores. Son jóvenes, dice el texto, criados bajo una "paternidad temerosa" que nunca les permitió cometer errores.

El libro fue reconocido por académicos, incluso considerado best-seller por The New York Times y finalista en 2018 al Premio Nacional del Círculo de Críticos para No ficción en EE.UU. Pero también ha tenido opiniones negativas. Como la de la filósofa de la Universidad de Yale, Moira Weigel, publicada en The Guardian, que rebatió punto por punto la tesis de Lukianoff y Haidt. "La deuda de préstamos estudiantiles se ha triplicado en la última década. Hoy alrededor de 44,2 millones de estadounidenses deben un total de más de US$ 1,5 billones. Nada de esto surge en The Coddling of the American Mind, un libro sobre por qué los jóvenes se sienten ansiosos y la universidad lo está empeorando", escribe Weigel. Según ella, el libro no da espacio a la posibilidad de que el fenómeno sea un cambio histórico y social, que podría modificar legítimamente las instituciones. "Los autores citan la sabiduría popular: 'Prepare al niño para el camino, no el camino para el niño'. La posibilidad de que un grupo de niños pueda reunirse para construir ellos mismo un nuevo camino no es algo que puedan tolerar", sostiene. "Quizás las mentes que malcrían son las suyas", finaliza Weigel, refiriéndose a Lukianoff y Haidt.

¿Y en Chile?

El doctor en filosofía política Cristóbal Bellolio dice que la reflexión de Malcriando a los jóvenes estadounidense es aplicable a la realidad chilena. Al igual que en el libro, le llama la atención la tendencia de los estudiantes a "funar" a expositores invitados por el hecho de discrepar de sus ideas. Recuerda cuando en 2018 invitó a José Antonio Kast a un panel en la Universidad Adolfo Ibáñez y los estudiantes irrumpieron para leer una carta diciendo sentirse ofendidos. "Ellos sentían que este visitante era un monstruo inmoral y que su visita los vulneraba", cuenta el académico, y agrega que luego visitaron al rector para alegar que recibir a Kast era validar una visión homofóbica, xenófoba y misógina. "No me parece que la persona que tiene ideas distintas de uno deba quedar fuera de los márgenes de la convivencia democrática", reflexiona Bellolio.

También recuerda cuando moderó el último debate de la Federación de Estudiantes de la misma universidad: "Dos de las tres listas de lo único que hablaban era de espacios seguros. Que las universidades fueran lugares donde sus visiones no fueran amenazadas o que no se sintieran conflictuados, tanto por visiones que podían estar en el currículum o por la posibilidad de que otros estudiantes tuviesen visiones adversas".

En su columna del 31 de agosto en La Tercera, el historiador Alfredo Jocelyn-Holt se refirió también al tema. Califica el ambiente de las universidades estadounidenses como "tóxico", describiéndolo como "lugares doctos pero que, hace rato, se ven asediados por un sectarismo puritano normativo pautado desde facultades de humanidades en franca decadencia". Sobre la tesis planteada por Greg Lukianoff y Jonathan Haidt, Jocelyn-Holt coincide con la hipersensibilidad de los universitarios actuales "cada vez más masificados, vulnerables, agobiados con problemas de salud mental, además histéricos, empeñados en que no se les agreda u ofenda, de lo contrario arman el jaleo respectivo. Frente a lo cual las autoridades se rinden".

Consultadas otras voces respecto a si los universitarios chilenos son o no malcriados, las visiones difieren. Con variados argumentos. Desde una dirigente universitaria en completo desacuerdo con los autores estadounidenses hasta un siquiatra que asegura que un joven puede ser frágil y revolucionario a la vez (ver recuadros).

El diagnóstico de Haidt

Lukianoff y Haidt recopilaron datos de salud mental, uso de redes sociales y protección parental en los principales países de habla inglesa: EE.UU., Canadá, Reino Unido, Nueva Zelandia y Australia. Según el sicólogo, ésta es evidencia de que su teoría es válida en otros países.

Respecto a la relación entre fragilidad y protesta que se ve en algunos jóvenes universitarios, Haidt aclara: "La Generación Z es frágil y teme correr riesgos. Las protestas se realizan principalmente a través de las redes sociales, de manera que exponen a los manifestantes a poco riesgo. Cuando los administradores dicen que habrá sanciones por ocupar oficinas, o riesgo de ir a la cárcel, se van a casa. No sé lo que está pasando en Chile."

-En Chile no parecieran tener ese miedo. En 2018 hubo una protesta feminista masiva en las universidades. ¿Cree que estos movimientos poderosos son producto de estos jóvenes que describe?

-Si están exigiendo el fin del acoso sexual, entonces son movimientos muy legítimos, pero si les están enseñando a las mujeres jóvenes a verse a sí mismas como criaturas frágiles de las que no se puede esperar que digan "no" cuando los hombres avanzan, y si les están enseñando a las niñas que las palabras son violencia y que la vida es una lucha entre grupos cerrados, entonces sí están relacionados con lo que está sucediendo en Estados Unidos y predeciría que el movimiento no hará que la próxima generación de mujeres chilenas sea más fuerte y más feliz.

-¿Cómo podemos identificar si los estudiantes chilenos son frágiles?

-Si sus estudiantes son sicológicamente fuertes y no tienen tasas altas de ansiedad, depresión o autolesiones; entonces se parecen más a los estudiantes de la década de 1960: politizan gran parte de la vida, pero no son frágiles. Pero no sólo miren a los estudiantes universitarios que protestan. Miren a las chicas de 13 años. ¿Son tan saludables mentalmente como hace 30 años? En los países de habla inglesa, la respuesta es no.

-¿Crees que los universitarios chilenos es también una generación malcriada?

-No. Es una generalización que para Chile, al menos, pasa por alto la enorme diversidad de jóvenes en la educación superior. Hay diferencias de grupos de edad, tipos de estudiantes, áreas del saber donde cursan sus estudios, culturas de género, origen socioeconómico, etc. No existe ninguna evidencia que muestre que las actuales generaciones de estudiantes de la educación superior chilena son malcriadas o han tenido una crianza de menor calidad que generaciones anteriores.

-¿Ves una hipersensibilidad en ellos?

-Otra vez, no se puede generalizar. Pero es probable que en círculos de jóvenes socialmente acomodados, familias burguesas y mesocráticas consolidadas exista la tendencia a concebir su propio bienestar como la cosa más digna e importante del mundo; una cierta cultura del narcisismo como la llamó Christopher Lash, historiador norteamericano en los años 80. Hablaba de unos grupos generacionales fascinados con la fama y la celebridad, temerosos de la competencia, desconfiados, con relaciones interpersonales fugaces, horrorizados de su propia transitoriedad. Pudiera ser que en esos círculos acomodados o semiacomodados hoy en Chile se cultive una nueva suerte de hipersensibilidad narcisista.

-¿Son jóvenes que minimizan el debate, que no escuchan a los que piensan distinto?

-En efecto, en ciertos grupos, al interior de esos círculos de hipersensibilidad narcisista, suelen presentarse rasgos de desinterés por los otros y de intensa intolerancia frente a quienes son percibidos como distintos, ajenos, políticamente incorrectos. Esto lleva a veces a desechar el debate de ideas; otras veces a acallar al que está al frente; en el extremo, a funarlo o agredirlo físicamente.

-Haidt dice que los universitarios piden protección frente a ideas y palabras que no les gustan; y eso explica el desastre en su educación y salud mental. ¿Se vive eso en Chile?

-Tendemos a exagerar fenómenos que hasta ahora son propios de minorías, entre otras cosas porque éstas son activas y llamativas y se proyectan a sí mismas como fenómeno general. Aún así, es algo que debe preocupar, sobre todo en medios universitarios. Allí suelen aparecer minorías que quisieran no tener que convivir con "otros diferentes"... Son comportamientos de una gran intolerancia, de cierto matonaje ético, de un narcisismo que se siente amenazado y reacciona.

"En Chile no es que los padres sean tan sobreprotectores de sus hijos, más bien los padres se han tendido a desentender de los hijos y por eso creo que los universitarios de hoy son una generación que no ha sido muy educada, conducida y formada por sus padres. Eso deja la sensación de que hacen lo que quieren, pero es porque no han tenido una relación estrecha con sus padres que es lo que da la verdadera formación.

Esto tiene que ver con que ésta es una sociedad que nos tiene a todos cogidos con el exceso de trabajo y del consumo. En ese sentido, el desastre de la educación y la salud mental yo lo pondría en términos de que la despreocupación por la formación de los jóvenes en una sociedad de la abundancia ha llevado a hábitos adictivos, que es lo que en este momento está afectando enormemente su salud. Con hábitos adictivos no sólo me refiero a drogas, alcohol y tabaco, sino que tienen que ver con estar pasándolo permanentemente bien, cómodos y teniendo placeres hedónicos, a través de los aparatos electrónicos y todo lo que resulta excitante. Eso los lleva muchas veces a estados mentales en que terminan estresados y cansados, además de los aparatos electrónicos que les impiden tener relaciones afectivas, cara a cara, cercanas.

No creo que los estudiantes estén preocupados de pedir protección de los adultos. Ellos más bien se han sacudido de esa autoridad, están con un planteamiento de que los adultos no tienen mucho que ofrecerles y por lo tanto quieren construir sus propios caminos; y en esta construcción, como no han sido desde niños formados y educados con un buen control del impulso, lo hacen sin el trabajo emocional que se requiere ni el control del impulso que eso conlleva.

No me parece que la hipersensibilidad sea por la sobreprotección. Pienso que ésas son las vías que tienen ahora. Lo que pasa es que la juventud siempre se plantea de manera más o menos radical, y somos los adultos los que tenemos la responsabilidad de moderar esa emocionalidad extrema. Yo eso no lo considero un síntoma negativo. Al contrario, siento que lo que están haciendo los grupos jóvenes de reclamar, los grupos feministas, los que están preocupados del abuso, del ecosistema, es la manera que tienen de hacer sus reclamos.

Pero sí creo que los universitarios son frágiles, porque no han crecido en inteligencia emocional ni en capacidad para poder enfrentar los desafíos. Ahora, no es que estén pidiendo ayuda; los estudiantes están planteando sus temas como una rebeldía frente al mundo de los adultos. Por eso pueden ser frágiles y revolucionarios a la vez. Actualmente la posición revolucionaria, que es una posición que quiere cambiarlo todo porque considera que todo está malo, refleja mucha fragilidad porque tienen una incapacidad de apreciar las cosas buenas".

-Haidt dice que los jóvenes estadounidenses son malcriados e hipersensibles a la hora de debatir. ¿Ves este fenómeno en Chile?

-Creo que puede o no haber una hipersensibilidad, pero el tema más profundo es otro: ¿Qué es lo que hoy está generando una crisis en el debate? En Chile vemos hartas problemáticas de salud mental en los jóvenes y esto no es una consecuencia de ser hipersensibles: esta generación que está en la universidad, o que va a entrar a ella, sufre las consecuencias de la implantación del modelo neoliberal. Un ejemplo es que la educación hay que pagarla a través del endeudamiento y que además entrar hoy a estudiar no te garantiza un puesto en el trabajo. Muchos que hoy estudian una carrera es probable que terminen trabajando en algo que no estudiaron. ¿No es eso frustrante?

-¿Que exista cierta hipersensiblidad es, entonces, consecuencia del modelo neoliberal más que una particular actitud en los universitarios?

-Claro. Además estamos viviendo un contexto bien violento. Este problema efectivamente está muy enfocado en los jóvenes, porque estamos empezando a habitar el mundo que nos dejaron: con crisis ecológica, ambiental, política, con condiciones precarias de trabajo. Somos, además, una generación muy sobreestimulada, pero con muy poco tiempo para vivir. Creo que lo que dice Haidt es bastante simplista porque deja afuera el componente sistémico.

-Pero cuando los jóvenes obstruyen la entrada de José Antonio Kast a una universidad, ¿el fin es que no se debata simplemente para no reproducir sus ideas?

-Es complejo, porque por un lado está mal que lo funen y no pueda hacer el debate, pero este clima de odio y violencia ¿quién lo propicia? En parte él, porque aprovecha su tribuna política para impulsar discursos de odio, ultranacionalista, contra mujeres, diferencias sexuales y migrantes. Sí, está mal que hayan lo funado y le impidieran debatir, pero está muy mal que él tenga un discurso de odio que genera más violencia. Probablemente el debate democrático se ha vuelto medio irracional, pero no le veo la arista generacional; es algo muy transversal.

-Haidt dice que la salud mental de los jóvenes es más susceptible de deteriorarse pues no se puede ser tan sobreprotegidos y revolucionarios a la vez. ¿Qué crees tú?

-Que es un juicio muy subjetivo. Capaz que haya sectores súper sobreprotegidos, pero hay un grueso de la población que no estudiamos gratis -a diferencia de nuestros padres o abuelos- ni tenemos cómo pagar los estudios, además de estar expuestos a los mismos discursos de odio que hoy nos interpelan directamente. Me pregunto ¿quién está más sobreprotegido?, ¿los que salimos endeudados de la universidad o los que estudiaron gratis en su época? Los jóvenes estamos más desprotegidos, por eso la posición de Haidt me parece reduccionista.

"Revisando lo que dice la reseña del libro, me llama la atención que se hable de debilidad. La debilidad es parte de la condición humana: mi generación es débil, la generación de mi padres y la de mis abuelos está llena de debilidades, sólo que esas debilidades se expresan, canalizan o explotan de otras formas, a veces bastante más cínicas. Valoro de la generación de hoy la expresividad de sus identidades, la libertad con que viven, la forma en que poco a poco han abandonado el modelo del supuesto éxito: "Estudiar, casarse, hijos, casa propia", y especialmente cuestionar situaciones que hasta hace pocos años eran normalizadas y hoy nos resultan aberrantes. Me parece bien que el veganismo, por ejemplo, sea una lucha política en las universidades o que se persigan las múltiples formas de abuso de poder. Lo que no comparto es que haya una persecución respecto de quienes piensen distinto a sus creencias. Distinto se define como todo lo que se refiere a opiniones, actitudes y pensamientos dentro de ciertos acuerdos mínimos de la convivencia social. Hay cuestiones que no son opinables, los derechos humanos, los derechos de las mal llamadas minorías, el maltrato animal y en general cualquier tipo de comportamiento que vulnere la dignidad humana.

En ocasiones he visto una superioridad moral y cultural en esa generación, y un afán desproporcionado por someter a otros a las pruebas de blancura, lo que creo es poco real. En el día a día compartimos con personas con distintas trayectorias de vida, de otras generaciones que tampoco podemos analizarlas o juzgarlas desde nuestro encuadre o desde el encuadre de las nuevas generaciones. El mundo, las luchas políticas y los derechos civiles y sociales no partieron con esta generación de jóvenes y creo que a veces falta mayor reflexividad y revisionismo histórico.

Respecto de la limitación de los contenidos académicos, me parece tramposo atribuirles a los jóvenes esa responsabilidad, no hay nada más ideológico que la educación y el proyecto que prometen. Me parece bien que los estudiantes estén ahí, justamente vigilantes para resguardar sus derechos y su espacio a disentir. No creo que el proyecto educativo de la Universidad Católica, por ejemplo, vaya a cambiar su "línea editorial" porque sus estudiantes así lo demandan. Son válidas y razonables las demandas hoy de los universitarios".

-Haidt sostiene que hoy los universitarios prefieren no debatir para no herir sus propias susceptibilidades. ¿Ocurre también en Chile?

-Sí. Últimamente en pos de ciertas banderas se cierra el debate sin siquiera escuchar o considerar otras ideas.

-¿Por qué, a tu juicio, pasa esto?

-Creo que va por el lado de las redes sociales y porque al tener una tribuna tan inmediata y fácil todo se transmite más rápido. Hoy si tengo un problema lo pongo en Twitter; si VTR no me contesta, tuiteo que me están dando un pésimo servicio y hasta puede ser que me respondan y lo arreglen. Estamos acostumbrados a tener una tribuna donde hay miles de personas escuchando. Además, hay algo importante que dice este sicólogo: hay discusiones que ni siquiera estamos queriendo dar en pos de esta supuesta protección o corrección.

-¿Algún debate en particular del que los universitarios estén rehuyendo?

-Sí. Se da hoy un poco en política, en temas como el feminismo. Es un tema con el que estoy de acuerdo, pero el feminismo tiene una idea central y a veces llega muy rápido a otras ideas que se alejan de esa idea central y eso nadie lo cuestiona; y si uno lo hace, eres un machista y hasta ahí quedaste.

-¿Está moralizado el debate, quizá?

-Sí. Aunque el feminismo no es el único ejemplo; en otros temas también se da. Si hay una idea ya preconcebida por algún grupo, muy fácilmente pasa que te dicen que si estás en contra eres tal cosa y te invalidan. O eres facho o golpista. Pasa mucho con temas de derechos humanos o que tienen que ver remotamente con la dictadura.

-Todo apunta a que validas la tesis de Haidt. ¿Cómo compatibilizas la dirigencia con este momento que describes en que hay poco espacio para enfrentar opiniones?

-La suerte que tengo es que la UDD todavía no se ha polarizado hasta ese punto, y son pocos los grupos en que sí pasa eso o que tienen características más ideológicas. Pero en escenarios más globales como el Confech sí hay polarización. Hemos tenido varias experiencias así. Hay un episodio que se dio en la Confech después de una marcha en la que el vicepresidente de la Universidad de Los Andes dijo que había habido poca convocatoria. Recuerdo que él lo respaldó diciendo que era un dato que había salido en El Mercurio, pero le dijeron que cómo leía ese diario…

-¿Más que hipersensibilidad, hay también un sesgo político que determina el debate entonces?

-Hay de todo. Por ejemplo en la UDD no es mucha la gente interesada en política; pero sí hay grupos que hacen estos escándalos y caen en estos vicios. Como la mayoría no los está escuchando, quedan más contenidos y no trasciende. Aunque probablemente es un fenómeno que seguirá creciendo y será un desafío para las próximas federaciones.

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