Carolina Goic




MUCHOS parecen tener miedo de que la historia se repita. Sea en una primaria o en la primera vuelta electoral, comienza a rondar el fantasma de otra derrota por parte de la Falange. Pero cómo entender que varios de los mismos que hace semanas aplaudían efusivamente a la candidata después de su discurso en la última Junta Nacional, duden ahora de lo que con entusiasmo promovieron y alentaron, e incluso tomen distancia, como intentando desentenderse de las consecuencias por las decisiones comunitariamente adoptadas.

Es cierto que la política no es una actividad donde florezcan las virtudes, aunque su hipocresía a ratos espanta hasta al más curtido en sus veleidades. Todo andaba bien hasta que el escenario puso en riesgo el pacto parlamentario con la DC, dejándose ver lo único que realmente les importa a la mayoría de los representantes de la Falange en el Congreso. No es para espantarse, mal que mal, la política consiste en las estrategias y métodos para alcanzar el poder. Sin embargo, y he aquí la diferencia, no es lo mismo perseguirlo como un fin en sí mismo, que como un instrumento para alcanzar fines más nobles, que de paso puedan también disculpar las miserias cotidianas de la actividad política.

De hecho, el enfrentamiento que parece hoy tener Carolina Goic con varios de sus colegas en el Congreso, quizás tiene su raíz justamente en esta distinción. Esta asistente social, hija de inmigrantes y con una vocación pública cuyos orígenes están fuertemente arraigados en sus convicciones religiosas, pareciera creer que todavía es importante darle un contenido a la acción política, dotarla de sentido, y expresarlo en un ideario por el que valga la pena correr riesgos y así defenderlo con coraje, incluso al punto de arriesgar las actuales posiciones de poder.

No se trata, como algunos han querido motejar, de un afán testimonial que desconoce la importancia de ganar las elecciones en política, sino más bien de incluir la respuesta a la pregunta del para qué. Por lo demás, si por desempeño electoral se trata, creo que hay pocos que podrían igualar sus resultados. Fue elegida diputada con la primera mayoría, lugar que repitió para su reelección, y que mantuvo para su salto al Senado; todo sin mencionar que ganó con mucha holgura su puesto como presidenta de la DC.

De esa forma, supongo que ella mejor que nadie entiende la importancia de viabilizar una fórmula que permita la mejor representación de su partido en las próximas elecciones. Pero también pareciera creer que sin un explícito y renovado proyecto político, que dé cuenta de otro estándar ético y público, el simplemente triunfar para mantener o cuidar, es un inevitable camino a la derrota.

No estoy seguro de si este era su momento y tampoco de si será mi candidata, pero reconozco que admiro el coraje: ese con que arriesga su capital político por una convicción; ese con el que habla fuerte y claro sobre su camarada Rincón y ese con el que enfrenta hoy a muchos quienes olvidaron las razones para ganar.

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