Chile en llamas




MIENTRAS escribo esta columna, mis padres son evacuados de su hogar en los Naranjos de Curacaví, mientras las llamas alcanzan parcelas vecinas, brigadistas y helicópteros hacían lo imposible por cubrir la multiplicidad de focos que aparecen y desaparecen a cada minuto. En paralelo, miles de chilenos luchan o se resignan ante la dispersión, violencia y simultaneidad de medio centenar de incendios que ya han cobrado la vida de brigadistas, consumido más de 150 mil hectáreas y destruido cerca de 50 viviendas.

Mientras las redes sociales claman por ayuda y critican la capacidad de respuesta de las autoridades, mejor concentrarnos en las lecciones que debemos sacar de este infierno. Lo primero, es entender que en estos últimos años los factores de riesgo han aumentado significativamente y no han sido integrados en nuestros instrumentos de planificación. Estos tienen que ver con el Cambio Climático, donde tenemos que reconocer que las temperaturas seguirán aumentando y el recurso agua será más escaso; el segundo es el aumento de los monocultivos forestales en la zona central y el secano costero, que si bien cuentan con sofisticados sistemas de monitoreo, han cambiado la fisonomía y biodiversidad del territorio; y por último, la expansión urbana y su proximidad a áreas de alto riesgo como los que ha sufrido Valparaíso.

A riesgo de ser majadero, urge contar con una Política de Planificación para la Reducción, Mitigación de Riesgos y Recuperación Resiliente, que reconozca los factores de riesgo de cada territorio y defina instrumentos para la reducción de estos.

En términos de la reducción de riesgos, tenemos mucho que aprender de países con desafíos similares como EE.UU., Portugal o Australia. En este último, destaco el trabajo de la urbanista chilena Constanza González de la UDD y Alan March de la U. de Melbourne, quienes recientemente publicaron el estudio "Nueve soluciones de diseño para la reducción del riesgo de incendios forestales en planificación urbana". En su trabajo, analizan la experiencia mundial para plantear nueve principios de diseño urbano y planificación que permiten reducir el riesgo que incendios afecten áreas urbanas. Se dividen en dos grupos, el primero apunta a Reducir la Vulnerabilidad: (1) Considerando las características del paisaje y su exposición a riesgos ; (2) Determinar el adecuado distanciamiento de eventuales fuentes de calor, con anillos de protección que pueden considerar equipamiento deportivo y social evitando que los bosques sean vecinos a las viviendas; (3) Manejo o modificación de vegetación, en quebradas o bordes; (4) Manejo de las densidades, ubicación y diseño de las edificaciones ; (5) Protección de infraestructura crítica como hospitales y escuelas. El segundo grupo apunta a facilitar y mejorar la coordinación y respuesta; (6) Considerando la disponibilidad, ubicación y tiempos de viaje de los equipos de emergencia; (7) diseño vial y de espacio público para facilitar el acceso de los equipos, así como la disposición de espacios para operaciones de defensa activa y espacios para evacuación y atención; (8) Garantizar disponibilidad de agua para el combate; (9) Integrar en la planificación la acción y respuesta ciudadana en términos de activación de refugios, colaboración en la defensa, combate de las llamas y evacuación.

Es hora de incorporar estos principios en la planificación de nuestras ciudades y territorios, reconocer que contamos con expertos como González disponibles para orientar la toma de decisiones, lo único que falta es voluntad política y recursos para priorizar estos temas en la agenda y avanzar hacia un país mejor y que no tenga que levantarse de las cenizas para recuperarse en forma resiliente.

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