Hasta dar la vida




CADA 9 de julio, miles de jóvenes chilenos juran a la bandera, desde Arica a Punta Arenas, y en ese juramento se comprometen a dar la vida si fuese necesario para defender al país.

En solemnes ceremonias a lo largo de todo el territorio, los soldados conscriptos juran ante sus autoridades y muchas veces en presencia de sus orgullosas familias.

Pero es más que un acto militar, es un acto republicano, porque ese juramento implica el pleno respeto a la institucionalidad vigente, a sus autoridades, y al pleno cumplimiento de las leyes y reglamentos. Resalta este compromiso de vida, en medio del clima de individualismo predominante en ciertos sectores de la vida nacional.

La fortaleza institucional es uno de los principales capitales que tiene Chile, es uno de los pilares esenciales para una convivencia civilizada. Es también una condición esencial para el desenvolvimiento del país. Los elementos constitutivos del Estado: población, territorio y soberanía, requieren de una capacidad estratégica que garantice el adecuado cuidado de estos tres elementos básicos. Siempre es necesario tener estos principios básicos claros, en especial cuando producto de academicismos o visiones idealistas, surgen voces que sostienen que Chile ya no requeriría de una defensa clásica.

Si algo caracteriza al nuevo escenario estratégico global, es la proliferación de zonas de incertidumbre y conflicto. Si Chile apuesta en su desarrollo a la más plena inserción internacional, ello conlleva el compromiso y la necesidad de contribuir, en la medida de sus recursos, a la gobernabilidad global, empezando por la del barrio.

Por cierto, como decía Benito Juárez, la paz es el respeto al derecho ajeno, y en materia internacional, la ley asume la forma de tratados. Por eso nuestra diplomacia tiene marcado a fuego el respeto irrestricto de los tratados y su correspondiente intangibilidad.

Pero sería un error entender que el potencial de un país es solamente el estratégico. Los chilenos entendemos que la defensa es nacional, es decir, es un esfuerzo de toda la Nación. Por ello, cultivar y proteger una adecuada relación civil militar es además de una base de convivencia democrática, un requisito indispensable para potenciar nuestra propia seguridad. Esto es válido en especial luego de que en el pasado reciente, viviéramos profundas divisiones.

Por cierto, la seguridad es también una condición indispensable para el desarrollo nacional y recíprocamente, este desarrollo permite darle un sustento sólido al esfuerzo en seguridad, en sus inversiones y en la preparación del personal.

 Por todas esas razones, el Juramento a la Bandera que se realiza cada 9 de julio, constituye un eslabón más en la construcción de nuestra Nación; en esta ceremonia se funde una común voluntad por construir el mejor futuro para nuestro país.

En las principales avenidas y plazas de nuestras ciudades, resonará este domingo el compromiso de miles de jóvenes que se juramentarán a ser  honrados, valientes y amantes de su Patria.

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