En defensa del galán




Son muchos los hombres que han caído gracias al movimiento #MeToo, surgido desde la denuncia por abuso sexual de decenas de mujeres en contra del productor de cine Harvey Wenstein. Hoy, la larga lista negra agrupa no solo a actores, sino también a todo tipo de celebridades, periodistas, escritores y ejecutivos, por mencionar algunos.

Por eso, no es extraño que #MeToo haya sido nombrado el personaje del año por la revista Time. Por eso, no fue raro que la ceremonia de los Globos de Oro de la semana pasada, las actrices decidieron vestirse de negro, como una forma de protesta silenciosa, aunque finalmente terminó siendo bastante bulliciosa, porque todos los discursos aludieron en forma encendida el tema de los abusos.

La situación, que causa respeto y simpatía, también comienza a inquietar por los alcances que puede tener. No solo por la verdadera cacería de brujas -muchos de los acusados no se pueden defender-, sino también por la idea de que se instale una suerte de puritanismo sexual. Con razón, el punto lo levantó con fuerza la actriz francesa Catherine Deneuve, quien, junto a un centenar de personalidades de la cultura francesa, salieron al paso del #MeToo, en una carta publicada en el diario Le Monde.

Su manifiesto es claro: la violación es un crimen, pero la seducción insistente o torpe no es un delito. Tampoco es la galantería un ataque de machismo y los hombres deberían tener permitido coquetear a las mujeres, dicen. "Muchos han sido condenados por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, por hablar cosas íntimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales, en lo que constituye un serio riesgo al regreso de la moral puritana", advierten.

Se trata, sin duda, de uno de los debates más interesantes de los últimos tiempos. #MeToo, con su actuar, corre el riesgo de llegar muy lejos y poniendo en jaque la forma como hombres y mujeres se relacionan.

La cosa es que no solo deja a los hombres como una tropa de primitivos, sino que también habla de una mujer indefensa, incapaz de distinguir el abuso de la galantería. Esto último es lo que planteó la crítica literaria Daphne Merkin, quien en una columna publicada en The New York Times, dijo "públicamente decimos #MeToo. En privado tenemos dudas", añadiendo el riesgo de que las mujeres sean percibidas como seres tan frágiles como las dueñas de casa de la era victoriana.

La batalla recién comienza. Pero una cosa clara: hasta ahora es una disputa entre mujeres. Son ellas las que, frente a las acusaciones, han salido a defender su galantería, aunque sea torpe. Se trata de un silencio cómplice o cobarde. Este es un debate interesante, donde nadie se debiera restar, porque dejando de lado los delitos, que siempre deben ser condenables, al final del día, estamos hablando de la forma cómo se relacionan hombres y mujeres.

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