El quiebre cultural




Se suponía que este cambio de gabinete no iba a ser 'pauteado' por nada ni por nadie; que la Mandataria escogería sin interferencias el cómo, los quiénes y el cuándo.

Resultó exactamente al revés: la prensa lo anuncia todos los días, los dirigentes del oficialismo lo imploran en voz alta y las últimas encuestas lo hicieron inevitable. Es decir, lo que en un régimen presidencialista es, por definición, una señal de autoridad, se convirtió ya en lo contrario: un pie forzado.

<em>La Presidenta Michelle Bachelet se encuentra ahora prisionera de una decisión a destiempo, sometida a las urgencias de un deterioro político que la está arrastrando también a ella en la rodada, en una marea sinuosa de pérdida de credibilidad".</em>

Bachelet pasó en un breve lapso a ser una Presidenta a la que medio país no le tiene confianza y considera 'lejana', mientras las reformas emblemáticas de su administración se vuelven día a día más impopulares.

Así, la crónica de este cambio de gabinete anunciado ha terminado por imponerse en un momento de extrema perplejidad, cuando los márgenes de maniobra son reducidos, en el breve lapso de tiempo en que el gobierno puso el acelerador a fondo para intentar sacar sus proyectos en trámite antes del 31 de enero.

Pero la inestabilidad que hoy ronda al gabinete está siendo provocada por otro desfase, mucho más complejo y que toca el contenido mismo de las reformas. Se está recién legislando sobre el primer proyecto de la reforma educacional. Queda todavía por delante un mar de iniciativas de enorme envergadura, y las divergencias de fondo no logran disiparse, ni siquiera al interior de la coalición gobernante.

La Moneda y el oficialismo se encuentran, en rigor, sin una explicación clara sobre las causas de su deterioro político. Se culpa a reformas 'buenas, pero mal explicadas', lo que convirtió al gabinete en la causa del problema. Este sería un asunto de 'trabajar más y mejor', no el de un quiebre que ahora asoma entre un sector relevante del país y la naturaleza de las transformaciones en curso. Mejor así, porque será mucho más fácil cambiar ministros que enfoques, personas, y no una oferta política que hoy comienza a mostrar un serio error de diagnóstico sobre lo que es en la actualidad la sociedad chilena y a lo que aspira.

<em>De tanto escuchar a la calle, se olvidaron de la vereda, de esa inmensa mayoría que no marcha, sino que se desplaza todos los días en silencio a su trabajo, su escuela y su universidad".</em>

En los hechos, es contra el sentido común de esa vereda con lo que están chocando ahora las reformas, y ese problema no se arregla con un cambio de gabinete. Se requiere de otra cosa: algo para lo que probablemente ya no existe tiempo, y que supondría pagar costos políticos abismantes.

Las encuestas de esta semana muestran con claridad que la clase media arranca en todas direcciones, que el país al que un sector del oficialismo quería lanzar por la borda tiene arraigos impensados en segmentos importantes de la población. Y sobre lo que eso implica ya no hay, a estas alturas, cómo rectificar. Lo único que queda es esperar, y en lo único que se puede confiar es en un cambio de gabinete.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.