La paz esté con ustedes, ¿a cambio de qué?




A 30 años de la emblemática visita a Chile del Papa Juan Pablo II -en un encuentro que marcó varias generaciones y cuyas imágenes e himnos recordamos aún con facilidad y emoción- nuestro país se prepara nuevamente para recibir al arzobispo de Roma, en esta oportunidad, el Papa Francisco. Un evento que debiera ser motivo de alegría y orgullo para el país, y que sin embargo ha perdido su sentido real y espiritual para enfrascarse en una discusión racional sobre su financiamiento y los elevados costos que esto implica.

La estrategia comunicacional utilizada para transmitir su visita, así como la campaña "Papa Francisco, yo lo invito", que alude a que todos los chilenos aporten dinero para apoyar la iniciativa y se hagan parte de ella, nos está haciendo perder una oportunidad única de volver a vivir una experiencia memorable. Robert Mckee, reconocido como el mejor profesor de guiones del mundo, bien señala que el éxito está en generar historias que muevan y conmuevan y olvidarse un poco de la retórica convencional argumentada en cifras, hechos y estadísticas, que buscan el convencimiento desde una perspectiva intelectual y que resultan poco eficiente.

El mensaje y la forma de construir una historia es fundamental y debe despertar las emociones si queremos mover las energías. ¿Dónde quedó el mensaje que el Papa quiere transmitirnos como país? ¿El encargo que nos hace mientras vivimos la espera?, ¿la paz social que viene a fomentar en una sociedad cada vez más intolerante?, ¿o su experiencia en Chile cuando se formaba como Jesuita en la actual comuna de Padre Hurtado (antes Melipilla)? Tenemos la suerte de recibir a un Papa que se ha caracterizado por llegar a la gente con su ejemplo de humildad y sencillez, con mensajes claros y sencillos. Un Papa que además es cercano por su procedencia Sudamericana, y sin embargo nada de eso ha logrado instalarse en la discusión, sino justamente todo lo contrario.

Si miramos cómo ha manejado este tema Perú, por ejemplo, el financiamiento no ha sido el foco de la noticia, pese a que manejan cifras similares a las nuestras, porque el énfasis se ha puesto en el sentimiento país: "Es tiempo de unir nuestros corazones y mirar con esperanza hacia el futuro. Recibamos al Papa en un país unido". En Chile en tanto el lema "La paz les doy", no ha podido ser profundizado, no ha sido catalizador de una invitación a nuestra sociedad y además queda la sensación de que hay que pagar por ella.

La última Encuesta Bicentenario de 2016 indicó que solo un 58% de las personas se considera católico –frente al 70% que decía profesar esa fe en 1987- al mismo tiempo que un 56% manifestó su rechazo frente a la Iglesia Católica en relación al nivel de confianza en las instituciones. Frente a este escenario, es difícil pensar que los chilenos miren con buenos ojos la campaña financiera de esta visita, y un error no haber anticipado esta respuesta.

Basta pensar en nuestra idiosincrasia, en cómo vibramos con las buenas noticias, en el orgullo de ser chileno y de lo que nos identifica: "Y verás cómo quieren Chile al amigo cuando es forastero". Mejor sería entonces, abogar por un mensaje país, una marca país, que nos permita recibir su paz, independiente del credo o no credo. Finalmente, el legado de la visita de una figura como Francisco es su mensaje, y ha sido hoy el más ausente de todos.

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