La responsabilidad política en el gasto militar




SEAMOS PRECISOS. El gasto en fuerzas armadas en un país como Chile siempre va a ser necesario y pertinente. Lo que no es necesario ni pertinente, es el mecanismo de este gasto. No es correcto que, en un país democrático, donde existe una multitud de instituciones y necesidades, exista una ley reservada indexada al cobre, destinada, sin discusión, a gastos militares.

No es normal que Codelco, una empresa que pertenece a todos los chilenos, y que es la más grande del mundo en producción de cobre, se tenga que endeudar, no para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sino que, para financiar la ley destinada a cubrir única y exclusivamente, gastos militares.

En un país pacífico, que no sabe de guerras desde hace más de un siglo, pero donde faltan médicos en los consultorios y especialistas en los hospitales, donde el empleo es precario, el desempleo crece, y los estudiantes estudian endeudándose, es impertinente endeudarse para destinar, sin discusión siquiera, plata para comprar armas.

Claro, celebramos la construcción, a partir del gasto militar, del nuevo rompehielos en el astillero de Asmar, que ha permitido generar empleo y desarrollar ciencia y tecnología. Pero el camino para el mejoramiento del empleo y el desarrollo de la ciencia y la tecnología no puede ser el del gasto militar. En un país en paz, que quiere alcanzar al desarrollo humano de sus habitantes, gastar plata en helicópteros de guerra es, por decirlo menos, excesivo. Pero cuando los helicópteros se compran por su utilidad en la respuesta a las emergencias y el rescate de personas, el gasto ya no parece excesivo, sino lógico y pertinente.

¿Dónde está la impertinencia entonces? No en la captura del Estado por parte del Ejército, como podría suponerse. Porque el problema hoy, está en el lado civil de la cancha.

Primero, o en la desidia u oscuro interés, de cierta clase política, de izquierda y derecha, que permanentemente sacan esta discusión de la agenda.

Segundo, en la incapacidad diplomática chilena, que ha fracasado sistemáticamente en la construcción de relaciones de confianza y seguridad con los países vecinos, que ha terminado judicializando todos los problemas de límites, y que ha contribuido a crear una falsa idea de inseguridad.

Tercero, en el despilfarro de recursos de Codelco. Con ejecutivos que se retiran con cientos de millones en los bolsillos como indemnización, y donde el caos es tal que hasta las leyes de la física han dejado de funcionar. Porque cuando uno de sus ejecutivos lo hace mal, cae para arriba, y en vez de perder su trabajo, flota hasta un puesto aún mejor. La empresa más grande, con ejecutivos de "talla mundial", pero que es incapaz de gestionar desastres ambientales o la seguridad de su propia producción.

En definitiva, el problema de la ley reservada del cobre no es militar, es civil. Y es una discusión y decisión que nosotros los políticos, en comunión con los militares, le debemos a los chilenos.

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