No todos pueden ser Macron




Luego de las elecciones francesas del mes de mayo, en nuestro país "todos quieren ser Macron".

No es sorpresa que distintos políticos envidien la juventud, el dinamismo y la imagen del nuevo mandatario francés. Pero muchos olvidan que aquello no basta para ganar una elección y hacer un buen gobierno.

La semana pasada, Alejandro Guillier expresó -en una hábil demostración de oportunismo político- que "por lejos" habría votado por Macron, argumentando que el mundo está cambiando muy rápido. No tengo por qué dudar de que el candidato de la Nueva Mayoría, de tener derecho a voto en Francia, lo habría hecho; sin embargo, a juzgar por las pocas ideas que ha Guillier le conocemos, tengo la certeza de que Macron jamás votaría por él en Chile.

Comparemos: Macron propuso, como eje de su campaña, reducir drásticamente el gasto público, incluyendo el despido de más de cien mil operadores del Estado y Guillier ha apoyado todas las políticas económicas de un gobierno que está terminando con alto déficit fiscal y la deuda pública más alta de los últimos veinte años, y que además ha contratado más y más personal para su deficiente administración sin que jamás hayamos escuchado reclamo alguno.

Mientras Macron propone rebajar el impuesto a las empresas para fomentar la inversión y dinamizar la economía, Guillier defendió el alza de impuestos a las mismas y no está dispuesto siquiera a estudiar una rebaja tributaria.

Macron postula reducir el número de parlamentarios en un tercio, y Guillier promovió, exigió y votó a favor del aumento de legisladores en Chile.

Mientras Macron promueve la "autonomía de los centros escolares y universitarios", Guillier cree en "profundizar la Reforma Educacional" de este gobierno, aquella que hace precisamente lo contrario.

Mientras Macron busca flexibilizar el mercado laboral para que los trabajadores, por ejemplo, puedan adaptar su jornada al interior de sus empresas, Guillier no solo suscribió una reforma laboral que hace lo opuesto sino que además promueve la negociación colectiva por ramas, lo que afecta directamente la autonomía de las medianas y pequeñas empresas.

A lo mejor Guillier nos sorprenderá y todo lo que ha dicho y que se contrapone al ideario de Macron, lo va a cambiar, y quizás precisamente por esto manifestó que votaría por el líder galo. No sería la primera vez. En lo que el rector Carlos Peña denominó la "sencillez" de su discurso, Guillier nos tiene acostumbrados a terminar con inconsistencias y volteretas en temas fundamentales. Por ejemplo, en 2014, dijo ser partidario de eliminar las AFP por "inconstitucionales"; en marzo de este año declaró que eliminar el sistema privado previsional "no se encuentra en ninguna de mis propuestas", y finalmente, en su programa, plantea "transformaciones profundas a la estructura de pensiones en Chile". ¿Qué hará finalmente? No sabemos.

En el mismo programa, planteaba como política económica la fijación del tipo de cambio, a los pocos días se desdijo y explicó que fue un error de tipeo. No tengo por qué dudar de dicha versión, pero legítimamente me pregunto: ¿cuántas nuevas incoherencias y cuántos nuevos errores de tipeo cabe esperar en sus propuestas y, lo que es peor, en los proyectos de ley de un eventual gobierno suyo?

Chile no necesita más vueltas de carnero ni improvisaciones, para eso hemos tenido suficiente en estos últimos cuatro años; por el contrario, requiere un liderazgo con ideas claras, metas precisas y convicciones profundas sobre qué cosas hacer y cómo hacerlas.

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