Pulsiones socialistas




LOS RÍOS de tinta vertidos por estos días acerca del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se justifican plenamente. Sin él, para bien o para mal, España no sería lo que es. La elección de su máximo cargo mediante primarias puso en tensión mecanismos plebiscitarios, asamblearios y representativos. Todo ello, en el contexto de un gobierno en minoría que debe negociar, una a una, las leyes. Las del PSOE fueron a tres bandas (Pedro Sánchez, Susana Díaz y Patxi López), mostrando dos posiciones en pugna acerca de cómo hacer oposición y política de alianzas, el funcionamiento del partido, el modelo de España y, quizás más importante, el de una socialdemocracia que viene en caída libre en Europa.

El triunfo del primero que, para muchos, podría ahondar su crisis, inaugura una era sin contrapesos, con su congreso ad portas, el récord de diez años perdiendo votos y el fantasma del fracturado socialismo francés. Defenestrado el pasado octubre y luego de dos derrotas electorales (pasando de 110 a 84 diputados), se ha destacado su capacidad de resistencia, pero también sus posiciones confusas y zigzagueantes, sobre todo frente al separatismo catalán, el mayor problema que enfrenta España. Los leitmotiv de su campaña fueron un partido más a la izquierda, darle más protagonismo a la militancia y acusar que la abstención en la investidura de Rajoy los había convertido, de hecho, en un aliado objetivo del PP a cambio de nada. Una posverdad como una casa porque el presidente del gobierno ha admitido reclamos socialistas como, por ejemplo, una subida considerable del salario mínimo.

Un analista proclamó el triunfo del alma jacobina del partido. Como sea, da para pensar que, a su interior, haya militantes dispuestos a coquetear con un Podemos con vínculos con el chavismo y sobre el que la propia Le Pen afirma que "está inmerso en la única batalla que merece la pena: contra las políticas impuestas por la Unión Europea". Por otro lado, la formación morada no trepidará en tensar sus dos posturas, no solo en su afán por ser la segunda fuerza electoral sino también para hegemonizar el campo de la izquierda.

¿Cómo aterrizan estos sucesos en el socialismo chileno? Recordemos que su proceso de renovación en el exterior bebió de las fuentes del español. Por otra parte, aunque la insurgencia contra las elites es reflejo de fracturas sociales a escala global, también se manifiestan a nivel partidario. De esta forma, la coalición de la que forma parte debió enfrentar la emergencia de un flanco por la izquierda y desde adentro (la retroexcavadora), que el Frente Amplio solo viene a profundizar. Enseguida, la derrota de la vieja guardia, expresada en el rechazo a la candidatura de Lagos, no solo encuentra su símil en la reposición de Sánchez contra "históricos" y barones territoriales. Puesto que su opción incluía la histórica alianza con el centro, es también otra derrota: la de esa inspiración socialdemócrata que, en el PSOE, encarnó un Felipe González que hoy se reconoce en minoría.

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