Salud: el rigor de las cifras




Recientemente las autoridades de salud han presentado su cuenta pública y otros informes complementarios. Algunos datos que se desprenden de estos señalan que 25.000 personas han fallecido esperando atención por un especialista, que 3.000 personas fallecen mientras esperan ser hospitalizados desde los servicios de Urgencia, que 19% de los pabellones de cirugía programado no se realizan, que 264.330 personas esperan por cirugías y 1.569.615 por consulta de especialidad y que el número de trasplantes en Chile no se ha modificado. Frente a datos indesmentibles surgen dos interpretaciones de fácil lectura: faltan recursos y hay mala gestión. Sobre lo primero un informe de Dipres de Noviembre 2016 señala que la deuda hospitalaria que finalmente se paga con fondos extraordinarios se cuadruplicó. También sabemos que el presupuesto para salud ha crecido a razón de 7% anual en el último periodo de manera sostenida. Sobre la gestión existirán opiniones encontradas aun cuando las cifras hablan por sí solas, sin embargo convengamos que es un tema debatible para no distraernos de lo esencial: el modelo de atención pública está en crisis y se requiere soluciones que no propongan más de lo mismo. El incrementalismo es la peor amenaza para la salud de los chilenos.

El modelo de atención centrado en quienes otorgan el servicio, en diferentes niveles que no conversan entre si como tampoco asocian la carga de enfermedad de cada ciudadano con los recursos que ellos requieren se traduce en que la atención es un gesto aislado que no resuelve de manera integral la situación de cada paciente ni tampoco cuenta con una trazabilidad de ellos. Por otra parte la atención en silos establece que la planificación sanitaria se haga sobre cada uno de ellos sin considerar de manera sistémica que por ejemplo los colapsos en urgencia se vinculan a la baja resolutividad de la atención primaria y que las suspensiones de pabellones se vinculan a los colapsos de urgencia  

Faltando pocos meses para que termine este gobierno serán las próximas autoridades quienes deberán resolver  esta situación. La tarea no será fácil. Recibirán a un país con escasos recursos, con una inversión en infraestructura para  salud comprometida más allá de las capacidades históricas que el país ha destinado con este propósito, debido a que se suspendió el plan de concesiones, hospitales endeudados e importantes demandas insatisfechas.

Este desafío por su magnitud y alcances humanitarios deberá ser abordado con sentido de urgencia pero también con realismo y un enorme pragmatismo que se traduzca en que las intervenciones necesarias permitan resolver las listas de espera en un plazo razonable. Pero no será suficiente si no somos capaces de asumir que el modelo actual de atención, no tiene las capacidades para resolver las demandas  para una población más envejecida y con enfermedades crónicas, si no acude de manera innovadora e incluso disruptiva a implementar nuevas soluciones. Se requiere redefinir las funciones de la subsecretaria de redes para que vuelva a trabajar desde una lógica sanitaria de largo plazo y no sujeta al ciclo político, innovar en la forma de atención incrementando el nivel de resolución del nivel primario aumentando sus competencias, y apoyo de especialistas mediante tecnologías de información. Instalar nuevos mecanismos de pago asociados a resultados vinculados al nivel de atención y resolución de problemas de la población a cargo, establecer métricas de rendimiento, e incentivos asociados a estos.

Más allá de estas u otras intervenciones de política que se deberán implementar, resultará determinante que  se desarrollen bajo un marco de un gran acuerdo nacional, donde todos los sectores sean capaces de entender que al igual como ocurre con las emergencias sanitarias hoy la emergencia es el sistema de atención en su conjunto siendo la responsabilidad de conducir la agenda transformadora de las autoridades pero su éxito tarea de todos.       

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