Una nueva incertidumbre




"Cualquiera menos Piñera" era el grito de guerra. No fue suficiente. En los sectores altos de Santiago se anima la fiesta. En los barrios populares reina la indiferencia. El dólar bajará y la Bolsa recuperará la normalidad. Así será en el corto plazo. Pero, luego de las primeras semanas las cosas irán cambiando. A mediano plazo, es el triunfo de Piñera el que abre la mayor incertidumbre. Sus propuestas son conocidas; corresponden a las recetas conservadoras tradicionales que ponen el énfasis en el crecimiento y la ampliación de los espacios para los privados y las soluciones de mercado. Aquí, radican las dudas.

La coalición que lo apoya no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras y su influencia en las organizaciones sociales es escasa. Goza, es cierto, del apoyo abrumador del empresariado que siente que esta vez Piñera debe hacer un gobierno verdaderamente de "derecha" a diferencia de su primera administración, considerada como una suerte de "quinto gobierno" de la Concertación. La tensión entre las dos o tres almas de la derecha será especialmente fuerte. Se unieron en torno a la posibilidad de ganar con Piñera pero las broncas y los enconos no tardarán en aflorar.

Durante la campaña, especialmente entre primera y segunda vuelta Piñera debió hacer concesiones importantes. A contrapelo de sus posturas iniciales asumió la gratuidad, la necesidad de fortalecer el pilar solidario del sistema previsional, la AFP estatal, la profundización del Acuerdo de Unión Civil y la crítica a abusos de las Isapres.

¿Simples promesas de campaña ante la posibilidad de una derrota? A lo mejor, pero no le será fácil pasar por sobre los compromisos adquiridos. Las resistencias serán fuertes. A poco andar de su primer gobierno la movilización estudiantil trastocó sus planes y modificó la agenda nacional. Otro tanto puede ocurrir durante este segundo período que se inicia en marzo.

La oposición a Piñera será mucho más social que política. Las fuerzas de centro y de izquierda que gobernaron casi ininterrumpidamente desde 1990 iniciarán su travesía por el desierto. Se anuncia larga. No podrán ahora eludir un debate en profundidad sobre su herencia si quieren recuperar una opción a futuro. Las cuentas por cobrar son numerosas y abultadas. Esto le puede dar un respiro al nuevo gobierno. A la nueva izquierda representada hoy día por el Frente Amplio se le abre la oportunidad de liderar la oposición. Tendrá sí que ser capaz de sacudirse de las acusaciones de que con sus vacilaciones y falta de compromiso con la campaña de Guillier facilitó el triunfo de la derecha. No será tarea fácil.

El gobierno empeñado en la recta final en transformar la elección en un plebiscito sobre su gestión cosecha una severa derrota. El castigo será duro: Bachelet nuevamente terciándole la banda a Sebastián Piñera. A fin de cuentas, un nuevo avatar en la larga, muy larga lucha por un Chile mejor.

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