Columna de Rodrigo Guendelman: Un palacio para los libros

Fachada de la Biblioteca Nacional con andamios, en la Alameda, en 1920.


Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

“Es el espacio de ciudadanos, de los iguales, de las personas libres, y contribuye a formar la memoria de Chile. Es animadora de la vida cultural y es tan antigua como la República”. Esas fueron algunas de las palabras elegidas por el historiador Rafael Sagredo para celebrar hace algunos días los 210 años de la Biblioteca Nacional, institución que simultáneamente festeja 110 años de su actual ubicación, ese verdadero palacio al que se entra por la Alameda.

¿Cómo no sumarse a este cumpleaños? Hay tanto patrimonio y tanta historia en la Biblioteca Nacional, reconocida en 2015 como una de las 50 bibliotecas más majestuosas del mundo por el sitio Architecture & Design. Diseñada por el arquitecto chileno Gustavo García del Postigo, quien concursó y les ganó a nombres tan grandes como Emilio Jéquier (Museo Nacional de Bella Artes) y a Emilio Doyère (Palacio de Tribunales de Justicia), el proyecto de García del Postigo “pretendía erigir una magna obra cultural republicana, la cual consideraba un inmueble que acogiera a la Biblioteca Nacional, el Museo Histórico y el Archivo Nacional”, se lee en Un palacio para los libros. Crónica visual de la construcción de la Biblioteca Nacional de Chile, de Alfredo Palacios, publicado por Ediciones Biblioteca Nacional.

La primera piedra del edificio fue instalada el 21 de agosto de 1913, coincidiendo con el primer centenario de la Biblioteca Nacional, en presencia del Presidente Ramón Barros Luco. Durante el año siguiente, detalla el texto de Alfredo Palacios, se inició la demolición del antiguo convento (de las monjas claras) y el de febrero de 1916 se dio comienzo a la construcción de la obra gruesa.

Levantado entre las calles Miraflores, Alameda, Las Claras (actual Mac Iver) y Moneda, para su construcción se utilizaron en su mayoría productos chilenos a causa del desabastecimiento que implicaba la Primera Guerra Mundial. Fue un acierto: que el arquitecto, los obreros y los materiales fueran locales significó un gran reconocimiento de la ciudadanía y de los medios de comunicación. Además, se trató de una de las primeras construcciones de hormigón armado. Era una señal de autosuficiencia y experiencia para emprender proyectos de alta complejidad sin ayuda extranjera. “Una vez examinados los planos de la magna obra, el ánimo queda persuadido de que luego tendrá en pie la capital de la república el más hermoso de sus palacios”, decía un popular semanario de la época.

El mundo de la cultura no se restaba de los aplausos. El poeta Ángel Cruchaga decía en 1922 que “nuestro país puede estar orgulloso de poseer este palacio. Los extranjeros que lo visiten verán que en nuestra tierra se rinde un fervoroso culto a la sabiduría, único camino que lleva a la grandeza de los pueblos. Y esto vendrá a dar un mentís a los pesimistas que creen que todo lo nuestro es tan deficiente y pobre que nos avergüenzan ante las demás naciones”.

Dejemos el pasado y volvamos al presente. El edificio y la institución están allí mismo, impecables, majestuosos, esperándonos con millones de libros y mucho más. ¿Sabías que en la Biblioteca Nacional puedes encontrar mapas, revistas, periódicos, fotografías, piezas audiovisuales, artículos de prensa, objetos digitales, ilustraciones, afiches, discos y colecciones de música? ¿Sabías que hay una biblioteca dentro de la biblioteca? Se trata de la Sala Medina, que con más de 35.000 títulos es el fondo bibliográfico más valioso de Chile y uno de los más importantes de América Latina en lo que se refiere a textos coloniales y del siglo XIX. Además, se trata de un espacio precioso, elegantísimo, con todo el estilo de su donante, José Toribio Medina. Y poco conocido: está en el segundo piso y te deja boquiabierto cuando entras por primera vez.

Otro dato interesante. La Biblioteca Nacional cuenta con libros incunables, es decir, obras impresas antes del año 1501. Se trata de objetos muy valiosos, tanto por su antigüedad como por su significado en la historia del libro y la lectura, por lo que diversas bibliotecas del mundo los consideran parte esencial de sus colecciones. Nuestra querida Biblioteca Nacional tiene 29 incunables europeos, como parte de las colecciones de la Sala Medina. ¿Más razones para valorar y visitar este inmenso patrimonio? Tenemos (me puse la camiseta) la segunda colección más grande del mundo de documentos del poeta Rubén Darío y la primera imprenta que llegó a Chile (1811), con la cual Camilo Henríquez imprimió el primer periódico del país, la Aurora de Chile. Y, por si fuera poco, en 2012 el conjunto de 1567 pliegos de la Lira Popular que resguardan la Biblioteca Nacional y la Universidad de Chile, fueron postulados por ambas instituciones al programa “Memoria del Mundo” de la Unesco, pasando desde 2013 a ser oficialmente parte de este importantísimo patrimonio a nivel mundial. Sumemos los pilares digitales de esta institución, como son la fundamental “Memoria Chilena”, “Chile para niños” y la “Biblioteca Nacional Digital”, que acaba de celebrar su primera década, y no queda otra que aplaudir de pie estos 210 años. La Biblioteca Nacional es un motivo de inmenso orgullo, es parte de ese Chile Republicano que nos inspira y es un edificio que hay que habitar con nuestra presencia. ¡Feliz cumpleaños!

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