Decisión de Japón de iniciar vertido al océano de aguas residuales de Fukushima lo enfrenta a China, Rusia y Corea del Sur

En medio de cuestionamientos de sus vecinos, el gobierno liderado por el primer ministro Fumio Kishida verterá desde este jueves las aguas tratadas en la central nuclear de Fukushima, tras el desastre de 2011. Si bien Japón cuenta con la autorización de la Agencia Internacional de Energía Atómica, la región ve con desconfianza el accionar nipón.


A 12 años del desastre nuclear de Fukushima Daiichi, el único accidente que comparte el nivel siete junto al de Chernobyl en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés), las autoridades japonesas están ahora a un día de iniciar el proceso de vertido de más de un millón de toneladas de aguas residuales radiactivas en el océano, pero sus vecinos aún no se convencen de que sea la decisión correcta, pues acusan falta de datos o el posible daño al medioambiente.

Desde que el gobierno del primer ministro Fumio Kishida anunció la medida, países como China, Rusia y Corea del Sur se mostraron en total desacuerdo. Políticos en Beijing llamaron a tomar “todas las medidas necesarias”; las autoridades de Moscú anunciaron el refuerzo en la supervisión de las importaciones de pescado y los distintos productos marinos provenientes de la isla a inicios de julio, y en Seúl incluso prohibieron la llegada de mariscos de las aguas cercanas a Fukushima.

Tanques de almacenamiento de agua tratada en la central nuclear de Fukushima Daiichi, en la localidad de Okuma. Foto: Reuters

“El océano sustenta a la humanidad. No es una cloaca para el agua contaminada por la energía nuclear de Japón. China insta enérgicamente a Japón a que ponga fin a su fechoría”, salió a declarar este martes el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Wang Wenbin. “Japón está poniendo sus intereses egoístas por encima del bienestar a largo plazo de toda la humanidad”, cerró.

Hong Kong, a través de su líder, John Lee Ka-chiu, también se hizo parte de las críticas asegurando que la política japonesa “es una medida irresponsable que impone por la fuerza el problema de uno a los demás”. A partir del jueves, mismo día en que iniciarán las operaciones si las condiciones meteorológicas lo permiten, Hong Kong prohibirá los productos acuáticos procedentes de Tokio y otras nueve prefecturas niponas, dijeron a la prensa, lo que incluirá desde la sal marina y algas, hasta productos vivos, congelados y refrigerados.

El dueño del supermercado Takashi Nakajima, de 67 años, prepara sashimi, o pescado crudo, para venderlo en su tienda, cerca de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi, dañada por el tsunami, en Soma, prefectura de Fukushima, el 9 de agosto de 2023. Foto: Reuters

Sin embargo, Japón se ha mantenido estoico en su postura, asegurando que cuenta con todos los permisos necesarios, incluidos los de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA, según sus siglas en inglés), para verter en el mar las aguas señaladas. Incluso, ha acusado a sus vecinos de hipócritas, porque, al igual que ellos, también lanzan al océano desechos procesados de la misma manera.

Confianza vs. hipocresía

El drama de Fukushima se remonta al 11 de marzo de 2011, fecha en que un terremoto de magnitud 9,0 –el más poderoso en la historia de Japón– y un posterior tsunami afectaron gravemente los generadores de diésel de emergencia de la planta nuclear Fukushima Daiichi, ubicada en Ōkuma, desembocando en una pérdida de energía. El resultado fue el accidente nuclear más grave desde Chernobyl, en 1986, junto con la evacuación de 154.000 personas aproximadamente. Pero a 12 años del evento, las consecuencias aún están lejos de ser controladas.

Una ola se acerca a la ciudad de Miyako desde el estuario de Heigawa, en la prefectura de Iwate, tras el terremoto de magnitud 9,0 de marzo de 2011. Foto: Reuters

El proceso de limpieza recién se encuentra en una fase temprana, donde uno de los pasos fundamentales es el relacionado con el vertido de aguas. Dicho líquido se encuentra en más de 1.000 tanques alineados en el emplazamiento central de la planta, detalló The New York Times, y es labor de Tokyo Electric Power Company (o Tepco, como se le conoce por sus siglas) el bombear agua a través de los destruidos reactores para enfriar el combustible fundido, que a 12 años del evento sigue demasiado caliente y con altos niveles de radiactividad como para ser extraído. Este proceso se realizará a través del Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS), detalló el diario hongkonés South China Morning Post.

Según los pronósticos oficiales de Japón, es probable que el vertido de agua dure por lo menos 30 años, lo que se traduce en más de un millón de litros utilizados con este fin.

Tras ser utilizada, el agua acumula nucleidos radiactivos, los que Tepco debe someter a un potente proceso de filtración para eliminar los componentes radiactivos, con excepción del tritio, un isótopo del hidrógeno. La razón para mantenerlo es que, en bajas dosis, el material es inocuo para los humanos y, por el contrario, su erradicación es cara, al punto de hacer inviable la eliminación en masa de millones de litros de agua.

Durante julio de este año, la Agencia Internacional de Energía Atómica concluyó que el proyecto nipón era “coherente” con los estándares y normas internacionales de seguridad, y que su realización tendría “un impacto radiológico insignificante sobre las personas y el medioambiente”, dando luz verde a la política que se iniciará este jueves.

Pero eso no fue garantía para sus vecinos, quienes desde hace más de un mes vienen practicando medidas de contención, como la prohibición de compras provenientes de la zona o el envío de cartas al propio organismo de energía atómica solicitando acceso a datos o, de lleno, la aplicación de otros métodos de limpieza del agua.

La agencia rusa de protección del consumidor tomó medidas el mismo julio, intensificando controles sanitarios “para evitar que fluyan hacia el territorio recursos biológicos acuáticos y alimentos producidos a partir de ellos en Japón, incluidos pescado, productos de la pesca, mariscos, etc., con una mayor concentración de radionucleidos”, detalló la agencia de noticias Interfax.

En China, el People’s Daily, el periódico estatal propiedad del Partido Comunista, se refirió a los desechos tratados como “aguas residuales nucleares” de Japón, pese a que este último instó a que no se hable de contaminada, puesto que “el agua tratada ALPS no es ‘agua contaminada’, ya que la concentración de materiales radiactivos está muy por debajo de las normas reglamentarias. Estos dos términos no deben confundirse”, detallaron en un comunicado emitido la tarde del lunes.

El primer ministro japonés, Fumio Kishida, en el centro, habla durante una reunión con representantes del Consejo Interministerial para el Agua Contaminada, el Agua Tratada y las Cuestiones de Desmantelamiento. Foto: AP

La tensión entre Tokio y Beijing se ha intensificado especialmente luego de que, a finales de la semana pasada, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos firmaran un acuerdo trilateral de seguridad.

China y Rusia, incluso, enviaron una misiva a la IAEA acusando a Japón de verter el agua al mar por motivos económicos y no científicos. En la carta, enviada a fines de julio, instan a Tokio a utilizar una estrategia de vertido de vapor, explicaron fuentes diplomáticas al diario Japan Times. Este método, argumentan ambas naciones, busca que se vaporice el agua para luego liberarla a la atmósfera, lo que tendría un menor impacto en los países vecinos, aseguraron.

La idea fue rápidamente descartada por Japón, que señala que es “imposible” y que realizar un seguimiento de la radiación en la atmósfera, o seguir cómo se propaga el vapor, es sumamente difícil, agregó el mismo medio. Desde la IAEA aseguraron a través de un informe que ambos métodos eran “técnicamente maduros”, pero el costo del filtrado tiene un valor de 3.400 millones de yenes (23 millones de dólares), versus el de liberación de vapor, que podría costar hasta 10 veces más.

Ken Buesseler, radioquímico marino del Instituto Oceanográfico Woods Hole, dijo a The New York Times que el gobierno de Fumio Kishida no investigó opciones alternativas, como la construcción de más tanques o el uso del agua tratada para la fabricación de cemento, por ejemplo. “Creo que solo quieren la solución más barata y rápida, que es una tubería en el océano”, señaló al periódico neoyorquino.

Donde sí tuvieron algo de apoyo fue de parte del Presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, quien, al igual que el secretario de Estado norteamericano, Antony J. Blinken, también respaldó la medida tomada por su par japonés. Pero no es la única visión en el país.

La oposición de Corea del Sur ha sido especialmente crítica del apoyo que Yoon Suk Yeol ha entregado a Kishida, acusándolo de defender a Japón “como un loro”, detalló el mismo medio. “No podemos permitir que una política gubernamental crucial para la vida y la seguridad de la población sea decidida por el sentimiento amistoso y la intimidad personal del presidente hacia Japón”, dijo Lee Byunghoon, un legislador opositor.

Un cartel en el exterior de la Embajada de Japón en Seúl. Foto: AP

La defensa nipona ha atacado principalmente la hipocresía, acusan, de sus vecinos, considerando que China, Corea del Sur e incluso Estados Unidos utilizan procesos similares al escogido por Japón para limpiar las aguas y también vierten los desechos en el mar.

Según el Ministerio de Economía, Comercio e Industria japonés, la central de Fukushima liberará menos de 22 terabequerelios (una medida de radiactividad) de tritio al año, consignó South China Morning Post. En contraste, Qinshan, una central nuclear china, emitió 143 terabequerelios solo en forma líquida durante 2020, lo que fue descartado por el embajador de China en Japón, quien alegó que las situaciones no eran comparables.

“Japón propuso en repetidas ocasiones sesiones informativas individuales a expertos nucleares chinos, así como a funcionarios gubernamentales, con vistas a entablar un debate científico y promover la comprensión de China sobre el asunto”, se defendió el gobierno de Fumio Kishida en una misiva de respuesta a China y Rusia. “Estas ofertas están en consonancia con el compromiso de Japón de garantizar la máxima transparencia con respecto a la seguridad del vertido previsto. Es lamentable que esas reuniones aún no se hayan materializado”, cerraron.

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