El camino hacia la reconciliación

Maria Reiman
04.10.2017 Maria Reiman integrante de la Mesas Territoriales de las Comunidades Indigenas de la Region de La Araucania es retrata junto a su telar. Foto: Juan Farias . La Tercera.


Según Isabel Aninat del CEP, desde el regreso a la democracia, los distintos gobiernos han creado a lo menos cinco comisiones asesoras y se han lanzado nueve planes especiales en materia indígena o específicamente para La Araucanía. Aquí destacan el Acuerdo de Nueva Imperial de 1989, la Comisión Especial de Pueblos Indígenas de 1991, la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato del 2003, el Plan Araucanía 7 del 2010, la Comisión Asesora Presidencial del 2015, entre otras instancias, todas con idénticos y nulos resultados en cuanto al desarrollo y la paz.

Hoy se desarrolla un nuevo plan, el autodenominado "Acuerdo Nacional por el Desarrollo y la Paz en La Araucanía" que se concretizaría en un "Plan Impulso Araucanía 2018 – 2026". En marzo, cuando el Presidente Sebastián Piñera anunció el plan, dijo que se basaría en tres grandes principios: el carácter integral e inclusivo que debe tener el desarrollo; el reconocimiento y la valoración de la diversidad; y, por último, la voluntad de diálogo, voluntad de acuerdos, actuar de buena fe y buscar la paz.

Es quizás este último principio, la única novedad de esta nueva comisión – plan. Doy fe de que al menos el ministro de Desarrollo Social Alfredo Moreno ha buscado dialogar de buena fe con todos los actores que se lo han pedido, inclusive con esos que en un principio criticaban a otros por dialogar; no han sido diálogos fáciles, nunca lo son cuando se trata de cosas importantes, pero están ocurriendo. No puedo asegurar que este proceso termine en cambios reales y sustantivos, pero sí debemos reconocer  que Moreno como ningún otro ministro en las últimas décadas ha intentado comprender qué ocurrió, que está ocurriendo y que puede ocurrir si no enmendamos el triste camino de la demagogia y la negación.

Según la planificación, dentro de las próximas semanas si la contingencia lo permite, debería anunciarse el tan vociferado Plan Impulso Araucanía, con el pueden ocurrir dos cosas: el nuevo Plan Araucanía no es más que un compendio de las propuestas añejas y recalcitrantes de las últimas décadas y la frágil convivencia social que aún nos queda se rompe o se raja, o por el contrario, se trata por primera vez de un genuino camino hacia la reconciliación, porque no hay que engañarse, el desarrollo y la paz sin reconciliación no es más que una ilusión.

La reconciliación requiere que todos los pueblos, familias y personas involucradas se centren en el futuro, que es lo único que podemos moldear, el pasado no lo podemos cambiar. La reconciliación requiere una tremenda generosidad de espíritu, implica renunciar a la venganza, porque ésta tan solo siembra las semillas de un conflicto futuro. La reconciliación requiere gestos como los de Jorge Luchsinger al no oponerse al permiso temporal del machi Celestino Córdova o la participación de autoridades tradicionales mapuche en un encuentro de la sociedad civil, como fue el 3xi de Villarrica, a riesgo de ser criticados por charlatanes indigenistas afanados en las revueltas y no en la verdad.

Debemos comprender que ninguno de nosotros se va a ir a ningún lado, por lo que mapuche y chilenos debemos aprender a vivir juntos, no tenemos otra alternativa. La forma en que comprendamos y persigamos esta reconciliación determinará si lo hacemos con respeto y colaboración o con desconfianza y violencia.

Más de alguno se preguntará, ¿pero cómo debe ser la reconciliación? La respuesta la podemos encontrar en nuestro pasado, se refleja en las decenas de Parlamentos firmados entre nuestros pueblos, el de Tapihue de 1825 decía textual: "Art. 1. Convencidos ambos jefes de las grandes ventajas de hacernos una sola familia, ya para oponernos a los enemigos de nuestro país, ya para aumentar y solidar el comercio, y hacer cesar del todo los males que han afligido a la República en catorce años de consecutiva guerra ha venido don Francisco Mariluan como autorizado por todos los caciques en unirse en opinión y derechos a la gran familia chilena".

No tengo dudas  que de haber vivido en este tiempo, el longko Mariluan hubiese ido a conversar con los empresarios en el Encuentro 3xi en Villarrica o se sentaría a conversar con el ministro Moreno, porque eso hacemos los mapuche, dialogamos, negociamos, nos enojamos, nos peleamos, pero volvemos a dialogar. Si tenemos que desprendernos de algo, es de ese infantilismo revolucionario de los charlatanes indigenistas, debemos recuperar nuestro mapuche kimün, no basta tener un apellido indígena y hacer carrera funcionaria en algún organismo del Estado, si queremos la paz y la autodeterminación debemos volver a pensar como mapuche, pensar y actuar como Mariluan, pensar y actuar por y para nuestro pueblo, como lo hacían nuestros abuelos, como lo siguen haciendo algunos de nuestros longko y machi.

El camino de la reconciliación no será fácil, corto ni libre de conflictos en el futuro. Los mapuche tendremos que luchar con los charlatanes indigenistas que les parece todo mal hasta que ellos aparecen en la foto, el ministro Moreno tendrá que luchar con un sector del oficialismo que se espanta con todo lo que parece más burocracia pero que no tienen problemas en trabajar como asesores de cualquier burócrata o con aquellos que tendrán dudas por los costos presupuestarios pero que no tienen problemas en mantener subsidios perpetuos para fuerzas armadas.

Si queremos volver a ser una sola gran familia y dejar de gastar cientos de millones al año para mantener una relación rota, mantenida con las zanahorias del asistencialismo y los garrotes de los monos con navaja, si queremos iniciar un genuino camino hacia la reconciliación, el Estado debe adaptarse a los pueblos indígenas en lugar de que los pueblos indígenas se adapten al gobierno de turno. La mejor manera de superar nuestros problemas del pasado es crear un futuro compartido y garantizar que los mapuche tengamos los recursos y la libertad de elegir nuestro propio camino y que no nos veamos en la obligación de tomar lo que dicen sus Planes Araucanía o quedarnos sin pan ni pedazo.

La mejor conclusión que podría tener el "Acuerdo Nacional por el Desarrollo y la Paz" es que de ahora en adelante, el gobierno dejará atrás décadas de abandono y procrastinación y se abrirá a una reconciliación real con los pueblos indígenas, siendo el Plan Impulsa Araucanía el puntapié inicial de esta nueva relación no con la región, sino que con los pueblos que hoy viven en La Araucanía.

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