Columna de Diana Aurenque: ¿Policías de la moral?



Este 2022 costó lograr grandes acuerdos -el fracaso constitucional es su máxima expresión-, pero sí aprendimos a concordar que Chile requería mayor seguridad y protección. Así, este año tuvo una marcada impronta policial.

Ante portonazos, robos de autos, peleas y ajustes de cuentas -cubiertos desde temprano detalladamente por los principales medios de comunicación y atendidos por toda la clase política-, la ciudadanía aclama con insistencia un mayor robustecimiento de Carabineros de Chile. Se pide más policía, tanto como una mejor política.

Y aunque en los últimos días apenas hay noticias de portonazos o narcos en los matinales, no ha disminuido el espíritu policial nacional. Por cierto, los culpables son ahora también otros, que sin armas, pero con palabras, violentan. Como lo ocurrido con el polémico caso de las tesis sobre pedofilia. La polémica se entiende, puesto que se metieron con el peor de los males morales, uno que indigna y horroriza transversalmente. Porque en Chile podemos aguantar mucho, robos con o sin pistolas, pero ante una posible vulneración tan infame contra nuestros niños, el país entero dice “no”. Un tremendo gran acuerdo emergió contundente. ¡Qué bueno que las infancias importan! Así nunca más palabras que violenten; pero tampoco, nunca más Karadima, ni Schäfer, ni víctimas del Sename.

Notemos sí, que ni la policía ni la política propiciaron este acuerdo. La autora fue otra, una suerte de “policía de la moral”. ¿Qué habría de problemático en ello? Solo una posibilidad que asusta: que a partir de miedos, en principio razonables, pueda terminar socavando libertades. No por nada, recordemos, quienes controlan y reprimen a las mujeres y sus vestimentas en Irán (donde un delito no es multa, sino tortura o incluso muerte), se denominan también “policía de la moral”. Una posibilidad que fue mucho antes advertida en la extraordinaria distopía ficcional 1984 de George Orwell bajo el nombre de “policía del pensamiento”-encargada de arrestar a los ciudadanos que pensaran (no obraran) distinto del ideario del Partido. Un gobierno totalitario unipartidista compuesto por ministerios con nombres “buenistas” -como el Ministerio de la Verdad-, pero con agendas totalitarias.

No deberíamos perder de vista esto. Pues, aunque una “policía de la moral” active una protección necesaria y al debe -como el resguardo de infantes y menores en nuestro país-, no todas las policías morales tienen tan nobles resultados, mecanismos o motivaciones. Peor aún; notemos que es de ese mismo espíritu que se alimentan otras morales cada vez más problemáticas; las que cancelan, funan o agreden por actuar o pensar distinto-, las mismas que increparon hace años a Marcela Cubillos en un cementerio, al hoy Presidente Boric en una plaza o hace pocos días a Cristián Warnken en su casa.

La “policía de la moral”, aunque vestida de patrios colores, no puede ser la que oriente la política -ni siquiera una buena política. Porque no hay un reino de la única buena política, como tampoco de una única verdad, ni mucho menos, de una única policía de la verdad.

Por Diana Aurenque, directora del Departamento de Filosofía Usach

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