Columna de Gonzalo Cordero: La gente cree que es cierto



Creo que fue McLuhan el que dijo: “lo que la gente cree que es cierto, produce efectos como si lo fuera”. Y si no fue él no importa, la frase es buena. El sistema de justicia determinará si las fundaciones fueron creaciones “ideológicamente falsas” de Revolución Democrática para llevarse el dinero del Estado en camiones, ya fuera para beneficio personal de sus dirigentes y/o para financiar su partido. Políticamente el asunto está zanjado, la gente cree que es así y solo pueden esperarse los efectos de esa convicción.

Estos días he recordado al taxista que me dijo que iba a votar por Boric, “porque los otros estaban todos maleados y prefería darles la oportunidad a estos ‘cabros’; por último, todavía son sanos”. Hoy día ese buen señor, que trabaja, se esfuerza y se arriesga a diario para seguir teniendo una vida estrecha, llena de carencias, debe sentir que lo engañaron, que de nuevo se rieron de él. Si algo debería haber aumentado estos últimos días es la frustración de millones como él.

Gobernabilidad y frustración no se llevan bien. Por eso, uno de los grandes valores de la democracia es que permite canalizar la insatisfacción social de manera pacífica, es infinitamente mejor cambiar a los gobernantes con votos que con balas, pero eso supone que los electores tienen que sentir que existen alternativas, que no es lo mismo votar por unos que por otros. A personas como ese señor del taxi se le están acabando las alternativas que él ve; porque, mirados desde lejos, parecen todos más o menos lo mismo. Esa es la razón por la que, desde este rincón y bastante solo, abogo desde hace rato más por los desacuerdos, que por los grandes acuerdos. Desacuerdos democráticos, racionales, pero claros, de contrastes que se vean de lejos, porque así ven las personas normales la política, desde mucha distancia.

¿Por qué la gente puede creer hoy que una nueva constitución es la solución de algo? Es muy improbable, porque los que les hicieron esa promesa han resultado ser políticamente, o sea desde la subjetiva percepción común, otra pandilla más y encima de incompetentes. A los jóvenes se les puede perdonar lo de incompetentes, pero lo de pandilla no. Es evidente que, fundaciones y seremis mediante, la solución del problema constitucional se nos puso un poco más cuesta arriba y ya estaba bastante cuesta arriba.

La oposición tiene una responsabilidad gigantesca y no es tirarle un salvavidas al gobierno, sino que es ser el salvavidas al que puedan aferrarse las personas, encarnando la opción alternativa que es capaz de hacer funcionar la democracia de manera razonable, de recuperar el funcionamiento del Estado de Derecho, que nos devuelve al camino sobrio de la igualdad ante la ley, la seguridad, el orden y nos ofrece trabajar para crear oportunidades. La oposición tiene que ser lo que muchas personas esperan que sea: la alternativa de derecha, poco simpática pero concreta, necesaria cuando las burbujas de ideologismo de la revolución de turno revientan una vez más.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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