Columna de Pablo Allard: No cedamos al miedo

Foto: manifestación en Plaza Baquedano.


Por Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura , Universidad del Desarrollo

No nos confundamos, el deterioro y violencia que viven el centro de Santiago, Valparaíso o Antofagasta desde el estallido social es reversible si las autoridades demuestran coraje y determinación para hacerlo. Reconocer cómo se instaló la violencia urbana, no solo del entorno físico sino también de la convivencia requiere una condena transversal; y muchos que la justificaron desde el estallido, hoy temen hacerlo pese al evidente costo de su permanencia.

La solución no pasa solo por borrar los grafitis de las fachadas, -que volverán a ser rayadas-, desplegar más carabineros o pretender dialogar con los grupos antisociales que copan estos espacios. Hay que reconquistarlos para la gente, regenerar vida en la ciudad, y que las personas pierdan el miedo de caminar, vivir o visitar el centro.

Muchas ciudades han logrado revertir procesos de fractura, violencia y destrucción desde conflictos más complejos y espacios simbólicos más agonistas que Plaza Baquedano. Barcelona reconstruyó la identidad catalana post dictadura de Franco con un proceso de “acupuntura urbana” y recuperación de espacios públicos de cada barrio junto a la campaña de reencantamiento cívico “Barcelona ponte Bella”. Berlín, luego de ser bombardeada y literalmente fracturada física, geopolítica y simbólicamente con el muro y la Guerra Fría, recuperó sus espacios simbólicos como la Puerta de Brandeburgo, Potsdamer Platz o el Reichstag encarnando la tensión entre el espacio urbano entendido como la plataforma donde se despliega y resuelve el conflicto, o como campo para la democracia deliberativa del consenso y justicia social. Por último, Medellín, ciudad estigmatizada por el infame cartel de la droga, gracias al alcalde Sergio Fajardo y sus sucesores fue reconocida una década más tarde como la ciudad más innovadora del mundo por su plan de “urbanismo social”, la articulación de “Obras Civiles con Obras Cívicas”, y bajo el lema “Medellín, la más educada: del miedo a la Esperanza” hoy es caso de estudio en cohesión social.

Erradicar la violencia y recuperar la ciudad en Plaza Baquedano, la Alameda y los colegios emblemáticos es un imperativo. Primero, debemos aplicar inteligencia y erradicar a los violentistas que todos los viernes se toman estos espacios, y ya no cuentan con apoyo ciudadano. Segundo, invertir decididamente en el rediseño y reconstrucción física de estos espacios, avanzando en el proyecto ganador del concurso de 2014 para una nueva plaza Baquedano, y convertir la Alameda en un boulevard ordenado y limpio, de amplias veredas, particularmente en su tramo entre Estación Central y Pajaritos. Por último, el éxito del Día de los Patrimonios nos invita a activar estos espacios con eventos culturales y comunitarios que desplacen a los antisistémicos. Imagino campañas de donación masiva de libros para recuperar los cafés literarios de Providencia, o intervenciones de teatro urbano como la “Pequeña Gigante” que acompañen las acciones físicas de reconstrucción y recuperación.

El centro de Santiago, Valparaíso y muchas ciudades eran lugares maravillosos y grandes ecualizadores urbanos; hoy están abandonados y destruidos por un grupo muy minoritario que claramente tenemos que erradicar, no solamente a la fuerza, sino también de forma simbólica, sin ceder al miedo.

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