Columna de Sara Larraín: ¿Qué podemos esperar de la COP27?



Con enérgicos llamados de los jóvenes a “dejar de mentir” sobre los compromisos y acciones para enfrentar el cambio climático, con una fuerte crítica a la llegada de cientos de representantes políticos en aviones privados, cuestionamientos al auspicio de Coca Cola (uno de los mayores consumidores de agua y plásticos a nivel mundial); además de una denuncia sobre la presencia de 600 delegados de instituciones de combustibles fósiles en los eventos de la 27ª Conferencia de la Convención sobre Cambio Climático, se inició esta semana la COP27, en Egipto.

Los presagios del evento no son auspiciosos. No solo porque los países no han presentado nuevos compromisos de reducción de gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento a 1,5°C, que comprometieron en la COP26 en Glasgow el año pasado, sino porque además el contexto geopolítico global, a consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania, ha puesto en jaque la transición energética y alterado las proyecciones económicas a un nivel tal, que millones de personas sufren graves efectos de crisis simultáneas de energía, agua, alimentos e incremento de los costos de vida. Por ello, muchos países han aumentado el uso de combustibles fósiles y se prevé que algunos quitarán prioridad el financiamiento de la acción climática.

La COP27 contempla tres temas claves: que las naciones presenten compromisos más ambiciosos de reducción de CO2, que concreten los compromisos financieros comprometidos en el Acuerdo de París y que acuerden un plan de acción para compensar las “Pérdidas y Daños” que enfrentan las poblaciones y los países más afectados por los eventos extremos que conlleva el cambio climático.

Respecto de las emisiones, el IPCC (Panel Científico de la Convención) señala que estas deben reducirse en un 55% para el año 2030, respecto de las emisiones de 2010, para limitar el calentamiento a 1,5°C a fines de este siglo. Pero los compromisos para 2030 son insuficientes y estamos en riesgo de un aumento de temperatura de 2,7°C.

En el caso de Chile, los compromisos establecidos en las NDC y la Ley Marco de Cambio Climático apuntan a lograr la carbono neutralidad al 2050, pero las metas sectoriales son pobres. Podríamos reducir 32% de nuestras emisiones si logramos cerrar las 20 centrales a carbón remanentes al 2030, y las centrales a gas al 2035, reemplazándolas por energías renovables y almacenamiento. Pero desfosilizar solo el sector eléctrico no es suficiente. Hay que apuntar al transporte y a sectores industriales intensivos en energía, como minería, cemento y celulosa, entre otros, y que tienen espalda financiera para transformaciones. Además de reformular las reglas para la infraestructura, el confort térmico y usos domésticos altamente dependientes del gas.

Chile puede ser un líder en la acción climática, pero para ello no bastan la desfosilizacion del sector eléctrico del transporte y la industria. Debe avanzar decididamente en restaurar, aumentar y proteger sus superficies de captura de gases de efecto invernadero, como bosques, humedales y turberas, además de otras “soluciones basadas en la naturaleza”. Solo así lograremos solidez en la transición energética, económica, cultural y justa que el país necesita.

Por Sara Larraín, directora de Chile Sustentable

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