El futuro del trabajo: una oportunidad para innovar



Por Andrea Orellana, directora ConTalento, y Mauricio Farías, presidente de Fundación Itek

No todos los efectos de la pandemia son negativos, indica una encuesta de la consultora Prudential a trabajadores estadounidenses, quienes declaran en su mayor parte sentirse más en control sobre el rumbo de su carrera. Un 48% de los encuestados dice que están repensando el tipo de trabajo que quieren en el futuro, con un 53% estando dispuestos a capacitarse por completo si tuvieran la oportunidad para comenzar una carrera nueva o ingresar en una industria diferente.

Naturalmente, estas tendencias conllevan sus propios desafíos. Con oficinas operando remotamente, introduciendo nuevas herramientas digitales para reaccionar al cambio de procesos productivos y cadenas de suministro, el trabajo tan solo continuará transformándose. La misma encuesta revela, por ejemplo, que en tiempos de Covid-19 más de la mitad de los trabajadores sienten mayor presión por adaptar sus capacidades y adquirir nuevos conocimientos para mantener sus puestos de trabajo.

La OIT comparte esta preocupación sobre la inserción laboral, particularmente de futuros profesionales: la tasa de desocupación juvenil promedio en Latinoamérica alcanzó 23,8% a inicios de año, un incremento que resulta no solo de la pérdida de empleos, sino también por interrupciones en programas de aprendizaje y pasantías. Reforzar e impulsar la formación, de modo que responda a los nuevos requerimientos de los mercados, es una de las principales estrategias que destaca el organismo internacional.

Este imperativo ciertamente no debe limitarse a los futuros profesionales, sino que presenta una oportunidad para innovar en las competencias habilitantes de todo el mercado laboral. Así lo constata el último reporte de OCDE “Skills Outlook”, que encomienda a gobiernos a redoblar sus esfuerzos para facilitar una educación permanente. La educación continua, concluye, es clave para que una persona pueda surgir en mercados laborales marcados por disrupciones tecnológicas, la globalización, transformaciones demográficas y shocks multidimensionales como la pandemia del Covid-19.

Aunque en el mismo reporte, Chile figura debajo de la media de la OCDE en cuanto a la participación de adultos en programas de educación continua. Aproximadamente 35% de los adultos participan en algún tipo de instancia de formación informal o formal, ya sea cursos certificados de OTECs, talleres y capacitaciones facilitadas por el empleador. El pronóstico ante este escenario, entonces, resulta evidente: debemos incrementar la diversidad, accesibilidad y calidad de la educación continua disponible. Esto constituye un imperativo transformador urgente para nuestro sistema de capacitación y una oportunidad única de mejorar la adquisición de competencias para la población adulta, aplicando un proceso de formación alineado con las necesidades de la economía y con las trayectorias y fortalezas de cada uno que nos permita contar con una población preparada y más productiva, donde la inversión en formación se traduzca en un mejoramiento del bienestar de los individuos y de la sociedad.

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