Columna de Daniel Matamala: El mago y su truco

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La semana estuvo marcada por una caída y un salvataje. El salvataje es el de Carlos Lavín, Carlos Délano y Pablo Wagner. El fiscal Manuel Guerra transó lo que antes declaraba intransable para, en una acrobacia de ilusionismo, hacer desaparecer los cargos de cohecho y soborno que pesaban sobre los símbolos de la trenza de política y dinero.

La caída es la de Nicolás López, el director de cine convertido en emblema de los abusos sexuales en la industria del espectáculo local.

Ambas historias están marcadas por un nombre prodigioso: Imaginacción.

El rescate de los Penta es el acto culminante de la operación de salvataje puesta en marcha cuando gran parte de la élite político-económica de Chile se asomó al abismo. Fue en 2015, cuando la investigación de las platas políticas de Penta y SQM amenazó con abrir la caja de Pandora que arrastraría, abrazados hacia el precipicio, a grandes grupos económicos con políticos de izquierda, centro y derecha.

El dueño de Imaginacción, Enrique Correa, asumió la gestión de la crisis, asesorando tanto a SQM como al entonces ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo. El discurso se ordenó de inmediato. El 22 de marzo, el director de SQM, Hernán Büchi, denunció una «peligrosa dinámica de caza de brujas» en la investigación de platas políticas. Dos días después, Peñailillo usó las mismas palabras: «Paremos la caza de brujas».

En los meses siguientes, el Servicio de Impuestos Internos fue descabezado para frenar las querellas, y Jorge Abbott fue negociado como nuevo fiscal nacional. Entonces, Correa dio por terminada la crisis. «Los procesos judiciales ya tomaron su cauce más normal y no veo más dramatismo», aseguró el lobista en jefe tras la designación de Abbott. Y definió la línea oficial de la élite: el financiamiento ilegal de los políticos, aseguró, «no es corrupción».

Tal cual. Que grandes empresarios entreguen dinero ilegal a políticos, para que estos ganen elecciones violando la ley electoral, no es corrupción. «Al aceptar que estos casos sean calificados de corrupción pura y simple nos hemos autoinferido un daño muy grande», dijo Correa, hablando en primera persona plural.

¿Quiénes son esos «nosotros»? El club de clientes de Correa incluye a jerarcas o exjerarcas del gobierno, el empresariado, el Ejército y la Iglesia Católica. También en 2015 se conocieron sus gestiones en nombre de los arzobispos Errázuriz y Ezzati para vetar al sacerdote Felipe Berríos como capellán de La Moneda. El entonces ministro del Interior Jorge Burgos dijo en ese momento que Correa es «una persona que es amiga del gobierno».

Chile, ese club en que un gobierno tiene «amigos».

Ese es el anverso. Pero también hay un reverso. Esta semana, Imaginacción se convirtió en el hazmerreír de la opinión pública con su manejo de crisis del caso López. ¿Cómo una empresa con ese poder queda expuesta en gestiones de aficionado, telefonazos torpes y cortinas de humo que terminan publicadas en la prensa?

La explicación está en las distintas capas de control de la élite. En los escenarios institucionales, este mando es aún férreo. La homogeneidad y fuerte interrelación de las cúpulas les permite hacer defensas conjuntas con éxito. Nuestro sistema de poder es, en palabras de los investigadores Michael Albertus y Víctor Menaldo, un ejemplo de una «democracia pro-élite (…) manipulada por élites autoritarias para beneficiarse a sí mismas y a sus aliados económicos».

Ese poder, sin embargo, se diluye fuera de las instituciones que controla. El mundo de los medios de comunicación, tanto los tradicionales como las redes sociales, es mucho más líquido y transparente.

Fue Max Weber quien explicó que el liderazgo político requiere de magia. Y ella supone cierta opacidad y asimetría de información ente el brujo y su público.

Por algo el sombrero de copa del que sale el conejo es negro. Esa opacidad, ese talento para moverse en los intersticios institucionales del poder, es el sello de Correa. Pero esta semana salió a hacer magia con un sombrero transparente.

Entonces, todos vimos el artificio. Y no hay nada más ridículo que un mago descubierto en su truco.

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