Generación de las redes



Por Gonzalo Cordero, abogado

La semana estuvo marcada por el desaguisado de la ministra Siches; su acusación contra la administración anterior, en sesión de una comisión de la Cámara de Diputados, fue tan grave como falsa. Cuesta entender que una autoridad de ese nivel -es quien subroga al Presidente de la República- cometa un error de esa magnitud y que sea, además, el último de una serie en un período muy breve. Alguna explicación debe existir, intentaré formular una hipótesis.

La formación profesional de la ministra es garantía suficiente de que se trata de una persona intelectualmente capaz, con disciplina de trabajo y rigurosa para resolver problemas complejos. Nadie sin esas competencias tendría su trayectoria académica. Entonces, es legítimo preguntarse por qué esas cualidades no se han reflejado en su actividad pública, pues este nivel de frivolidad ya lo había exhibido en las críticas que, desde el Colegio Médico, formuló al manejo de la pandemia.

Pero ella, el Presidente Boric y muchas de las principales autoridades de este gobierno, pertenecen a lo que se podría llamar la generación de las redes sociales, líderes de Twitter, formados bajo reglas diferentes de las tradicionales, en un medioambiente virtual en que no existe responsabilidad por lo que se afirma, en que el respeto en el trato a los adversarios es mínimo y en que las consecuencias de lo que se dice se pierde en ese ciberespacio virtual.

Se comunican mediante frases cortas de pocos caracteres o videos de pocos segundos, fugaces, agudos, impactantes, el escándalo es su ambiente, la irresponsabilidad -jurídicamente hablando-, su estándar natural. A ratos, parecen un grupo de políticos sacados de un videojuego enfrentándose a la realidad; especie de personajes de Pirandello adaptados al siglo XXI.

Solo que las instituciones no funcionan así, tienen procedimientos, un sistema de competencias y responsabilidades, son expresión de la racionalidad moderna. Lejos de ser un conocedor de Lipovetsky, reconozco que la conducta de este grupo que gobierna desde Twitter, Instagram o Tik Tok, me recuerdan el concepto de la hipermodernidad: individualistas, afectos a Internet, no entienden la libertad como una conquista, sino como un desamparo, su sentido gregario es anárquico, les importa más el tiempo -su tiempo- que cualquier otro valor. Tal vez por eso el choque cultural que se aprecia en cosas tan nimias como ver al Presidente Boric leyendo un libro en La Moneda, es que ni siquiera gobernar el país puede quitarle todo “su” tiempo. Y tal vez está bien, no hago un juicio de valor.

Pero acá, afuera de las redes sociales, es necesario hacerse responsable de lo que se dice, las malas decisiones afectan la vida real, no virtual, de muchas personas. La acusación de la ministra Siches quedó en el acta de la comisión, no perdida en un Twitter, y puso en movimiento a otras instituciones; por eso pedir disculpas está bien, pero no basta, porque el país no es una red social y un buen gobierno no se mide por el número de likes.

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