Graves incidentes en el Estadio Nacional

Queda a la vista un evidente fracaso institucional, donde ni los organizadores, ni los distintos estamentos del Estado son capaces de asegurar que en partidos de riesgo el vandalismo sea neutralizado, y sus responsables debidamente sancionados.



Los graves incidentes registrados en el Estadio Nacional, en el marco de la Supercopa que disputaban Huachipato y Colo Colo -donde un grupo de hinchas del equipo albo llevó a cabo una serie de destrozos, entre ellos la quema de butacas y el daño al memorial de detenidos desaparecidos, lo que obligó a la suspensión del partido-, han vuelto a relevar la incapacidad de las instituciones para poner coto a la violencia en los estadios, un mal que afecta desde hace décadas a nuestro fútbol.

Considerando que se trataba de un partido de riesgo, la ANFP había adoptado una serie de medidas que se estimaban inéditas, como el despliegue de cientos de guardias, y el debut del Registro Nacional de Hinchas. Sin embargo, estas medidas resultaron finalmente inútiles, con el agravante de que, tal como publicó este medio, los organizadores y las autoridades desoyeron un informe de Carabineros emitido hace algunos días, en el cual se recomendaba aplazar este partido, entre otras razones porque la institución policial de momento no contaba con el personal suficiente.

Como ya es la costumbre en estos casos, nadie asume la responsabilidad: el gobierno busca hacer efectiva aquella de la ANFP; esta, a su vez, retruca que su plan de seguridad fue aprobado por las autoridades; Colo-Colo, en tanto, deslinda su responsabilidad bajo el argumento de que el club no era el organizador. El año pasado hubo gravísimos incidentes en un partido entre la UC y la U. de Chile, y el que otra vez se repita una situación similar deja a la vista un evidente fracaso institucional, donde ni los organizadores, ni los distintos estamentos del Estado son capaces de asegurar que en partidos de riesgo el vandalismo sea neutralizado, y sus responsables debidamente sancionados.

La falta de control de los clubes respecto de sus propias barras, las evidentes fallas de control en los estadios -con el permanente lanzamiento de bengalas- y una persecución penal débil complotan para que estos espectáculos se lleven a cabo con normalidad y se dé una señal muy clara de que habrá tolerancia cero con el vandalismo. En este caso puntual, hay además otras señales cuestionables, como la decisión de jugar en fecha posterior los minutos restantes -con lo cual la responsabilidad que deben asumir los clubes por el comportamiento de su hinchada se minimiza-, o las desafortunadas declaraciones de Arturo Vidal, la principal figura de Colo Colo, quien cuestionó que se suspendiera el partido.

La ley sobre violencia en los estadios -dictada originalmente a comienzos de la década de los 90- ha sido objeto de una serie de cambios -el gobierno presentó el año pasado un proyecto de ley para volver a modificarla-, pero ello ha sido inútil para contener el fenómeno. Medidas como profundizar la prohibición para el ingreso a los estadios no parecen muy eficaces -hay de hecho del orden de 5 mil prohibiciones vigentes-; está claro que a los vándalos no les interesa la suerte de su club, por lo que el camino debe apuntar a que las sanciones penales sean mucho más efectivas, además de reforzar la responsabilidad de los organizadores.

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