La Caravana de migrantes y el dilema de Trump

TRUMP
Foto: Reuters


Después de conocidas las impactantes imágenes de miles de migrantes en la frontera occidental guatemalteca mexicana de Tecún Umán, y de varias personas lanzándose al río Suchiate, la caravana continúa rauda su paso hacia su destino, llegar a los Estados Unidos.  Durante la travesía ya dos personas han muerto y 495 han aceptado la ayuda de Honduras y Guatemala para retornar a su país de origen, mientas más de 2 mil 750 han pedido el estatus de refugio político a México. Sin embargo, la mayoría del grupo, que Naciones Unidas estima en 7 mil, no parece claudicar de su objetivo declarado, a pesar de las mencionadas dos víctimas fatales.

La primera pregunta que salta a la vista, ¿cuál es la razón de este desplazamiento desesperado? Sin duda la combinación de miseria y violencia es la que expulsa centrífugamente a personas desde sociedades en las que la seguridad humana es una completa quimera. Los indicadores que retratan una vida digna descienden al mínimo si pensamos que en ciudades como Tegucigalpa o San Pedro Sula en Honduras. La actividad de "Mara Salvatrucha" o "Barrio 18" se adueñan de la vida de los ciudadanos por medio de la extorsión, el secuestro y la trata de mujeres y niños, todo mezclado con el principal negocio de transporte de drogas y armas. Los Estados, institucionalmente débiles, ni siquiera retienen el monopolio de la violencia por lo que con incapaces de detener a estos verdaderos ejércitos privados de mercenarios y sicarios que cobran miles de víctimas al año. Se entiende entonces el grito desesperado de una mujer desplazándose con la caravana que fundamentaba su huida de Honduras el que las referidas pandillas le estaban exigiendo entregar a sus hijas como eventuales "esposas" de los jefes pandilleros.

Por eso desconcierta escuchar al Presidente norteamericano, Donald Trump, indicando que junto con la caravana se desplazan gente de Medio Oriente, sindicados -sólo por haber nacido en ese lugar del mundo-, como presuntos "terroristas". Poco después el Vicepresidente, Mike Pence, agregó que habría supuesta evidencia de participación de organizaciones izquierdistas de derechos humanos, financiadas por Venezuela, en la creación del convoy humano. Por supuesto que estos dichos estarían justificando la declaración del "estado de Emergencia Nacional" sin descartar –como aseveró Trump- la movilización de Fuerzas Armadas, distintas a Guardia Nacional, hacia la Frontera Sur.

El otro expediente norteamericano, que advertía con suspender indefinidamente la asistencia financiera a los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador si permitían que el grupo de migrantes saliera de sus territorios fue descartado, aunque siempre se trató de un argumento poco verosímil. Los tres estados constituyen el denominado Triángulo Norte de Centro América, relevante para la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos. Y en un momento que la presciencia china se incrementa en el istmo a través de inversiones, Washington no se puede dar el lujo de prescindir de aliados.

El México de las postrimerías de la administración de Peña Nieto ha sido algo más receptivo a las exigencias del Presidente Trump, jugando un papel a medio camino entre el gendarme fronterizo de América del Norte y la sociedad abierta a recibir refugiados. El gobierno mexicano se comprometió a procesar 300 solicitudes diarias para que los migrantes se queden en su territorio, número claramente insuficiente si recordamos que el número de peticiones a este respecto se acerca a los 3 mil. En cualquier caso lejos parecen estar los días cuando México era el santuario del asilo político en América y recibía en la década de los ochenta nada menos que 50 mil refugiados guatemaltecos. Quizás por eso el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que entregaría visas de trabajo a quien deseen quedarse en México, aunque sin entregar muchos detalles de cómo pretende hacerlo. En cualquier caso Trump ha "premiado" a México aseverando que su vecino ha comprendido el liderazgo norteamericano.

En cualquier caso es claro que la consideración de los inmigrantes como potenciales criminales no es nada nueva y va anexo al proceso inmediatamente posterior al fin de la Guerra Fría, es decir plenos noventas del siglo pasado. El triunfador en la contienda bipolar, Washington, se quedó de la noche a la mañana sin adversario. Sin embargo, en reemplazo de un Estado que pudiera enfrentarse a Estados Unidos los expertos en seguridad describieron e incluyeron a las denominadas "amenazas asimétricas" o simplemente "nuevas amenazas"; entre otras el crimen organizado, particularmente el narcotráfico, el terrorismo, y desde luego las migraciones. Efectivamente, y a pesar que el ser humano fue transhumante y nómada antes del sedentarismo y las urbes, las nuevas doctrinas de seguridad erigieron un discurso de miedo a la alteridad que representaba el "recién llegado", en conexión con latentes impulsos xenofóbicos o aporofóbicos instalados en las sociedades receptoras. Desde ahí a la "crimigración" o sencillamente la criminalización del migrante sólo hay un  paso.

Pero entonces cabe preguntarse, si el miedo al migrante está tan instalado en una parte de la sociedad y la clase política norteamericana ¿Por qué Trump se ha empeñado en que otro Estado haga el "trabajo sucio" de detener por la fuerza a este éxodo de centroamericanos? La respuesta apunta al verdadero nudo gordiano que representan las legislativas norteamericanas de medio término, comprendidas como un verdadero plebiscito de la gestión del impredecible Jefe de Estado. Por una parte si el gobierno deja de actuar severamente y no impide a cualquier costo el ingreso de los centroamericanos a Estados Unidos, el Presidente será motejado por el sector más conservador como un político populista que sólo sabe prometer y no cumplir sus advertencias. Lo anterior equivale a cumplir su palabra de movilizar a las Fuerzas Armadas si es necesario. Pero en este caso, y por otra parte, si los militares abren fuego, haciendo cumplir la directiva presidencial, puede abrirse un flanco entre los sectores más liberales y defensores de los derechos humanos que con imágenes acusaran a la administración en Washington en plena campaña de atentar contra la vida. Para un político como Trump, que ha hecho del factor sorpresa una fortaleza y su doctrina internacional, nunca se sabe que pasará. Pero mientras tanto se apuesta por criminalizar a miles de migrantes que paradójicamente huyen de la desesperanza.

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