"La sal y el agua"



"Si revisamos con honestidad nuestra situación encontraremos que algunos de los problemas que nos aquejan han sido erróneamente atribuidos al gobierno. E igualmente notaremos que las demás causas identificadas son insuficientes, por sí solas, para explicar muchos de nuestros infortunios más severos, especialmente la constante y creciente desconfianza respecto a los compromisos públicos y el temor por los derechos privados… Estos problemas deben ser en mayor medida, si es que no por completo, atribuidos al desequilibrio y la injusticia con los cuales un espíritu faccioso ha contaminado la administración de nuestros asuntos públicos". Estas palabras de James Madison no se refieren a Chile, sino a Estados Unidos, y no fueron escritas este año, sino en 1787. Sin embargo, en "El Federalista" N°10 diagnostica un mal de los gobiernos democráticos que ha venido creciendo en nuestro país.

Con el concepto de "facción", Madison se refiere básicamente a los grupos de interés o de fanáticos que solo se preocupan de ellos mismos. Estos grupos no dudan, si son mayoría, en secuestrar el poder para sus propios fines, sin tomar en cuenta el bienestar general. La política es corrompida por lógicas facciosas, por ejemplo, cuando los partidos o conglomerados operan velando simplemente por su conveniencia, y no por el bien común. También cuando un grupo se cree portador de todas las respuestas, considerando a los demás como meros obstáculos para avanzar en su agenda. La política universitaria chilena es normalmente facciosa en ambos sentidos: una bolsa de gatos hacia adentro, y un grupo de interés hacia afuera. Este mal fue inoculado a la política adulta cuando la Concertación se arrodilló frente al movimiento estudiantil. Desde entonces, una retórica contraria a todo tipo de acuerdo o concesión al adversario solo ha ido extendiéndose, incluyendo ataques virulentos a cualquiera que se salga de la fila (inclusive a sus propios técnicos, como en el actual debate laboral). Esta tendencia, además, se vio reforzada por el pacto con el PC, cuya doctrina establece que ellos encarnan la voluntad de la clase que es dueña del futuro, por lo que no hay mucho que discutir. Fueron, de hecho, los deslices facciosos del gobierno de Bachelet parte de las razones por las que su programa sufrió finalmente el rechazo popular.

Los ataques constantes a la DC y el uso permanente de la mayoría parlamentaria, no para mejorar las iniciativas legales del gobierno, sino para negarles incluso la posibilidad de ser discutidas, comienzan a configurar una parodia de los años 60 y 70. Para notar las similitudes basta leer "Empezar de nuevo" (1972), de Claudio Orrego; "Crónica de un fracaso" (1973), de José Musalem; y "De la vía chilena a la vía insurreccional" (1974), de Genaro Arriagada. El efecto es la degradación del orden democrático, mostrándolo como impotente frente a las masas, que suelen recurrir, como alternativa, a regímenes populistas o autoritarios para romper la inercia. Si la Nueva Mayoría y el Frente Amplio pusieran un poco más de atención, notarían, además, que los populismos que despuntan en el horizonte no son precisamente de su signo.

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