Los tiempos románticos de Roland Garros

Hans Gildemeister - Paris

Hace 40 años ir a París podía resultar ser una odisea, en la que se vivían anécdotas imperdibles. Patricio Cornejo y Hans Gildemeister desclasifican historias que difícilmente se repitan.



Hoy es difícil imaginar a un tenista caminando en la noche parisina con una enorme maleta buscando alojamiento, pero hace 45 años vaya que sí era posible, en tiempos donde los jugadores tenían que arreglárselas para sobrevivir si querían llegar lo más lejos posible en Roland Garros.

"Estábamos con mi señora en los Campos Elíseos, cuando ella divisa a alguien con una tremenda maleta. 'Se parece a Belus Prajoux', me dice. Vamos a ver y resultó que era él", relata Patricio Cornejo, cuartofinalista en singles, dobles mixtos y finalista de dobles con Jaime Fillol. "¡Cómo andas con esa maleta a esta hora!, le dije a Belus, quien en esa época tenía unos 16 años e iba a jugar el Roland Garros junior", recuerda el actual head coach de la Federación de Tenis. "'El Pato Apey me mandó a un hotel y cuando llegué me encontré con que había sido demolido y no tengo dónde quedarme', me respondió. Así que esa noche al Belus lo acomodamos en nuestra pieza".

En esos años, la organización solo se preocupaba de los tenistas top. El resto se acomodaba como podía. "Siempre nos quedamos en un hotel cerca de los Campos Elíseos, tratando de estar cerca de donde el torneo pusiera buses o camionetas de acercamiento. También tomábamos metro. Ahora le ponen autos a cada jugador y hay más lujos", afirma Hans Gildemeister.

"Todos los jugadores nos quedábamos en el mismo hotel que, por supuesto, tenía desayuno, mientras que el almuerzo era en el club, así que ahí ahorrábamos harto. En la noche, eso sí, salíamos a comer con el resto de los sudamericanos", agrega el Biónico, tres veces cuartofinalista en singles y una vez finalista en dobles, junto a Prajoux.

Esas rutinas consistían en caminar unas cuadras hasta algún lugar que les acomodara. "Generalmente comíamos en restaurantes italianos para comer masas, pero el Pato tenía una picada muy buena, L'étoile verte, a la que tratábamos de ir siempre", explica Hans.

"Ese restaurant abría a las 11, quedaba en la Rue de Tilsitt, a una cuadra de los Campos Elíseos. Ahí llegaban los primerizos. La picada no era mía, sino que del Pato Rodríguez con Jaime Pinto. Los dueños también las hacían de mozos. Era barato y bien abundante. Contaban que ahí también iba Rod Laver en sus comienzos", cuenta Cornejo, quien también se abastecía por otra vía. "Íbamos al supermercado. Una vez nos compramos un pollo asado con Jaime y lo comimos con un baguette y jamón", dice.

Entre los sudamericanos había mucha cercanía y se apoyaban. "Ahora hay mucho celular, los jugadores andan con PF, cuerpo técnico y hasta un sparring y terminan siendo un grupo aislado... Antes viajábamos a Europa en los mismos aviones. Recuerdo que Victor Pecci se había comprado un auto y me pidió que se lo llevara a París. Era un BMW Alpina. Además era una fecha especial, porque se jugaba la final de la Champions y nos juntábamos a ver los partidos", rememora Hans. También se celebraba. "Hacíamos un vaquita para comprar una torta para los cumpleaños", resalta Pato.

Nada de turismo

A Gildemeister, los buenos resultados le impedían turistear. "Hace dos años fui a ver al Barcelona con PSG y al Bayern con el Manchester. Estuve tres días e hice más turismo que en los 12 años en que jugué. Además, siempre me fue bien y estaba hasta la segunda semana", dice. Y añade: "Llegar a la segunda semana, siempre era un agrado, porque estaba todo desocupado, a diferencia de la primera semana".

Cornejo desvela la dureza de la eliminación. Había que buscar lo más barato y también jugar todo; singles, dobles, dobles mixtos... "No es como hoy, ahora les dan hotel a los jugadores. En esa época uno debía prodigarse de todo y si no se lograba entrar al torneo era mucho más dramático. Había que ser muy fuerte emocionalmente: en ese caso, había que irse a España, porque era 60% más barato que otro país europeo", explica. "Se viajaba mucho de noche, porque los pasajes valían la mitad. Era difícil. También teníamos que lavar nuestra ropa, todo era súper caro. Felizmente, al final, los que sobrevivían lograban algo", complementa.

En los 70, el ganador en París se iba con poco más de US$ 40 mil, 11 mil menos de lo que obtuvo Nicolás Jarry por su primera ronda. El campeón recibirá US$ 2,5 millones. Sin duda, otros tiempos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.