Manifiesto: Joe Vasconcellos, cantante

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El autor de Mágico (1995) responde el cuestionario de la Tercera de la misma forma que se muestra en el escenario: cordial y relajado. En su manifiesto, habla de su relación con Japón, su llegada a Chile y algunas anécdotas de su carrera.




Viví tres años en Japón y eso marcó mi vida. Mi padre era diplomático, por lo que recorrimos el mundo. Incluso, estuve en Hawai. La experiencia de vivir en Asia fue un momento especial de mi infancia. Cuando llegamos era el festival de los niños y la gente nos regalaba peces en la calle. Me gustaba mucho el animé y el manga, sobre todo Doraemon, que estaba de moda en esa época. Escucho música del país y me pone en un clima muy especial. Todas las enseñanzas que capté al vivir allá me hacen mucho sentido.

A mí me apodaron Joe, yo me llamó José. El guitarrista de mi primera banda me puso así. Era un italiano, y a ellos le cuesta mucho decir José. Me veía como un tipo medio raro de Sudamérica, así que me puso Joe. Con ese nombre hice mis primeras monedas en esta profesión. Tenía 16 años, fue muy significativo.

Mi identidad como chileno se forjó desde la comida. Mi mamá con la comida que nos preparaba me conectó con eso. Cuando bajé del avión me dieron una cazuela y un mariscal. Ahí dije, acá pertenezco yo. Para un adolescente que estaba buscando su identidad, eso fue muy fuerte. Lo que me dijo que yo era de acá fue el efecto que se producía en mí al comer. Me gustan las empanadas, la marraqueta y la cazuela.

Los programas de cocina, como Masterchef, me tienen chato. Uno no puede comer algo que fue producido en un estado de estrés tan grande como lo muestran. La cocina no se trata de eso. Con el deporte tenemos suficiente competencia. Lo que te vas a comer tiene que ser algo muy dulce. Finalmente, es un remedio.

Antes que hacer una gira por Europa necesito tocar por mi Chile. Lo que me llena no es un gringo mirando a un nativo que viene desde lejos para tocar una música curiosa. Lo que me llena es el cariño, el amor y la ternura. Es la señora que te regala una caja de picarones luego de tocar en su pueblo. Esa candidez uno la encuentra cuando sale de Santiago.

La política es lo más grande que inventó el ser humano para poder entenderse. La gente desprecia la política porque todo lo que viene de ahí parece trucho. Y no es así. La política se inventó para que las personas pudieran conversar y elegir. Soy un enfermo de optimista. Sé que asusta el panorama, pero también hay manifestaciones. El Frente Amplio me parece interesante.

Después de triunfar en el Festival de Viña lo pasé mal. Fue una locura, todo muy freak. No estaba preparado para ser famoso. De pronto, no podía ir a la panadería de mi casa. Tenía que pasar encerrado en un hotel luego de los conciertos. Tuve conflictos con la EMI producto de todo ese manejo para el que no me preparé. Ese momento me sirvió para bajarme del Titanic antes de chocar.

Con mis músicos somos muy cartuchos. Nunca carreteamos después de un concierto. Lo más colérico que consumo es una sopa de pollo luego de cada show. Fumo marihuana, pero no en esos momentos. Es un mito que los músicos salgan de fiesta todos los días. Vengo de una escuela en donde decían que la alegría era un tema muy serio. Yo creo en eso.

Mi peor vergüenza fue un porrazo en medio de un show. Estaba tocando en un escenario medio estrecho y largo, alguien movió un monitor y me caí de espaldas. Quedé como una tortuga, con las patas para arriba y sin poder pararme. Los músicos tampoco me podían ayudar. Desde el público me empezaron a gritar: hueón, hueón. Una periodista dijo que estaba borracho. Ahí me indigné. Fue un accidente y dijeron que no estaba en buenas condiciones.

Mis hijos sufrieron bullying porque yo era su padre. Por suerte, me lo han dicho, hemos conversado y lo hemos podido superar. Ser adolescente no es fácil, hay momentos en los que te deben odiar. Generar esas instancias de conversación es importante.

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