Nicolás Eyzaguirre: "Uno siempre aspira a convencerlos a todos y da frustración no lograrlo"

A un año de asumir el Ministerio de Educación, Nicolás Eyzaguirre logró que el Congreso despachara la primera parte de la reforma del sector. Dice que fue agotador, que ha aprendido "de forma dura" a ser más medido y que -con todo- le fue más fácil dirigir las finanzas públicas en el gobierno de Lagos. Este es su balance, en el que también adelanta cómo se viene el Plan Nacional Docente.




El viernes, el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre (PPD), inició sus vacaciones. En el sur -en un lugar que pide mantener en reserva-, el secretario de Estado permanecerá dos semanas para reincorporarse a trabajar a mediados de febrero y preparar el paquete de proyectos de ley que constituirán la segunda parte de la reforma educacional comprometida por la Presidenta Michelle Bachelet.

La iniciativa, cuya primera etapa -la que pone término al lucro, la selección y el copago en la educación escolar- culminó la semana con su despacho en el Congreso y tuvo una compleja tramitación que lo dejó agotado y significó una prueba de humildad para quien -según él mismo reconoce- no estaba acostumbrado a las críticas.

Hace un año fue convocado por la Presidenta Bachelet a su gabinete. ¿Cómo evalúa su ingreso con la perspectiva del tiempo? ¿Está cansado? ¿Contento?

Ha sido tan satisfactorio como agotador. La verdad es que estoy muy contento con la oportunidad de hacer algo que pienso es tan fundamental para el país.

¿Qué estaba pensando cuando decidió aceptar una cartera que les ha complicado la vida política a tantos?

Una vez la Presidenta contaba que -en general- cuando llamaba a las personas para ofrecerles un puesto, las mujeres le preguntaban por qué ellas y los hombres contestaban que era un honor. Bueno, yo fui el único que contestó: ¿Y por qué yo, Presidenta? La verdad es que me tomó por sorpresa, pero había que ponerle el hombro nomás, así es que acepté.

¿Y qué le contestó la Presidenta cuando le preguntó las razones para convocarlo? 

Lo que ella me contestó es materia privada.

Es uno de los ministros peor evaluados del gabinete. ¿Cree que ese desgaste de imagen ha sido parte de los costos que ha debido pagar por encabezar el Mineduc?

Lo que me motiva cada mañana a levantarme es pensar en la cantidad de personas que tenían más talento que yo y que la vida no les dio la cantidad de oportunidades que me dio a mí. Si yo ingresé a esto no fue para ser popular, sino que sentía que esto me realiza como ser humano en lo que es mi sueño, que es construir un país con igualdad de oportunidades para todos. Yo esperaba que fuera duro.

¿Esperaba que fuera tan duro?

Quizá no tanto (sonríe).

La reforma que acaba de salir del Congreso no es la misma que la que usted ingresó... 

Básicamente, la reforma logra los objetivos que se planteó. Habrá aspectos que algunos podrán criticar, desde que es excesiva hasta que es muy tímida..., pero ahora lo que corresponde es comenzar a implementar esto de un modo eficiente, gradual y amable.

Lo que se apreció en la discusión legislativa fue una tensión permanente con la DC. ¿Qué tan complejo fue sumarlos a esta reforma?

El programa de la Presidenta zanjó de un modo muy sabio una diferencia de énfasis que hay en la Nueva Mayoría, donde hay quienes se sienten más cómodos con una educación provista básicamente por el Estado y, en cambio, la DC tiene una tradición ligada a la Iglesia, que en Chile ha tenido una gran importancia en la provisión de educación, así que para ellos el esquema mixto de respeto a distintos proyectos educativos es muy fundamental. Ahí había una tensión natural. Tocaba conciliar esas dos visiones, y creo que, al final, lo importante es que consensuamos, independiente de que la educación sea provista por un particular o por el Estado, que tenga las mismas reglas.

¿La presión de la DC logró modificar este proyecto?

Pusieron una impronta. Hubo momentos tensos, pero siento un profundo agradecimiento hacia la DC, personificada por Mario Venegas en la Cámara o por Ignacio Walker en el Senado; por Jorge Pizarro, que ayudó en los acuerdos finales, y también por Andrés Zaldívar y Yasna Provoste. No quiero ser injusto, tendría que nombrarlos a todos. Fue muy grato, en el sentido intelectual de la palabra, trabajar con ellos. Llegaban con información y tenían un debate maduro. No necesariamente compartía todos sus puntos, pero por lo menos estaban estructurados y, sobre esa base, se podía hacer una discusión muy seria.

Decía que hubo momentos tensos. ¿Recuerda algunas críticas en particular que le afectaron? 

Digamos que algunas fueron excesivamente altisonantes. La famosa cosa de las inmobiliarias, por ejemplo. En países como Holanda o Bélgica, que tienen sistema mixto, los establecimientos no son de propiedad de particulares, sino del Estado. Acá eso no significaba muchos recursos adicionales. La solución a la que se llegó es que el Estado pone las garantías para que las fundaciones que son creadas por los sostenedores puedan adquirir los inmuebles. Es, en todo caso, un esquema que me deja contento, porque es muy importante para la estabilidad de los niños que los colegios sean de propiedad de las fundaciones que los administran. Yo creo que ambas eran soluciones legítimas y ésta generó más consensos. Hubo flexibilidad de todos lados. Y sobre la crítica del ex ministro Pérez Yoma, fue una crítica política: él es un político. No las comparto, pero encuentro legítimo que considere que mi gestión estaba generando polémica en la Nueva Mayoría o el gobierno. No pienso que sea así, pero él tiene derecho a opinar como quiera.

Usted tiene un estilo confrontacional. ¿Cuánto asigna a la resistencia que produjo la reforma al proyecto en sí mismo y cuánto a ese estilo que lo llevó a generar varias polémicas?

Desde hace un tiempo a esta parte procuro ser muy medido en la forma en que establezco mis apreciaciones. Con el tema del Verbo Divino, envié una disculpa pública. Aprendí de forma dura. Yo no era ministro en ese entonces, era un ciudadano que estaba en una conversación privada en un partido político. Todos sabemos que cuando hablamos en confianza somos menos cuidadosos con el lenguaje y decimos cosas que no deberíamos decir. Y no es porque tengamos doble estándar, sino que somos menos cautelosos de posibles dobles interpretaciones de nuestros dichos. Sobre los patines, por ejemplo, si se analiza rigurosamente lo que dije, es bien comprensible y no en el sentido que se le ha interpretado. Pero cometí la ingenuidad de no darme cuenta de que al ser esta una reforma tan polémica, cualquier posible doble interpretación de una frase que está dicha sin el debido cuidado me iba a jugar en contra y, desde ahí, trato de ser más cuidadoso con lo que digo. Vengo de una familia en que somos dados a decir cosas de manera muy espontánea. Y esto es más personal: resulta que cuando fui ministro de Hacienda, en general estas cosas me jugaron a favor porque yo era bastante aceptado en la oposición y estos eran rasgos, digámoslo, exóticos, pero en ningún caso resultaban ofensivos o molestos. Pero esta vez me tocó llevar a cabo una reforma que tenía menos grado de consenso y que la oposición la sentía más amenazante, por lo que esas mismas frases me jugaron en contra. Obviamente, con el beneficio del tiempo, si partiera de nuevo no las diría.

Quiere decir que se arrepiente...

No me arrepiento, pero cometí la ingenuidad de no ser lo suficientemente cuidadoso. He tenido que tener cierto grado de humildad en el sentido de que puedo tener las cosas analíticamente muy claras, pero expresarlas y convencer son una cosa muy distinta. En eso he tenido mucho para aprender.

Deduzco que le fue más fácil ser ministro de Hacienda que de Educación. ¿Es así?

Deduce bien, porque en el tema de Hacienda yo tenía una dilatada experiencia. Me conocía desde los datos hasta la literatura y las experiencias internacionales al dedillo. Es algo que me fluía muy natural. En estas cosas tenía más lagunas. Por tanto, tenía que hablar con un poquito más de cuidado.

¿Ha sido un tema para usted no haber podido convencer de la reforma a un sector de los padres y que éstos se movilizaran?

Claro. Tú siempre aspiras a poder convencerlos a todos y te da algo de frustración no lograrlo. Recibí varias veces a la Confepa, pero no fue posible construir consenso. Espero que en los años de implementación de la reforma vayamos deponiendo los temores, la incertidumbre y vayamos construyendo mayores consensos cada día.

Lo mismo le pasa con la Iglesia, que apenas aprobada la reforma no sólo la criticó duramente, sino que también cuestionó la premura legislativa.

Me sorprendió. Yo tuve no una ni dos, sino que múltiples conversaciones con ellos, sobre todo con monseñor (Héctor) Vargas, y las aprensiones más grandes de la Iglesia, respecto de los contenidos incluidos en este proyecto, las fuimos acomodando. La Iglesia tiene una situación particular, porque las congregaciones son dueñas de los colegios, pero fundaciones de estas mismas congregaciones son las que operan los colegios. Por tanto, las fundaciones arrendaban a las congregaciones el inmueble. Nosotros aceptamos que, aunque fueran partes relacionadas, si era sin fines de lucro, eso será posible. Les permitimos el trabajo en red, establecimos que la subvención se puede usar en cualquier propósito que esté relacionado con los fines educativos para que no hubiera ninguna suspicacia respecto de si un colegio religioso, por ejemplo, quería hacer retiros espirituales de los niños financiados con la subvención, los pueda hacer. Aquí hubo equipos de la Iglesia instalados días completos trabajando con mis asesores cada uno de los detalles, entonces no me dejó de sorprender la reacción. Habíamos tenido un trabajo muy estimulante y cooperativo.

¿Y cómo se explica la crítica?

Eso habría que preguntárselo a ellos, pero la verdad es que no me lo explico.

Al armar su equipo de asesores nombró a varios ex dirigentes estudiantiles. Sin embargo, tampoco logró que el movimiento estudiantil se alineara con la reforma. ¿También eso es un debe?

Pensaba que es un poco la historia del último tiempo. El movimiento estudiantil de 2011 encabezado por, entre otros, Camila Vallejo y Giorgio Jackson, fue supercrítico de la Concertación de la cual yo fui orgullosamente parte. Hoy día, ellos se la jugaron, se comprometieron y apoyaron la reforma prácticamente en su integridad. Hoy ellos, que nos criticaron a nosotros, son criticados por la Confech. Posiblemente, esta Confech, si más adelante se involucra en políticas públicas, va a ser criticada por una nueva generación.

¿Me dice que es un tema de roles?

Exacto. Siempre los jóvenes quieren ir más allá. Eso es natural y es bueno que así sea, pero tú tienes que hacer políticas públicas para el conjunto de los chilenos, no solamente para la opinión de los jóvenes, por muy valiosa que sea.

La Alianza ha dicho que si vuelven al gobierno, uno de sus primeros objetivos va a ser echar abajo esta reforma. Ya anunciaron que van a recurrir al Tribunal Constitucional por algunas de sus normas. ¿No habría sido mejor consensuar una reforma para garantizar estabilidad en el tiempo a los cambios propuestos?

Lo intenté infatigablemente y debo decir que creo que la historia me da el beneficio de la duda. Recordará que como ministro de Hacienda logré consenso por el royalty minero, la ley de OPA, con el Auge, donde fui uno de los que establecían puente con la oposición, y le ayudé al Presidente Lagos y a José Miguel Insulza en el acuerdo de financiamiento a la política. Por tanto, yo estaba acostumbrado a "cruzar el pasillo", como se dice en Estados Unidos, que se refiere a lograr políticas transversales. Pero esta vez no lo logré, y espero que en las leyes que sigan, eso sí se vaya logrando. O sea, que en temas de profesores, en temas de educación superior y de nueva educación pública, podamos tener un apoyo mayor.

¿Y por qué no se logró, ministro?

Soy una persona que, como dije en una charla, no fui ministro de Economía de Corea del Norte. Venía de ser vicepresidente para América del FMI, que todo el mundo critica como la esencia del neoliberalismo. Por tanto, yo no tenía un sesgo ideológico, por así decirlo, antimercado. Lo que estamos proponiendo como reglas de inclusión sigue la tradición de la historia de Chile y los consensos de los países desarrollados.  Esta idea de que tú accedías al colegio en función de tu billetera es un experimento chilensis que no les resultó. Entonces, ellos tienen que hacer el duelo de algo que objetivamente pudo haber sido hecho con la mejor intención, pero que no resultó. Y yo creo que les ha costado hacer el duelo.

El gran miedo a los efectos de esta reforma es el cierre de los colegios. ¿Está en condiciones de garantizar que aquí no va a haber un cierre masivo de establecimientos educacionales o una migración de los subvencionados a particulares pagados?

Escuché a una persona de derecha en radio Cooperativa que decía que -en poco tiempo más- el 20% de la matrícula iba a estar en particulares pagados. Eso no va a ocurrir y tampoco va a haber un cierre masivo de colegios. Lo doy firmado. Si se mira la experiencia internacional, el sector particular pagado que existe en los países del mundo es en torno a un 5% o 6%. Aquí es 7%, o un 7 y medio. La colegiatura de los colegios particulares pagados tiene un promedio de $ 300 mil y este país no tiene mercado, no hay capacidad adquisitiva para que un porcentaje mayor de la gente opte por el particular pagado. El esquema en torno a un 7% de particulares pagados y el resto público, ya sea directamente provisto por el Estado o particular subvencionado, se mantendrá en torno a 92% o 93%, eso no va a variar mayormente. Sobre la migración a particulares subvencionados ya tenemos una agenda corta para la educación pública. Esperamos mejorarla tanto, que los padres, que están escogiendo proyectos particulares subvencionados, porque no ven buenos proyectos municipales, van a tener buenos colegios del Estado.

Una discusión que seguirá abierta es la de los emblemáticos ¿Qué les dice a aquellas familias que piensan que el ingreso de sus hijos al Instituto Nacional es una potente herramienta de movilidad social y que hoy aparece amenazada por la reforma?

Seamos precisos con las estadísticas. El Mineduc ha trabajado en los últimos cinco o seis años un concepto de lo que son los colegios emblemáticos. Son colegios con tradición histórica, que tienen altos rendimientos, que tienen sistemáticamente exceso de demanda. Entre ellos está el Carmela Carvajal, el Instituto Nacional y muchos otros. No son más de 30 o 40 en el país. Estamos hablando de 30 o 40 contra 12 mil colegios, o sea, es un porcentaje pequeñísimo. Centrar la discusión de una reforma educacional, que ordena las reglas del juego para 12 mil colegios, en lo que les va a ocurrir a 30, me parece un despropósito. Lo que nosotros hemos hecho en esta ley ha sido abrir -no cerrar- la posibilidad de que colegios que hoy día no son emblemáticos tengan el día de mañana proyectos educativos con especial exigencia académica o especial desarrollo de habilidades tempranas. Este no fue un proyecto de ley para los colegios así llamados emblemáticos, y lo que he señalado es que en el nuevo contexto de la educación pública, donde vamos a cambiar la dependencia de los municipios a lo que llamamos servicios locales, debemos repensar el rol de estos colegios.

¿Por qué cambiar lo que funciona? 

Por qué tocar lo que funciona, ahí hay una afirmación. En el promedio de la educación pública uno de cada dos niños son del 40% más pobre de la población. El promedio de niños de ese 40% más pobre de la población en el Instituto Nacional y en el Carmela Carvajal es uno de cada seis. En el Instituto Nacional el 72% de los alumnos son del cuarto y el quinto quintil, entonces, ¿realmente era un vehículo de movilidad social para todos los chilenos más vulnerables? ¿O era un colegio que les permitía a los grupos medio altos tener los mejores puntajes? La verdad es que al final del día, cualquier movilidad ascendente tiene que ser premiada, y yo no tendría problema que beneficiara al cuarto quintil, pero también a los otros El problema es que nosotros no estamos nada de seguros -ya ha habido varios trabajos empíricos- si de verdad los buenos resultados de estos colegios emblemáticos se deben únicamente a sus procesos pedagógicos o también a que seleccionan sólo a alumnos excepcionales y con mayor capital cultural. Entonces, sometidos a una mayor competencia, el gran desafío para ellos es mantener esos estándares incluso con una población más variopinta. Si tienen los mejores métodos educativos..., yo creo que lo van a lograr.

Harald Beyer planteaba los desafíos que tienen que ver con la implementación de la reforma: pone el acento en el exceso de burocratización a los colegios y afirmaba que se podría elevar el copago durante el proceso de transición. ¿Cómo lo ve usted?

Lo segundo no lo entiendo, porque conforme a la ley, los colegios no pueden elevar el copago, queda congelado en el nivel del año 2014. Cuando leí sus declaraciones me llamaron mucho la atención y volví a revisar la ley y eso no es posible. Sobre la burocratización, creo que va a ser al contrario:  vamos a tener la superintendencia, y vamos a tener una oficina montada -le dije a Andrés Palma que comience a mirar todo el montaje de esa oficina- para ayudar a los colegios en las nuevas técnicas para reportar los balances, los gastos educativos, los ingresos. Falta que las competencias de cada institución se delimiten más claramente, pero el ministerio y la superintendencia van a tener una labor proactiva en ayudar a los colegios a cumplir con estas nuevas normas. Por ejemplo, el Servicio de Impuestos Internos hoy envía prehecha tu declaración de impuestos. Ese es el tipo de cuestiones que tenemos en mente. Y va a haber contabilidad simplificada para los colegios más chicos y los colegios rurales. Todo se va a facilitar para que no sea engorroso, y también les vamos a poner la asesoría legal para que se transformen en corporaciones sin fines de lucro y lo mismo para el traspaso de los inmuebles.

"UNA PRUEBA PARA INGRESAR AL MAGISTERIO"

¿Ingresará en marzo el proyecto de Plan Nacional Docente?

En cuando sintamos que hay un razonable grado de madurez del trabajo prelegislativo, vamos a ingresar el proyecto. Creo que será muy tempranamente a vuelta de vacaciones.

¿Cuáles serán las claves de este proyecto en temas de formación de los profesores, evaluación, remuneraciones? 

No voy a entrar en detalles, pero tiene  tres fases: una que es la formación docente, donde vamos a exigir los más altos estándares de las carreras de Pedagogía, con convenios con el ministerio y las mejores facultades de educación.

Se ha hablado de un ingreso de 550 puntos de la PSU...

No lo hemos terminado de definir. Pero habrá, claro, exigencias más altas en la entrada y más duras durante la carrera. Estamos conversando con universidades del extranjero para que nos hagan asesorías en los currículum, en las técnicas de formación. Acá no se separa bien la formación en la disciplina versus lo que es la formación pedagógica. La experiencia que vimos en Finlandia y en Francia es que primero tengas una formación disciplinaria muy fuerte.

¿En el área específica de cada profesor?

Claro. Por ejemplo, lo que ocurre en Francia o Finlandia es que los jóvenes deciden, después de tres años, si van a ser licenciados en biología o profesores de biología, pero tienen una base común de conocimientos en esa área. Luego viene un par de años en Pedagogía y el trabajo en las escuelas con profesores mentores es muy importante. Si vas a un colegio en Finlandia es fantástico cómo ves a los practicantes asistiendo a las salas de clases junto con el profesor guía. Los están formando en el aula. Es algo teórico-práctico, ya en la parte pedagógica. Sobre la base de eso terminan su carrera y dan una prueba para poder ingresar al magisterio.

¿Una prueba al final de la carrera? 

Para poder lograr la profesión docente. En los países industriales lo que tú tienes es que la universidad forma académicamente a los profesores, pero es el mundo escolar el que les da la certificación profesional...

Para hacer clases...

Exactamente. Y eso va a ser una prueba obligatoria, por lo menos para poder entrar en el sistema público. Vamos a ver si también en el caso de los subvencionados u otros. Eso es la parte inicial, después  una inducción: un período de dos años con profesores mentores en que das una prueba y te certificas para poder ser profesor en el sistema de educación pública. Esos dos años serán bien pagados para que puedan mantenerse. Y una vez ya en la carrera docente vas ascendiendo conforme a exámenes nacionales que se dan en distintas etapas para llegar a ser profesor maestro o profesor experto.

¿Cómo se va a establecer el sistema salarial?

Van subiendo los salarios conforme a la carrera. Y dicho sea de paso, los niveles salariales desde la entrada hasta los niveles más altos van a ser mejores que los actuales para atraer a los mejores alumnos a estudiar Pedagogía, porque si subes el puntaje de corte para las pedagogías, pero no ofreces un incentivo, no van a postular los mejores alumnos. Tanto la oferta como la demanda tienen que actuar en conjunto. Y una cosa importante en esta carrera es que los profesores en su ascenso tienen que pasar por ser profesores en colegios vulnerables para hacer su contribución a potenciar a los más carentes.

Se ha dicho que el salario inicial será de $ 750 mil. ¿Eso es correcto? 

No he dicho eso. Es sólo rumor. Hoy día un profesor entrante con 37 horas gana en torno a $ 500 mil. El reajuste de entrada va a ser sustantivo. No sé si $ 750 mil, más o menos.

¿Cómo será abordado el futuro paquete de reformas? ¿Se espera que entren los tres proyectos al unísono: plan docente, desmunicipalización, gratuidad en educación superior?

Está por definirse, pero por economía legislativa, no pueden ingresar los tres, pero por lo menos dos, uno por cada Cámara.

¿Cómo se abordará el tema de la desmunicipalización? ¿Qué gradualidad tendrá ese traspaso al Estado? 

Lo estamos conversando y va a ser un proceso gradual que no hemos definido completamente, pero no hay que apresurarse, porque los cambios institucionales son significativos y hay que ir yendo gradualmente.

Hace un tiempo usted estableció un criterio para la gratuidad en educación superior de cuatro años. ¿Será finalmente así? 

Eso es una propuesta que todavía estamos trabajando. Lo que dije es que en la gran mayoría de los países del mundo el título profesional lo obtienes después de cuatro años, y si extiendes indefinidamente la cantidad de años de gratuidad, puedes tener unos efectos que no son deseables. Por un lado se pueden generar estudiantes eternos y, por otro, la universidad no tiene ningún incentivo para compactar más las carreras. Y aquí las carreras duran excesivamente en relación a lo que ocurre afuera.

Cuando se habla de gratuidad, se asume que es a todo evento: que se podrá estudiar los años que quiera, las carreras que se plazcan, etc.

Eso es algo que tenemos que definir, pero nadie está pensando seriamente en que puede haber gratuidad para toda la vida;  tú no puedes ser un estudiante eterno. Ahora, ¿cuánto es lo razonable? Eso es lo que tenemos que discutir.

Este proyecto, la primera etapa, lo sacó en ocho meses. ¿Espera que los proyectos futuros también puedan tener períodos de tramitación acotados?

Es difícil saber cómo se van a alinear los distintos actores, las distintas fuerzas políticas..., mi esperanza es que sean menos complejas que este proyecto, pero bien puede ser que no sea el caso y que descubramos que haya más conflictos y más dificultades para consensuar.

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