Los Bunkers repiten la emoción y la categoría ante otro Estadio Nacional repleto

Los Bunkers repiten la emoción y la categoría ante otro Estadio Nacional repleto FOTOS: PEDRO RODRÍGUEZ

Este domingo 28 el quinteto ingresó a las páginas grandes de la canción chilena al repletar por partida doble el Estadio Nacional, tal como lo hicieron Los Prisioneros en 2001. Su segunda fecha fue casi idéntica al debut, cruzando hits, emoción y alta calidad escénica.


Igual que en la jornada del sábado 27, los alrededores del Estadio Nacional no dejaban espacio a dudas. Si algún despistado no hubiese leído las noticias relativas a Espectáculos en los últimos meses y de pronto hubiera sido arrojado al corazón de Ñuñoa, estaba claro quién era el propietario de la fiesta. Los Bunkers llegaban este domingo 28 por segunda vez al recinto, flanqueados por una marea de fanáticos de casi todas las edades que arribaron desde temprano, agolpándose en los accesos y cerca de las rejas, uniformados con poleras o polerones con la estética de la banda que recuerda su amor por las guitarras y el look de la vieja escuela.

El conjunto ya había repletado el coloso de Ñuñoa 24 hora antes, alistándose ahora para una conquista que sólo Los Prisioneros inmortalizaron en 2001: hace ya lejanos 23 años, fue la última vez que un artista nacional tocó dos veces en el principal recinto deportivo del país.

”Ojalá no vuelvan a pasar otros 23 años para que un artista chileno llene dos veces el Nacional”, reflexiona y anhela el cantante de Los Bunkers, Álvaro López, en conversación con Culto en la antesala del recital del domingo, situado en una sala interior del lugar, a las puertas de otra jornada para los almanaques del cancionero local. “No queremos ser la excepción”, replica el guitarrista Mauricio Durán bajo la misma esperanza.

Quizás por eso mismo, las horas previas al espectáculo de los penquistas fueron animadas por dos números nacionales de equipaje conocido, de distintos mundos, pero vinculados a Los Bunkers a través de una suerte de cordón umbilical creativo y personal.

De Kike Morandé a Camiroaga

Primero fue el turno de Pedropiedra, cantautor que junto a los mismos hermanos Durán formó hace unos años el supergrupo Pillanes (también con los hermanos Ilabaca de Chancho en Piedra). En su set, desplegó su cruza de pop, variantes que van del funk al indie, y hits como Pasajero, Amar en silencio o Inteligencia dormida.

Luego fue el turno para Fabrizio Copano, en otra marca para apuntar. Es la primera vez que un show de stand up comedy llega al Nacional, demostrando también el arrastre que ha alcanzado el género de la comedia en el país.

Copano, quizás agradeciendo la invitación de sus camaradas Bunkers, partió su show con una frase algo desmesurada: “Un aplauso para Los Bunkers, la banda más importante de la historia de Chile”.

Luego, bromeó con el Festival de Viña y con su rol como conductor del espacio El antídoto de Mega. “Soy el nuevo Kike Morandé”, lanzó, para después agregar que ahora “me persiguen enanos”, e incluso dijo que también lo perseguían “prostitutas”.

“Ahí ya me di cuenta que era el nuevo Kike Morandé”, remató.

También aludió a Fiu, la entrañable mascota de los últimos Juegos Panamericanos. “Mi sueño es que Fiu se saque el traje y adentro estuviera Felipe Camiroaga… y dijera ‘soy homosexual’. Y se besara con Pedro Pascal. Ahí se acaba Chile”. Para reconocer los aplausos, Copano aleonó al público: “Es bueno este público, no como el de Los Tres”, disparó, en referencia al otro grupo penquista que este fin de semana realizó sus encuentros de retorno en el Movistar Arena.

Tras la pausa, el minuto más aguardado de la velada. Los Bunkers sobre la tarima a las 21.00 horas en punto. La agrupación -con Cancamusa en la batería, tal como viene sucediendo desde febrero, en reemplazo del titular Mauricio Basualto- arrancaron con la aguerrida Ven aquí, uno de sus mayores himnos: desde el pitazo inicial, quisieron dar el golpe más frontal y macizo posible.

Éxito y sensibilidad

La noche siguió con éxitos y de modo general acató la lógica del “caballo bueno, repite”, replicando gran parte del liberto mostrado en el debut del sábado: la contundencia y la frescura pop de Te vistes y te vas, y Yo sembré mis penas de amor en tu jardín, a lo que sumaron el acento trepidante y urgente de Miéntele, la que el día anterior fue situada cerca del cierre. Otra muestra que, al menos anoche, no dieron tregua en el pasaje inaugural.

Luego vino Canción de lejos y la esperable escala en el catálogo de Silvio Rodríguez -cortesía del disco Música libre (2010)- a través de Quien fuera.

Pero esto -y los shows colosales- nunca se han tratado solo de canciones. El escenario que recibe al quinteto es mayúsculo, de 70 metros de largo por 30 de ancho, con cinco pantallas que capturan precisamente a los músicos es su esplendor escénico. El montaje está a la altura de lo mejor que ha levantado un grupo chileno en materia de conciertos y por cierto le compite sin problemas a aparatajes imponentes traídos por estrellas foráneas.

En ese juego de cámaras, se aprecia cómo la banda se reparte funciones de manera balanceada, con la contribución de Cancamusa que parece darle un aire distinto al grupo, una renovación que incluso parecía necesaria. Ellos mismos han dicho que la percusionista ha aportado un brillo distinto a sus filas.

En ese mismo ímpetu de novedad, el quinteto vuelve a presentar en el Nacional dos tracks de su último disco (Noviembre, 2023), Bajo los árboles y Rey (precedida por la intro de El rey y yo, de Los Ángeles Negros). “Nos pasó en este disco que recuperamos los vínculos reales y verdaderos, de los amigos”, introdujo Mauricio Durán. A propósito de amistad, también hubo palabras de apoyo a la distancia para Basualto cuando le dedicaron La velocidad de la luz.

Pero sin duda el minuto más aplaudido llegó pasada las 22.00 horas, tal como el sábado: cuando se trasladaron al otro extremo del coliseo, al memorial escotilla número 8, dedicado a los detenidos desaparecidos y a las personas que estuvieron prisioneras en la dictadura.

“Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro” es el lema que encabeza el sitio donde desplegaron en formato acústico y vestidos con ponchos -a la usanza de la Nueva Canción Chilena- La exiliada del sur, Calles de Talcahuano, El detenido (“fue escrita hace 25 años, pero no nos dimos cuenta que fue escrita para ser cantada en este lugar esta noche”, reflexionó Mauricio Durán) y Entre mis brazos. Es también uno de los pasajes más vibrantes que ha despachado una banda local en el reducto. No faltaron las lágrimas y un público estremecido. “En momentos violentos y extraños como los que están ocurriendo en nuestro país, tenemos que aferrarnos a conciertos como este”, agregó el instrumentista.

Es, en rigor, la fibra que ha movido a Los Bunkers desde sus orígenes: recoger el pulso social de quienes los antecedieron y amplificar ese mensaje para otras generaciones. Autores de alta sensibilidad que también funcionan como cronistas del mundo actual.

El personaje favorito de los niños

Eso si, la solemnidad fue fracturada por un contrapunto. Tras ese momento, en el escenario apareció el personaje Guaripolo de 31 Minutos y admitió la verdad: “estoy aquí rellenando”. En efecto, la aparición del peludo ser tenía dos propósitos: ganar tiempo para que la banda pudiese dejar el memorial para trasladarse de vuelta a la tarima central; e introducir Una nube cuelga sobre mí, donde aparecieron varios personajes del desaparecido espacio de TVN, como Tulio Triviño, Patana, Mario Hugo, Policarpo Avendaño y Juan Carlos Bodoque.

E igual que Copano, Guaripolo no perdió oportunidad para también arrojarle un par de chistes a Los Tres: “Quiero agradecer al Álvaro… al Titae. ¡Ah perdón, eso es un pituto que tengo después!”.

El espectáculo siguió en lo alto, demostrando esa capacidad entre buenos ejecutantes y compositores de acabado olfato melódico, en Las cosas que cambié y dejé por ti, Noviembre, Ángel para un final, Fantasías animadas de ayer y hoy, Deudas y Pobre corazón. Después apareció Pedropiedra en escena para una tríada de temas que incluyó El mismo lugar, Tarde y Abril, parte del epílogo de Barrio Estación y que no interpretaban desde 2009. Además, se acompañaron por una sección de cuerdas y bronces. Ha sido otra de las sorpresas de estas jornadas.

En la hora final, la travesía se abre camino con Nada nuevo bajo el sol, Bailando solo, Miño, el cover de El derecho de vivir en paz de Víctor Jara (en un dueto virtual con el asesinado artista), Canción para mañana, No me hables de sufrir y Llueve sobre la ciudad.

Los Bunkers desde este fin de semana han ingresado a las páginas grandes de la canción chilena, reuniendo más de 100 mil personas en sus dos citas en Ñuñoa. Eso sí, él espacio ya estaba ganado desde hace mucho antes. A partir de ese minuto en que se consolidaron con propiedad como la mejor banda del siglo XXI chileno.

Los Bunkers subieron hasta a los personajes de 31 Minutos en un show pensado de principio a fin, pero que también dio pie a la emotividad que no se puede calcular. Foto: Joss Moisan

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