Parte un emblema del cine moderno: a los 91 años muere Alain Resnais

Gracias a Hiroshima, mon amour y El año pasado en Marienbad, el francés entró al panteón fílmico.




La edición de 1959 del festival de Cannes es célebre por haber premiado a François Truffaut por Los 400 golpes, dando así su bendición a la Nueva Ola francesa. Pero hubo esa vez otra película que causó alto impacto, dividiendo a jurados y críticos. Hiroshima, mon amour, de Alain Resnais, pulverizó las convenciones narrativas e interpretó las angustias de una época, alzando a su director como emblema de la modernidad. Con esa chapa, Resnais siguió por más de medio siglo haciendo películas, la última de las cuales -Amar, beber y cantar- fue presentada hace sólo unas semanas en Berlín. Pero llegó su momento: "rodeado por su familia", según reportó su productor, murió ayer en París a los 91 años. Y no pocos lo han recordado tras saberse la noticia, partiendo por el Presidente François Hollande, para quien "Francia acaba de perder a uno de sus más grandes cineastas".

Nacido en el seno de una familia acomodada en la localidad bretona de Vannes (norte de Francia), Alain Pierre Marie Jean Georges Resnais coqueteó tempranamente con los libros, la pintura, la actuación teatral y el cine. En 1943 integró la primera generación de estudiantes de montaje del Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (Idhec). No terminó la carrera, pero ya en 1946 asistía en la realización de documentales y uno de su creación, Van Gogh (1948), ganó un Oscar dos años después. Sus siguientes trabajos de no ficción acusan un interés por la renovación del lenguaje fílmico y por los usos del montaje tendientes a reformular la experiencia de la memoria y del tiempo. El más célebre es Noche y niebla (1955), hoy un clásico del Holocausto.

A distancia del realismo de la Nueva Ola, Resnais perteneció con colegas como Agnès Varda y Chris Marker al Nouveau cinéma, así llamado por analogía con el movimiento literario Nouveau roman ("Nueva novela"). Sus dos primeros largos argumentales, por lo demás, surgieron de colaboraciones con íconos de este último: Marguerite Duras en Hiroshima... y Alain Robbe-Grillet en El año pasado en Marienbad (1961). Mientras la primera estuvo en 1962 a dos votos de entrar en el top ten de todos los tiempos de la revista Sight&Sound, la segunda se convirtió en emblema de un cine cerebral y refinado, que ignora las pautas de representación al uso y que instala a su director, junto a colegas como Welles y Godark, en la primera fila del cine moderno.

En los años siguientes la fiebre pro Resnais pudo decaer, no así las exploraciones y hallazgos del director, que arbitró un diálogo del cine con la literatura y el teatro, además de parir cintas con estampa de clásicos (La guerra ha terminado, Providence) y de incursionar en la ciencia ficción (Je t'aime, je t'aime, 1968) y la sátira histórica (Stavisky, 1974).

Reconocido director de actores (entre ellos Sabine Azéma, su compañera sentimental desde 1998), fue un frecuente nominado a los premios César y habitué del circuito festivalero. Una de sus últimas apariciones en estas lides se dio en Cannes 2009, cuando presentó Las hierbas salvajes. En esa ocasión dijo que no era alguien que se fijara metas. Y que su método consistía en dejar a sus películas crecer, como las hierbas del mencionado título.

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