El príncipe saudita que mueve el tablero en Medio Oriente

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Mohamed bin Salman, de 32 años, ha impulsado medidas a favor de las mujeres en Arabia Saudita, lanzó una purga contra la corrupción y elevó la tensión con Irán.




Con apenas 32 años y a la cabeza de una serie de medidas reformistas, sumadas a otras drásticas y más arriesgadas, el príncipe saudita Mohamed bin Salman ya ha comenzado a darle su sello al sistema político del reino y a mover el tablero en Medio Oriente.

A casi seis meses de su mandato como príncipe heredero, ya ha dado una serie de luces y señales sobre su estilo y cómo se prepara para asumir el trono de Arabia Saudita. A fines de octubre sorprendió al afirmar que el regreso a "un islam moderado" era clave para sus planes de modernización del reino. Un mes antes ya había dado un paso que incluso tuvo una mayor repercusión mediática, al permitir que las mujeres pudieran conducir autos. También recientemente permitió que las mujeres asistan como público en tres estadios en las ciudades saudita más importantes.

Pero estos cambios no se remiten a este año. En abril de 2016 lanzó un exhaustivo plan que, a su juicio, transformará al reino en una potencia global de inversión y le permitiría al máximo exportador mundial de crudo de reducir su dependencia del petróleo para 2020.

El "príncipe millennial" fue educado en Riad, donde destacó por su desempeño, siendo ranqueado entre los 10 mejores alumnos. Estudió leyes en la Universidad King Saud, donde fue el segundo mejor alumno de su clase. En un perfil realizado por la cadena Al Arabiya, se señala que comenzó su carrera política a los 23 años como asesor de la Comisión de Expertos en al gabinete saudita. En diciembre de 2009, fue designado asesor especial del entonces príncipe Salman bin Abdulaziz, que ejercía como gobernador de la provincia de Riad.

Tan empoderado se siente el príncipe heredero, cuyo padre -el Rey Salman- asumió tras la muerte del Rey Abdullah en 2015, que puso en marcha una serie de movimientos estratégicos en la región, elevando la tensión con Irán. "El Rey y el príncipe heredero han roto con los patrones tradicionales de consenso político en la familia real y debido a los resultados es probable que generen un reino mucho menos estable con políticas cada vez más erráticas e impulsivas. El reino es más volátil ahora que en cualquier otro momento de la última mitad del siglo", dijo a La Tercera Bruce Riedel, de la Brookings Institution.

Así, en un evento catalogado como "explosivo" por los analistas y no necesariamente vinculado al príncipe, el primer ministro libanés, Sadd al Hariri anunció el sábado, de manera inesperada, su renuncia en un discurso pronunciado desde la capital saudita. Observadores señalaron en tono irónico a la cadena BBC que Hariri había sido "citado a comparecer por Beirut", pero había sido "despedido" por sus aliados sauditas.

Visiblemente perturbado, Hariri se refirió al miedo que siente por su vida en Líbano. De esta manera, criticó a Irán por expandir "el desorden y la destrucción" en Medio Oriente. Y también acusó que su aliado libanés, la milicia chiita Hizbolá, estaba "construyendo un Estado dentro de un Estado".

"Los sauditas están totalmente comprometidos en este negocio de reducir la influencia iraní", dijo a Foreign Policy, Randa Slim, analista de Middle East Institute. "Su estrategia (en Líbano) será una confrontación por cualquier medio que tengan, político y financiero", añadió.

Horas después de la renuncia de Hariri, un misil de largo alcance lanzado desde Yemén por rebeldes houties (apoyados por Irán) fue interceptado cerca del aeropuerto internacional Rey Khalid de Riad.

"Ese misil es sólo el comienzo. Si dejan esta situación tal como está por otros cinco años, habrán 40 mil misiles atacando Riad", dijo a la BBC Ali Shihabi, director de la Arabia Foundation.

Ese mismo sábado, otro ingrediente se sumó a esta serie de "eventos". Decenas de príncipes, entre ellos el multimillonario Al Walid bin Talal, personalidades políticas y empresarios fueron detenidos en Arabia Saudita en lo que las autoridades describieron como una operación anticorrupción.

Cercanos al príncipe dijeron al diario The Guardian, que la purga estaba destinada a remodelar el comportamiento público en un reino donde las redes de clientelismo a menudo determinan los acuerdos de los negocios y las familias prominentes aseguran reducciones importantes de contratos lucrativos.

Otros analistas, sin embargo, dijeron al periódico británico que la medida era un intento para erradicar la disidencia y los rivales políticos, considerando que el "ambicioso heredero" continúa imponiendo su autoridad en la mayoría de los aspectos de la vida pública en Arabia Saudita. También, la iniciativa fortalece el control del príncipe de las instituciones de seguridad del reino.

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