“Era la piragua de Guillermo Cubillos”: la historia del secuestro de un avión que terminó en hit de la cumbia

“Era la piragua de Guillermo Cubillos”: la historia del secuestro de un avión que terminó en hit de la cumbia

Uno de los más grandes himnos de la cumbia tuvo un origen singular: un secuestro permitió que se conociera en distintos puntos de la región, sobre todo en Cuba. Así lo cuenta el recién editado libro Somos Cumbia.


El histórico himno de la cumbia La piragua - aquel que hasta hoy en fiestas, fondas y juergas de cualquier tamaño va repitiendo “era la piragua de Guillermo Cubillos/ era la piragua, era la piragua”- tiene la rúbrica del colombiano José Barros, aunque su paternidad parece múltiple: a través de toda Latinoamérica, se conoce en voz de los cantantes y conjuntos más disímiles.

En Chile, por ejemplo, se hizo popular en la interpretación del venezolano Luisín Landáez, radicado en el país, pero también en una versión de los señeros Giolito y su Combo y, de forma más reciente, de los exitosos Chico Trujillo. Está claro: son de esos temas que nacen para hacerse universales. De cuna pequeña, se convierten en un patrimonio global.

De hecho, Barros la escribió inspirado en una experiencia de su niñez, cuando tenía ocho años, y se subía a coger plátanos y yucas a una embarcación que cruzaba el río César -al norte de Colombia-, para luego llevar lo recolectado a su casa. Un par de años después, conoció a quien iba a bordo de esa nave de 10 metros de largo y 3 de largo: el propio Guillermo Cubillos.

Así nació el relato que parte narrando que “me contaron los abuelos que hace tiempo/ navegaba en el César una piragua/ que partía desde el Banco, viejo puerto/ las playas de amor en Chimichagua”: se trata de una de las 800 composiciones que despachó “el maestro” Barros y que en Colombia son consideradas parte de su cultura más representativa.

“Una cumbia bucólica y descriptiva”, resume el libro que ha vuelto a realzar la historia de este himno de la fiesta latinoamericana. Se trata de Cumbia somos, donde una serie de autores de distintas latitudes de la región -coordinados por Enrique Blanc y Humphrey Inzillo- intentan explicar las diversas vidas de la cumbia, ya disponible en el país a través de Ediciones UC.

Ritmo irrefrenable

Mirando en reversa, José Barros escribió La piragua hacia 1967, cuando ya tenía fama como autor y una disquera del país le solicitó una cumbia. Él, confiado en el potencial de la historia de Guillermo Cubillos, les entregó la melodía. Pero recibió de vuelta un portazo. Simplemente a los señores ejecutivos no les gustó.

“Mi papá le dijo a la disquera que tenía una cumbia muy bonita. Pero al poco tiempo se la devolvieron. El gerente le respondió que la canción era muy poética y romántica, y que querían algo más pachanguero. Entonces le contestó que no era el tiempo de su canción y que sería en otra oportunidad”, contó alguna vez Barros a la prensa de su país.

Finalmente, se las pasó al trío Los Inseparables. Tampoco tuvo demasiado eco. El salto definitivo vino cuando la adaptó el conjunto Gabriel Romero y Los Black Stars, quienes la grabaron hacia 1969. El arrastre por todo Colombia fue inmediato y explosivo. Sonaba por todos lados y era el soundtrack oficial de bailes y fiestas incendiarias.

Pero, por esos giros del destino, el suceso no sé remitió sólo a Colombia. Casi inmediatamente saltó a Cuba -tierra santa para la música tropical y caribeña- y de ahí logró amplificarse para todo el continente.

Así lo explica el libro Somos cumbia, en circunstancias que resultaron pura casualidad y casi tragedia: “Quiso el destino que el siguiente lugar donde La piragua cobrara inmediata popularidad fuera la isla de Cuba, incluso antes de la aparición de A toda máquina (1969), el disco de Los Black Stars que contenía el tema”.

“Y todo por un motivo que raya en el surrealismo más bananero: en plena gira promocional del tema, el avión que llevaba la orquesta de regreso a Medellín desde Barranquilla fue secuestrado y derivado hacia Santiago de Cuba”.

Como estaban en Cuba sin poder escapar por varios días, Los Black Stars terminaron tocando en una fiesta en el hotel Versalles de la ciudad ante un público integrado mayoritariamente por militares, quienes no podían creer el ritmo pegadizo y la letra sabrosa de la composición. La pidieron una y otra vez.

Ante la euforia, el conjunto aprovechó de repartir los singles promocionales -los tenían dentro de su equipaje- entre los programadores cubanos de radio. Había que encontrarle un costado positivo a un secuestro.

El libro Somos cumbia sigue: “Recordaba el escritor cubano Emir García Meralla cómo, a partir de los carnavales habaneros de 1973, ‘el nombre de Guillermo Cubillos se repetirá hasta lo imposible, lo mismo en la radio que entre todas las agrupaciones que pudieran incorporarlo a su repertorio después de aquellas fiestas’”.

La piragua había inyectado al corazón de Cuba. Ahora quedaba el resto de la región. Y fue cuestión de tiempo: según algunos historiadores, hay cerca de 50 versiones del tema en Colombia, ocho en España, seis en México, seis de Cuba, cinco de Venezuela, tres de Puerto Rico, así como también en Chile, Estados Unidos, República Dominicana, Perú, Francia, Argentina, Paraguay, Italia, Croacia, Bolivia y Bélgica.

La historia de Guillermo Cubillos nunca cansa de contarse y bailarse.

*El libro Cumbia Somos ya está a la venta en Chile a través de ediciones UC. Entre otros autores, participan los chilenos Cristóbal González y Johanna Watson.

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