Tomás Ojeda y el consentimiento: 'El sí debe ser claro, categórico e inequívoco'

El 'sí' y el 'no' son respuestas definitivas y claves para evitar violencia sexual o abuso. Los mitos como: 'dijo que no, pero quería decir que sí' o 'ella sabía en lo que se estaba metiendo' no tienen cabida. 'Aquí no hay medias tintas ni dobles lecturas. Tampoco ambigüedades', explica el especialista.




Desde que han empezado a tomar fuerza la denuncia del acoso y la violencia sexual, además de la creación de oficinas, manuales y protocolos especializados para abordar estas situaciones, se han hecho una serie de campañas para enfatizar la importancia que tiene un término que está ausente en  los problemas de abuso: el consentimiento. Algo que parece tan simple como decir sí o no, pero que cuando hay relaciones de poder puede llegar a ser complejo.

El consentimiento es un concepto jurídico que se refiere a la exteriorización de la voluntad para aceptar derechos u obligaciones, lo que se traduce en una intención clara, en total uso de las facultades y sin segundas lecturas.

A pesar de su juventud, este tema lleva mucho tiempo rondando al sicólogo Tomás Ojeda, quien durante años ha realizado talleres para profesores y apoderados y jornadas de formación en sexualidad para adolescentes junto a la sicóloga Vinka Jackson y la enfermera-matrona María Isabel González Trivelli. Desde Londres, donde está cursando un máster en Género, Política y Desigualdad en el Instituto de Género de la London School of Economics (LSE), explica los alcances que tiene.

"En mi trabajo me di cuenta de que existe mucha preocupación sobre cómo prevenir riesgos, pero se habla muy poco sobre lo que nos gusta y lo que no, de cómo quisiéramos que fuese la primera relación sexual, con quién o en qué contexto. Tampoco reflexionamos sobre cómo hablamos de intimidad y límites con niños y adolescentes, cómo abordamos los roles de género, las negociaciones dentro de la pareja y la violencia. En todas y cada una de estas conversaciones se puede tocar el tema del consentimiento".

¿Cómo opera el consentimiento en una relación sexual? 

Es importante aclarar primero si todos entendemos lo mismo de una relación sexual, porque no hay sólo una definición al respecto. La sexualidad es mucho más amplia que sólo un encuentro sexual de tipo penetrativo entre un hombre y una mujer, y eso hace que la conversación sobre consentimiento sea más compleja, porque hay encuentros que pueden ser igualmente violentos si éste no existe, como besos, caricias, manoseos o masturbación.

¿Cómo establecer que el no es no? Existen mitos respecto de cosas como "cuando una mujer te dice que no, lo que quiere decir es que sí…"

El "sí" y el "no" son respuestas mutuamente excluyentes y definitivas. No hay medias tintas ni dobles lecturas. Tampoco ambigüedades. Hay una canción de Ricardo Arjona que ilustra muy bien el mito de tu pregunta: "Dime que no, y lánzame un sí camuflajeado". Es el eco del que se sirven muchos hombres que interpretan los "no" de las mujeres como una respuesta débil que puede cambiar fácilmente con alguna técnica de seducción o incluso a través de la fuerza. Muchas veces el hombre no pregunta y actúa creyendo que sabe lo que ella quiere, incluso sin importarle si lo pasa bien, si le gusta o si realmente quiere estar con él.

¿Qué situaciones hay que evitar?

Las ambigüedades. Hay que permitir que la persona pueda manifestar su opinión y su voluntad, respetar el "sí" o el "no". Las cosas se complican cuando no hay diálogo y lo que prima es cómo cada uno interpreta los gestos o signos del otro: la mirada, la forma de vestir, la incomodidad corporal. Lo que cada uno de estos signos y gestos signifique no reemplaza el sí o el no que yo pueda expresar respecto de una situación puntual: aceptar que me lleves en auto a mi casa no significa necesariamente que "te estoy dando la pasada"; que use tal o cual ropa no significa que "quiero provocar", que te haya agregado a Facebook no significa necesariamente que me gustas o que puedes mandarme fotos que no te he pedido. Nadie puede asumir el rol de intérprete de lo que el otro quiere. Los silencios, la vergüenza y falta de iniciativa no son excusas para que alguien crea que puede decidir por ti.

¿Qué pasa si la persona está bebida o drogada en relación al consentimiento? 

En esto quiero ser enfático: no hay consentimiento alguno bajo el efecto del alcohol o las drogas. Muchas violaciones o vulneraciones graves de derechos en el plano sexual son ejercidas en condiciones donde la persona no puede decir que "sí" o que "no" porque simplemente no está consciente, porque muchas veces la engañaron introduciendo sustancias en un vaso de agua o de alcohol, o porque incluso diciendo que no, la otra persona continúa y fuerza la situación hasta el extremo. El consentimiento no se ejerce bajo coerción de ningún tipo, y menos en estados alterados de conciencia. La prueba debiese ser siempre el "sí" o el "no": claro, categórico e inequívoco.

¿El consentimiento también opera al interior de una pareja? 

Las relaciones de pareja no son inmunes a situaciones de vulneración del consentimiento. El pololeo, una cita o el estar saliendo con alguien no nos exime de escuchar y respetar los "sí" y los "no". Muchas relaciones sexuales parten desde el temor a ser abandonado, hay consentimientos que "cambian" cuando mi pareja está enojada o cuando no quiero darle más problemas. Transamos, nos negamos a nosotros mismos y cedemos en cuestiones que son fundamentales. El consentimiento también pasa por negociar con el otro cómo quiero que sea nuestra relación, nuestros límites, lo que me gusta, lo que no, cómo quiero que me traten. Un "te quiero" o un "te amo" no son suficientes y el pololeo, el noviazgo, el matrimonio e incluso el amor pueden ser las mejores excusas para hacer vista gorda a una serie de vulneraciones. Hay casos de violaciones al interior del matrimonio, amistades que terminan en violaciones después de un carrete, manoseos y acosos como consecuencia de un favor en el trabajo.

Educar y cuidar

¿Por qué muchas veces acusaciones de abuso en contextos de fiestas, espacios laborales o académicos son deslegitimadas aludiendo a invenciones de la víctima, errores de percepción o exceso de sensibilidad?

Muchas veces se cree que las víctimas inventan historias y no tienen cómo probarlas porque no hay testigos. Las personas reproducen sus testimonios en estado de shock o con mucha ansiedad, a veces delante de sus agresores y en condiciones que no garantizan la confidencialidad. Esto hace que, en el contexto de un juicio, los profesionales desacrediten sus testimonios porque no son coherentes, porque olvidan datos específicos o porque insisten en que la persona había consumido alcohol y que, por lo tanto, no puede probar con seguridad lo que está diciendo. También operan prejuicios sexistas que cuestionan la credibilidad de los testimonios porque las mujeres quieren algún beneficio, porque se lo buscaron, se expusieron, o porque simplemente el prestigio de una institución y la honra de un hombre son más importantes que la dignidad de una mujer.

Si hablamos de universidades, se trata de mayores de edad y de abusos que pueden cometerse fuera de sus instalaciones. ¿Tienen las instituciones alguna responsabilidad?

Si las agresiones ocurren fuera de la universidad es necesario analizar caso a caso. Muchas veces los alumnos se acercan a sus profesores o directivos para contarles lo que les pasó y la respuesta de la institución debiese ser honrar ese gesto de confianza y facilitar los medios para escuchar, contener y acompañar. Esto obliga a tener una normativa interna que oriente respecto de esos procedimientos y establezca las redes a las cuales acudir. No bastan sólo los protocolos y manuales. Si existen, deben ser elaborados por todos los estamentos, con la participación de estudiantes, académicos y funcionarios, porque replicar modelos exitosos no garantiza buenos resultados. La función educativa y pedagógica de una universidad es inseparable del cuidado, y éste no pasa sólo por administrar eficientemente el riesgo y las amenazas, sino que también pasa por una preocupación honesta por el bienestar de la comunidad, por la búsqueda de estándares que respeten a todos los que ahí estudian y trabajan y por ser capaces de anticiparse a los hechos y transparentar las cosas.

¿Por dónde se puede empezar? 

Muchas de las experiencias que aparecen como "exitosas" en otros países se reducen sólo a la creación de comités, comisiones de evaluación o protocolos. Todo esto se publicita y promociona, y logran transmitir la idea de que están haciéndose cargo del asunto. Lamentablemente casi nunca se incluye en estas acciones una reflexión crítica en torno a la cultura institucional que legitima y naturaliza el fenómeno de los abusos de poder, el acoso y las violaciones. Ninguna universidad lo explicitaría, pero en la práctica la mayoría está más dispuesta a proteger su honra y prestigio que a realizar cambios estructurales en su modo de enseñanza, la distribución del poder, de cargos en los staff académicos o el sistema de supervisión de tesis. Reconocer que en una universidad existen violaciones no es fácil, siempre es mejor decir que es un problema de individuos perturbados antes de reconocer que hay dinámicas institucionales que facilitan los abusos.

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