Un hombre fracturado

juez Daniel Calvo

Hace poco más de una década, el juez Daniel Calvo se vislumbraba en uno de los sillones de la Corte Suprema. Pero una jugada periodística truncó el sueño que hoy mira desde una triste distancia.




Es viernes 4 de noviembre y el oficial de la Cuarta Sala de la Corte de Apelaciones juega solitario en su computador mientras escucha rock argentino, Gun's and Roses o lo que venga. Adentro, son varias causas las que se discuten. Desde recursos de protección contra isapres, hasta la demanda laboral del ex gerente general de SQM Patricio Contesse contra la minera no metálica por casi cuatro mil millones de pesos.

Pero esa no es la noticia. Al menos no esta. La noticia está en que en el estrado, como abogado integrante, está sentado un hombre que recuerda el episodio de un 4 de noviembre de hace 13 años, en ese mismo Palacio de Tribunales, cuando -según suele señalar en privado- le "marcaron la vida".

El hombre es Daniel Calvo Flores, entonces ministro en visita del caso Spiniak, quien fue objeto de una operación periodística de CHV en la cual, con una cámara oculta, lo grabaron admitiendo que asistía a un sauna gay.

Pero este aniversario no tuvo el mismo sabor del número cinco, ocho o 10. Ahora, el recuerdo llega en momentos en que el entonces director de prensa de CHV, Alejandro Guillier, está de precandidato a la Presidencia de la República y amenaza fuertemente a su principal contendor, el ex mandatario Ricardo Lagos. Y a días, además, de que el senador por Antofagasta volviera a defender el uso de la cámara oculta en ese episodio, aun cuando -tras la querella por injurias interpuesta por Calvo en su contra, en 2004- se había disculpado.

La denuncia que marcó un punto de inflexión en el caso Spiniak también es foco recurrente de críticas a Guillier, quien ha debido enfrentar en más de una oportunidad el tema a medida que avanza en sus pretensiones presidenciales.

"El deber de los periodistas cuando hay hechos de gran acontecimiento es difundir. Si un juez de la República que está analizando un caso de corrupción de cadenas de gente importante que abusaba de menores, y tiene un comportamiento que no da garantías, el deber de ese magistrado era hacerse a un lado, y si no lo hace, el deber de la prensa es plantearlo", dijo Guillier el pasado 13 de octubre, sin aclarar cuál es el comportamiento que no da garantías ni por qué.

La grabación de la cámara oculta salió al aire el 5 de noviembre. Y a Calvo, entonces de 45 años -casado y padre de cinco hijos-, el mundo se le derrumbó. Antes de la emisión, el propio Guillier se juntó con Calvo para decirle que tenían la grabación y la iban a transmitir. Calvo juntó fuerzas y se adelantó: a las 12 citó a una conferencia para decir que estaba siendo objeto de una extorsión encubierta y que "era efectivo que había ido a un establecimiento sauna". Con la mirada propia del horror, agregó: "No he realizado en mi vida privada ninguna actuación que tenga caracteres de delito, ni tampoco he hecho nada que pueda comprometer las investigaciones que me han sido encomendadas".

A las 13.30, el noticiero de CHV tiró la nota. El principal argumento de la señal televisiva fue que el juez a cargo de una investigación de alta connotación estaba expuesto a eventuales extorsiones debido a que mantenía prácticas sexuales ocultas que lo hacían vulnerable.

Lo que siguió para Calvo fue dejar la investigación, enfrentar el repudio de una sociedad buena para el escándalo y una Corte Suprema que, previo empate, optó por no removerlo del Poder Judicial, pero con una suerte de condena en libertad.

Desde ese día, Daniel José Calvo Flores nunca más ha querido hablar públicamente del tema. Sería como mostrar cuán abierta tiene aún la herida. Lo mismo su familia; ni su señora, ni sus cinco hijos han accedido a hablar sobre lo que pasó ese día y del giro que significó para sus vidas. Cuentan que cada vez que sale mencionado el tema les vuelve un día negro, y que lamentan que la "normalidad" que han logrado construir se vea sacudida desde que Guillier apareció en las encuestas.

Hace poco, un par de ellos estuvieron tentados a hablar, pero reflexionaron juntos y optaron por intentar seguir surfeando las olas en silencio. "Actúan en bloque", cuentan.

Cuando todo ocurrió, Calvo iba en el peak de su carrera. Tenía los ojos puestos en la Corte Suprema y, al decir de algunos abogados, era un número fijo para ello. También cuentan que era cercano a algunos supremos, como Domingo Kokisch o Marco Libedinsky, y había pasado directo de ser relator de la Suprema a ministro de la Corte de Santiago. Pero no. Calvo decidió -hay quienes piensan que no tan voluntariamente-, pedir su traslado al cargo de fiscal de la Cuarta Corte de Apelaciones de Santiago y vivir desde ahí su procesión silenciosa.

Allí, en una oficina chica, medio triste, en el noveno piso del edificio que alberga los Juzgados Civiles, trabaja Daniel Calvo desde 2004. Tiene un par de cuadros, fotos familiares y un crucifijo sobre el escritorio.

Llega temprano y luego va a la corte -cada vez más- como integrante de salas, lo que lo deja entusiasmado. Pero luego vuelve a su oficina a un par de cuadras y el entusiasmo se va esfumando a medida que los quioscos le cuentan cómo Alejandro Guillier está en el momento más exitoso de su carrera.

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